Auguste Villiers de L’Isle-Adam reúne todos los ingredientes
que conforman lo que se llama un “escritor maldito”: nació dentro de una
familia aristócrata pero arruinada, a su padre se le fue la olla cuando se
obsesionó con encontrar no sé qué tesoro escondido no sé dónde, la niña de la
que supuestamente él estaba enamorado murió, se fue a París y se dio a la
bohemia, conoció a Charles Baudelaire que fue quien le recomendó a Edgar Allan
Poe, malvivía y escribía pero el éxito no llegaba, hasta el punto que se vio
obligado a trabajar en una funeraria o dando clases de boxeo, e incluso
consideró la posibilidad de montar un espectáculo en el que, por un módico
precio, podrías verlo encerrarse en una jaula llena de tigres y recitar sus
poemas, pero al final se rajó.
Oficialmente sus “cuentos crueles” (de los que yo he leído
sólo una pequeña selección) son cuentos de terror, pero a mí este calificativo
me parece engañoso. Por lo general, diría que son cuentos inquietantes, con un
toque simbolista y romántico, pero a veces también costumbrista, y con un final
ciertamente cruel. Como casi todas las recopilaciones de relatos, me ha
parecido irregular: hay algunos que he aborrecido, otros que me han parecido
bien pero no memorables y algunos pocos que me han parecido excelentes.
Olvidémonos de los olvidables (que pecan de ser
convencionales y anticuados) y empecemos con los correctos. ‘Vox populi’ y ‘La
cartelera celeste’ son dos sátiras muy críticas con la sociedad; realmente
tienen mala leche y sorprende por lo modernas que son, aunque para mí no pasan
de ser curiosas. Luego está ‘Vera’, el inevitable cuento de un hombre que
pierde a su esposa y se obsesiona con ella, que está bien pero no va más allá
de un tópico literario ya muy manido. Y finalmente están ‘Los bandidos’ y ‘El
secreto de la antigua música’, que coinciden al tener un punto de humor negro y
un giro final inesperado.
Y entre los que he adorado y me han parecido magníficos hay
un relato que representa una nueva y original vuelta de tuerca al típico tema
del duelo, que es prácticamente metaficción y explora la diferencia entre
realidad y ficción. Y es que cuando Villiers de L’Isle-Adam es bueno, lo mejor
que tiene es la frescura, la originalidad y la modernidad que desprenden sus
cuentos. Después hay un cuento en que la muerte se personifica y, aunque tengo
que reconocer que este tipo de cuentos siempre me dan mucha grima, éste es
especialmente angustiante y muy bien llevado. Por cierto, éste debe ser de los
pocos sino el único cuento en que interviene un elemento sobrenatural.
Y finalmente está ‘El deseo de ser hombre’ sobre un asesino
que decide asesinar para hacer algo con su vida antes que sea demasiado tarde y
‘El convidado de las últimas fiestas’ sobre un grupo que está de juerga y que
invita a un desconocido que, a medida que pasa el rato, le va dando más mala
espina al narrador. Son dos cuentos que empiezan dentro de lo cotidiano y poco
a poco se van adentrando en lo inquietante, están magníficamente escritos, con
un pulso narrativo envidiable y nos dicen que el mal puede estar muy cerca de
nosotros sin que nos enteremos, incluso dentro de nosotros mismos.
- Algunos cuentos de Auguste Villiers de l'Isle-Adam