sábado, 8 de agosto de 2009

'Todos los jóvenes tristes y literarios' de Keith Gessen


Tenía muchísimas esperanzas puestas en 'Todos los jóvenes tristes y literarios', con un título así era predecible que yo creyera por un momento que éste iba a ser el libro de mi vida, el libro que explicaría mi vida. Enterarme del argumento no hizo nada más que incrementar estas esperanzas: la historia de tres personajes, uno que quiere escribir la gran novela sionista pero que nunca se sienta a escribirla, uno que es incapaz de decidirse por el tema de su tesis, y otro que tampoco sabe que hacer con su vida y está obsesionado en seguir la actualidad política. Sí, se podía decir que efectivamente yo estaba incluída dentro de estos jóvenes tristes y literarios, dentro de los que un día fueron promesas, estudiantes impecables que podían haber hecho lo que quisiera pero que a los 20 años se veían atascados y sin saber qué hacer con sus vidas. Sin embargo, tan pronto como me enteré de que esta novela podía ser la novela de mi vida también me enteré de que en realidad no lo iba a ser: todas las críticas coincidían en decir que tenía múltiples defectos y que resultaba decepcionante. Aún así me la compré, con la esperanza de poder quererla a pesar de sus defectos (a veces me ha pasado, 'Posesión' es el ejemplo paradigmático de este fenómeno), pero tuve la suficiente sangre fría como para dejar pasar un tiempo prudencial que ayudara a calmar mis fervorosas esperanzas, hice cálculos y dejé pasar el tiempo suficiente como para que la decepción no me afectara a nivel personal.

Pues eso, 'Todos los jóvenes tristes y literarios' es un libro decepcionante. Más que nada porque en realidad prácticamente no habla nada de tristeza y literatura, sino que se centra en líos de faldas. Los protagonistas son Sam, Mark y Keith y la historia es la historia de sus relaciones sentimentales entre los 20 y 30 años. No hay ninguna duda de que Sam, Mark y Keith son un reflejo del propio autor, uno es su parte judía, el otro es su parte rusa y el otro es su parte americana que desciende de emigrantes rusos. El problema es que Sam, Mark y Keith están tan poco desarrollados que son intercambiables: lo que hace Sam lo podría hacer Mark, lo que le pasa a Mark y cómo reacciona éste sería la misma reacción que tendría Keith en la misma situación, etc. Es verdad que el autor parece que quiera escurrir el bulto con la teoría de que todos tenemos diversas vidas y que las vidas de Sam, Mark y Keith funcionan como vidas en un universo alternativo del autor y blablabla, pero no cuela. Definitivamente la creación de personajes no es el fuerte de esta novela. Y si los tres protagonistas están mal descritos, ya ni hablemos de las mujeres de sus vidas, que encima se nota tantísimo que han sido creadas por la mente de un hombre, porque son mujeres que parece que sólo tienen como misión en esta vida hacer feliz un hombre, sin tener ningún tipo de vida propia. Vaya, como Houellebecq, pero con menos sexo y menos nihilismo. Hay una escena en que Sam lee el diario de la mujer con la que se acaba de acostar y que después será su novia, y Sam se sorprende que en el diario hable tan poco de hombres y sexo, ya sabéis, como si las mujeres pudieran tener algo en la cabeza que no sean hombres. Esta incapacidad de Sam parece la misma que sufre el autor y me gusta creer que esta escena es un desliz inconsciente por parte del autor.

Aún hay más cosas que no me han gustado. El libro es repetitivo, muy repetitivo, no sólo porque tengamos que escuchar la misma historia tres veces a través de los tres protagonistas, sino porque encima cada personaje parece condenado a repetir una y otra vez las mismas cagadas. Así que tenemos (dejad que cuente, 3x3 = 9) nueve veces contada la misma historia. Y entiendo que probablemente la intención del autor era que su libro fuera repetitivo como metáfora de la incapacidad de sus personajes de madurar y avanzar, pero cansa, cansa mucho. ¿Y si hay tantas cosas que no me han gustado de este libro, cómo es que aún me empeño en ser benigna con él? Pues porque también ha habido muchas cosas que me han encantado, detalles que hacen creer que estamos ante un autor con potencial, párrafos bellos e incisivos, giros que desbordan inteligencia. Me ha encantado el prólogo nostálgico con Mark y su novia siendo pobres pero felices en Nueva York y comprando en tiendas coreanas. Me ha encantado el primer capítulo, en el que Keith en la universidad se medio enamora de la hija del vicepresidente, la hija del que podría haber sido presidente (una especie de Al Gore con barba y más carisma), pero no pasa nada y luego se vuelven a encontrar en medio de Nueva York cuando los dos han fracasado y este reencuentro ya lo dice todo. Y la parte de Sam en Israel y esa escena en la que Sam, un judío norteamericano, y Akhmed, un palestino, están tumbados en dos camas una al lado de la otra y se confiesan y se comprenden y nosotros también lo comprendemos. Y la escena en que Sam y las dos mujeres que ha estado viendo (una judía de derechas y una judía de izquierdas) ven juntos el 11-S por la tele. Keith y sus compañeros de universidad discutiendo, a propósito de Lewinski, sobre qué es sexo y qué no. Y Katie como la Edith Warthon de los mensajes de textos. Y la necesidad constante de los tres personajes de revisar su correo electrónico. Y, resumiendo, por lo que vale la pena este libro, es por como los sucesos históricos (tanto del presente como del pasado) se insertan en la trama y sirven no sólo como contrapunto generacional sino como forma de explicar mejor a los personajes, pero también porque es el único libro que introduce las nuevas tecnologías (email, sms, etc.) y no lo hace de forma patillera y simplemente formal sino como una parte de la vida de los personajes.

2 comentarios:

La prima de Audrey dijo...

Es bueno al menos cuando se lee algo decepcionante sacarle algo positivo. Yo nunca lo consigo: o es bueno o no lo es. Nada de grises. Eso sí luego tengo dos categorías: o me gustan o me encantan. Este que reseñas desde luego no lo voy a leer así q gracias por avisar. Saludos

Núria dijo...

Yo siempre intento ver lo bueno de las cosas malas, pero también los defectos de las cosas buenas. Esto no quiere decir que siempre lo consiga, pero lo intento.

Saludos.