martes, 29 de junio de 2010

Teaser Tuesday: 'La línea de la belleza'



Nick nunca había concertado una cita con un hombre y tenía mucha menos experiencia de la que Catherine imaginaba. En el curso de sus largas conversaciones sobre hombres, él había consentido que una o dos de sus fantasías cobrasen el rango de hechos, había mentido un poco y no había desmentido ciertas suposiciones concebidas por Catherine sobre él. Las seducciones totalmente imaginarias que le había confesado adquirieron -en parte gracias al esfuerzo especial que exigía inventarlas y repetirlas de un modo coherente- calidad de recuerdos auténticos. A veces presentía, debido a un rastro de reserva en las personas con las que estaba hablando, que aunque no le creyeran veían que empezaba a creérselo él mismo. Sólo había salido plenamente del armario en el último curso en Oxford, y había utilizado su nueva libertad sobre todo para ligar con chicos heteros. Su corazón pertenecía a Toby, y flirtear con él habría sido inadecuado, casi sacrílego. No estaba preparado del todo para aceptar el hecho de que si iba a tener un amante no sería Toby ni ningún otro hetero borracho que cruzase la acera, sino un amante gay: aquella condición comprometida que él profesaría a partir de entonces. Las locas declaradas, a las que aplaudía y temía e imitaba con algunos titubeos, descubrían muchas veces algo raro en Nick, por guapo e inteligente que fuese. En cualquier caso no querían acostarse con él y él era libre de retornar, con un alivio y un desánimo inseparables, a su teatro interior de simulación sexual. Allí la función no terminaba nunca y los actores nunca se cansaban, y el único peligro era la atrofia de la repetición.

'La línea de la belleza' de Alan Hollinghurst (pp. 42-43)
(Traducción: Jaime Zulaika)

lunes, 28 de junio de 2010

'El rey blanco' de György Dragomán


György Dragomán nació en Rumanía el 1973, en una familia perteneciente a la minoría húngara establecida en este país. Actualmente vive en Budapest y el 2005 publicó “El rey blanco”, que ganó el premio Sándor Márai y que ha sido traducida a más de veinte idiomas. Más que una novela compacta es un conjunto de relatos cortos que retratan varios episodios de la vida de un niño de once años llamado Djata. Cuando el libro empieza, ya hace algunos meses que la policía secreta ha arrestado a su padre. Todos los que le rodean le dicen que ya no lo verá jamás porque está en el Canal del Danubio y se dice que quien es enviado allí ya no regresa jamás. Djata, que ahora vive solo con su madre, se niega a creérselo y los domingos siempre los pasa en casa porque, como a su padre se lo llevaron un domingo, está convencido que también volverá un domingo.

El narrador en primera persona de “El rey blanco” es un niño y el autor intenta imitar el estilo en el que narraría un niño, con frases larguísimas, redundancias y una sintaxis de lo más simple. Este truco es realmente peligroso porque uno no puede nunca estar seguro de si la simplicidad es buscada o simplemente incapacidad narrativa. Sin embargo, en esta ocasión, funciona, uno pronto queda absorbido por las desventuras que nos relata Djata y se olvida momentáneamente de cuestiones estilísticas para disfrutar de lleno de la historia. Otro defecto en el que, dada la premisa argumental, podía caer esta obra era el del sentimentalismo y la sensiblería, pero no es así. A pesar de tratar de los infortunios de un niñito en un país comunista gobernado por una dictadura férrea y cruel (punto de partida ante el cuál más de uno puede echarse a temblar), “El rey blanco” es una comedia, una comedia a veces cruel y a veces grotesca, pero siempre fresca, imaginativa y espontánea, con aires de aventura picaresca.

György Dragomán ha escrito una obra llena de miedo y violencia. Djata vive en un mundo en que no sólo hay peleas sangrientas con los otros niños del barrio o la escuela y duras palizas de profesores y entrenadores de fútbol, sino que incluso todos los adultos pueden azotar a los niños que pasan por la calle sin tener que dar explicaciones y una cola en el supermercado puede acabar en una batalla campal. Aún así, “El rey blanco” no cae nunca en el melodrama y relata todos los episodios con partes iguales de sentido del humor y de honestidad. A pesar de todo, Djata sigue siendo un niño que hace travesuras, se mete en líos de los que el lector se pregunta cómo va a salir, descubre el encanto que pueden guardar las niñas en la entrepierna, se gasta el dinero de la clase en las máquinas del salón recreativo y luego se ve obligado a buscar un método para escaquearse, busca oro en una mina abandonada, encuentra películas pornográficas en el almacén de un viejo cine, se enrola en una guerra brutal con los niños del barrio vecino, etc. Es un libro lleno de vida. Puro entretenimiento de calidad.

martes, 22 de junio de 2010

Teaser Tuesday: 'Diario de un ama de casa desquiciada'


"Pobre Jonathan. Piensa que estoy susceptible y despistada. Nerviosa e irritable. Lo que pasa es que estoy paralizada, y lo he estado todo el verano. Lo que pasa es que estoy paranoica. Lo que pasa es que a veces me siento tan deprimida que ni siquiera puedo hablar, tan desesperada que me encierro en el lavabo y abro todos los grifos para que no se me oiga llorar. En cambio, otras veces estoy con los nervios tan de punta que no puedo quedarme quieta en ningún sitio y todo se agita a mi alrededor, y al final no tengo más remedio que tomarme una pastilla o un trago de vodka a escondidas..., lo que tenga más a mano. Lo que pasa es que de repente siento miedo de casi todo lo imaginable"

'Diario de una ama de casa desquiciada' de Sue Kaufman (p. 11)
(Traducción: Milena Busquets)


martes, 15 de junio de 2010

Teaser Tuesday: 'Entonces llegamos al final'


Estábamos malhumorados y demasiado bien pagados. Nuestras mañanas carecían de alicientes. Quienes fumábamos por lo menos teníamos algo que esperar a las diez y cuarto. A la mayoría nos caía bien casi todo el mundo, unos pocos detestábamos a determinadas personas, a uno o dos les gustaba todo, querían a todos y por eso eran objeto del unánime vilipendio. Nos encantaban los bollos que, de tarde en tarde, nos daban gratis por la mañana. Nuestros privilegios eran asombrosos por su cobertura y calidad. A veces nos preguntábamos si merecían la pena. Pensábamos que quizá sería mejor marcharnos a la India, o volver al parvulario. Hacer algo con los disminuidos físicos o trabajar con las manos. Nadie se dejó llevar jamás por tales impulsos, pese a sus crispaciones cotidianas, en ocasiones constantes. En lugar de eso, nos reuníamos en salas de conferencias para hablar de los asuntos de la jornada.

En general, nos llegaban tareas que hacíamos a tiempo y de manera profesional. A veces se producían cagadas. Errores de impresión, cambios en el orden de las cifras. Nuestro negocio era la publicidad y los detalles eran muy importantes. Si el tercer número tras el segundo guión del número telefónico gratuito de un cliente era un seis en vez del ocho que aparecía impreso en la revista Time, nadie que hubiera leído el anuncio habría podido llamar y hacer su pedido. No importaba que pudieran consultar la página web, nos quedábamos sin cobrar el anuncio. ¿Te aburre ya lo que estoy contando? A nosotros nos aburría a diario. Nuestro hastío era permanente, un hastío colectivo que no moriría jamás porque nosotros no moriríamos jamás.

'Entonces llegamos al final' de Joshua Ferris (pp. 9-10)
(Traducción: Jordi Fibla)

sábado, 12 de junio de 2010

'El hombre que confundió a su mujer con un sombrero' de Oliver Sacks



“El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” de Oliver Sacks reúne veinte historiales clínicos de pacientes con varias enfermedades neurológicas. Y en manos de un escritor menos hábil podría haber sido solamente esto: una simple recopilación de enfermedades de lo más raras que muchos no nos hubiéramos podido ni imaginar que existieran, una mera antología de anécdotas científicas curiosas y más o menos interesantes. Pero para empezar, nada más comenzar a leer, nos damos cuenta que Sacks no es como la mayoría de médicos: no trata enfermedades sino personas, no se limita a diagnosticar y tratar sino que intenta mejorar la calidad de vida de sus pacientes, e incluso es capaz de aprender de ellos. Pero además, Sacks posee una calidad que ha de tener todo buen escritor: la capacidad de comprender la personalidad de un individuo como algo único y transmitir esta particularidad en el papel. Los pacientes de los que habla nunca son entes abstractos sino seres de carne y hueso, descritos con más minuciosidad y perspicacia psicológica de la que dedican muchos escritores de ficción a sus personajes.

Entre los casos expuestos en “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, hay el de un hombre que camina inclinado como la torre de Pisa sin darse cuenta, una mujer que ha perdido el sentido del propio cuerpo y cae desplomada, el de un músico que se ha quedado sin la capacidad de reconocer a nada de lo que le rodea y que literalmente acaba confundiendo a su mujer con un sombrero, etc. Es un libro imprescindible para comprender cómo funciona la mente humana, pero también para entender qué significa ser humano más allá de los simples hechos científicos. Sacks divide su libro en cuatro partes: una dedicada a enfermos que han perdido algo básico (por ejemplo la memoria), otra con casos de excesos (como los afectados por el síndrome de Tourette), otra con víctimas de arrebatos (por ejemplo visiones), y finalmente una con pacientes con algún tipo de retraso mental importante. Sin embargo, a pesar de su enfermedad, la mayoría de pacientes (excepto en los casos más drásticos y trágicos) se caracterizan por sus ganas de vivir y luchan para conservar cierta “normalidad” y sobre todo su individualidad, a través de la creatividad, una relación personal con la naturaleza, la música, el afecto por la familia, recuerdos felices que conservan como un tesoro, etc.

En cierto modo es un libro de superación personal, pero sin buscar nunca la compasión del lector, sin sentimentalismos ni tópicos que tienen muchas ficciones. Aún así, sin duda es un libro extrañamente conmovedor, mucho más que muchas obras de ficción. Básicamente lo es porque Sacks sabe ver la humanidad única que reside en todos sus pacientes, transmitirla y generar empatía en los lectores, que probablemente es la mayor razón de ser de la literatura (o como mínimo, la razón principal por la cual servidora lee). Está escrito en un estilo divulgativo y ameno, pero completo y riguroso, y sin el paternalismo de algunas obras didácticas dirigidas a profanos en la materia en cuestión. Contiene cierto sentido del humor blanco y amable y los casos son descritos como si fueran pequeñas novelas, porque Sacks, además de un buen científico, es un escritor notable, y uno intuye que también una persona de lo más interesante. “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” es un libro magnífico y fascinante, capaz de hacernos reconciliar con la humanidad, porque nos recuerda que en cualquier ser humano podemos encontrar algo bueno y único.


domingo, 6 de junio de 2010

'Locos de amor' de Sam Shepard



El escenario es un destartalado y decadente motel de carretera situado en medio de ninguna parte en el oeste más profundo, un oeste plagado de perdedores y anacronismos como cowboys rudos que participan en rodeos intentando que ni se les caiga el sombrero. Los protagonistas son dos animales heridos y orgullosos, un hombre y una mujer. Orgullosos porque prácticamente el orgullo es lo único que les queda, con lo cual sólo dejarán ver sus heridas si esto sirve como arma arrojadiza contra el otro. Parece que algún día se quisieron, pero ahora hay entre ellos demasiados reproches como para que puedan volver a quererse. Les queda el odio y se aferran a él para sentirse menos solos.


Esta obra de Sam Shepard me recuerda a Harold Pinter con un toque de Tennessee Williams y Samuel Beckett, pero con un estilo totalmente personal; una obra primaria y visceral que habla de amor, odio y sexo, y también soledad. Escrita con un ritmo impecable, un ritmo al que bailan los dos protagonistas, porque más que actuar lo que hacen es acercarse y alejarse como si estuvieran ejecutando una coreografía hipnótica. No hay ningún giro innecesario en la trama, pero la revelación final atorga a toda la obra un sentido más profundo aún si cabe y claramente trágico, que parece que nos quiere decir que los humanos estamos condenados a ser víctimas de la pasión y que somos un animal que siempre tropieza con la misma piedra. Totalmente recomendable.