domingo, 18 de noviembre de 2012

'Perverzión' de Yuri Andrujovich




Normalmente no me suelen gustar las novelas contemporáneas que pretenden ser paródicas y posmodernas, que además hacen gala de un humor grotesco, esperpéntico y presuntamente irreverente, y que parece que su principal preocupación es ser originales a toda costa, tanto que muchas acaban siendo una mala imitación de Thomas Pynchon. Sin embargo, aunque ‘Perverzión’ de Yuri Andrujovich reúne prácticamente todas estas características, tiene algo que me impulsó a no dejar de leerlo, algo que me atrapó a pesar de mis prejuicios. Me es difícil decir exactamente qué es ese “algo”.

Stanislav Perfetsky es un poeta ucraniano muy irreverente y provocador, al que le gusta salir de juerga y emborracharse hasta caer redondo, que acude como conferenciante a un seminario en Venecia sobre “el absurdo postcarnavalesco del mundo”. Es en Venecia donde desaparece sin dejar rastro, los rumores hablan de suicidio, y ‘Perverzión’ está formada por una serie de textos y documentos varios relacionados con estos últimos días que Perfetsky pasó en Venecia. 

Y sí, gran parte de la gracia está en este collage de textos que van desde el presunto diario personal del protagonista hasta entrevistas y crónicas periodísticas pasando por documentos oficiales, lo cual nos da una mirada caleidoscópica de lo más interesante y adictiva. Es algo que probablemente se ha hecho muchas veces antes, pero Andrujovich aún se las ingenia para tener un estilo original y fresco, muy innovador en algunos pasajes, que además, en todo momento, juega con los límites de la realidad y la ficción. 

Otro gran mérito de esta novela es que es una novela paródica, irreverente y posmoderna, pero que a la vez parodia toda esta literatura paródica, irreverente y posmoderna. El poeta protagonista es uno de aquellos poetas que escriben poco, a los que les pirra hacer happenings y chorradas provocadoras por el estilo, muy pretencioso todo pero bastante vacío de contenido. Pero peor son aún los otros conferenciantes del seminario y es aquí dónde la mala leche de Andrujovich llega a su máxima expresión: sus conferencias son galimatías que no van a ninguna parte, y su afán de escandalizar y ser tremendamente originales les lleva a límites absurdos y ridículos. 

‘Perverzión’ tiene sus defectos, claro, el mayor de los cuales es que los personajes son planos, simplemente caricaturas, con lo cual cualquier profundidad emocional queda totalmente descartada. Es sólo una novela paródica y, como la mayoría de novelas paródicas, la mayor parte del tiempo se queda sólo en la epidermis. Sin embargo, ‘Perverzión’ no sólo pretende ser divertida, sino que realmente lo es. Es divertida, estilísticamente original, y, si bien he dicho que los personajes son sólo arquetipos, el protagonista casi trasciende este tipismo gracias a los pasajes (bellamente escritos) en que es equiparado al mítico Orfeo, algo que hace que la novela entronque no sólo con esta literatura contemporánea posmoderna sino también con una tradición más clásica, dando la sensación que supera la simple condición de artefacto de su tiempo para ser algo más. 


viernes, 9 de noviembre de 2012

'Chevengur' de Andréi Platónov




Da la sensación de que Andréi Platónov escribe como si nadie antes que él hubiera escrito y como si, después, nadie hubiera de leer lo que él ha escrito. Escribe sin mirar atrás, quemando todos los puentes, avanzando a toda prisa como si se estuviera acabando el mundo. Quizás realmente se esté acabando, porque el paisaje que describe Platónov tiene un aire postapocalíptico fascinante. ‘Chevengur’ empieza en la Rusia pre-revolucionaria, cuando el hambre y la muerte campan a sus anchas en un territorio desolado, yermo y solitario. Y la fuerza que tiene el estilo de Platónov es incomparable.

‘Chevengur’ no está dividida en capítulos, no hay ninguna pausa en la narración, fluye con una intensidad y una rapidez ejemplares, pero aún así podemos dividirla en partes. En la segunda, después de que haya habido la revolución y la guerra civil esté prácticamente terminada, dos hombres salen a buscar el verdadero socialismo, que puede que haya surgido de forma natural en algún pueblo aislado. Son una especie de Quijote y Sancho Panza. Se llaman Kopionkin y Dvanov. El primero es el más idealista y el segundo el más práctico. El primero monta un caballo que se llama Fuerza Proletaria y también tiene su Dulcinea particular. En su caso se trata de Rosa Luxemburgo; es el amor que siente por esta mujer que fue asesinada y el deseo de ir a visitar su tumba cuando todo haya terminado que le ayudan a seguir adelante.

Kopionkin y Dvànov vagan por la estepa y encuentran campesinos endurecidos y analfabetos que intentan adaptar el socialismo “al pie de la letra”, lo cual da pie a situaciones de lo más absurdas y grotescas. Aquí empieza la sátira pura y dura, que impidió que esta novela fuera publicada en vida de Platónov. Sin embargo, ya antes, toda la novela ha sido plagada de un humor muy particular, incisivo y brutal, a veces sutil y a veces basto, pero siempre con un punto cruel.

Kopionkin y Dvanov no encuentran el socialismo que estaban buscando, se separan y vuelven a sus vidas insatisfactorias. Kopionkin sigue soñando con Rosa Luxemburgo pero cada vez está más desilusionado. Además, echa de menos a su amigo. Entonces, empiezan a llegar noticias de que en Chevengur, un pequeño pueblo perdido en la estepa, se ha implantado el verdadero comunismo, y será allí donde acabarán reencontrándose los dos protagonistas. Entonces empieza la tercera parte, la única que sucede en Chevengur, una parte que sigue teniendo un aire satírico, pero a la vez habla de la nostalgia que sienten todos estos hombres rudos que han llevado una vida muy dura, una nostalgia en lo más profundo por algo que nunca han tenido.

Se dice que Chevengur es un pueblo de paso que se creó cuando una serie de personas decidieron asentarse allí para esperar la segunda venida de Jesucristo que les iba a traer la felicidad completa. Ahora, Chevengur está habitada por hombres que confiaron que el comunismo también les traería la felicidad completa, pero empiezan a darse cuenta de que por más que ahora tienen para comer, siguen sintiendo una tristeza desgarradora y una soledad angustiante que nada puede mitigar. En Chevengur hay dos figuras que destacan encima de las otras, otro Quijote y otro Sancho Panza, a la manera de Kopionkin y Dvanov, uno es más práctico y el otro más idealista, pero los dos (como todos los personajes de esta novela) se sienten solos y necesitan del amor y del calor de sus semejantes. Y es precisamente esto lo que hace que esta novela trascienda los límites de la sátira, la literatura de denuncia, la recreación de una época determinada, y llegue a lugares a los que pocos libros suelen llegar.