lunes, 23 de febrero de 2009

Every Goliath has its David

El mundo necesita más canciones tan dulces como ésta:



Desde la última vez que me pasé por aquí, he estado secuestrada por el trabajo y la rutina. Aún así, he encontrado tiempo para comprar una cantidad indecente de libros, pero lamentablemente no para leerlos. Pero robando minutitos de aquí y de allí he conseguido terminar unos cuantos libros:

- 'El mismo mar' de Amos Oz, que me decepcionó una barbaridad, porque aunque empezaba bien se acababa perdiendo en su carácter metaliterario, es decir, en el ombliguismo autocomplaciente.

- 'El Rey Juan' de William Shakespeare, una obra menor del tío Bill sólo apta para completistas como una servidora, una obra bastante sosa pero que tiene unos pocos destellos de genialidad made in Shakespeare.

- 'Quiet' de Màrius Serra, una obra de una sinceridad admirable, con sentido del humor y ternura pero que nunca peca de cursi ni sentimental, una delicia.

- 'Las mujeres de Traquis' de Sófocles, una tragedia dura, seca y austera, como tienen que ser todas las tragedias.

- 'Vinieron como golondrinas' de William Maxwell, una novela de una belleza abrumadora, de una minuciosidad perfecta, de una melancolía envidiable, de una sensibilidad exquisita.

- 'El lector' de Bernard Schlink, una inteligente reflexión moral sobre la responsabilidad y la culpa, disfrazada de historia de amor. O viceversa.

Por el camino abandoné (paradójicamente) 'Nunca me abandones' de Kazuo Ishiguro, porque no había manera de engancharme, de creerme que los personajes eran realmente personas. Ahora estoy dedicada de lleno a 'Ivanov' de Antón Chejov, porque siempre apetece volver a Chejov.