viernes, 8 de octubre de 2010

'Linda boquita y verdes mis ojos' y 'Teddy' de Salinger



‘Linda boquita y verdes mis ojos’ es un cuento atípico dentro de los ‘Nueve cuentos’, porque todos los otros tienen como mínimo un personaje que es un niño, un adolescente o como mínimo un joven, y en cierto modo hablan de soledad, nostalgia y melancolía, mientras que éste está protagonizado por adultos al 100% (al menos a lo que se refiere a edad, y uno incluso tiene el pelo entrecano) y se centra en las relaciones de pareja. Me parece un cuento muy Raymond Carver, pero aún así es totalmente Salinger, porque está construido básicamente sólo por una conversación telefónica y se trata de una conversación que suena totalmente natural y espontánea. Me encanta como en esta conversación se van dejando caer detalles que dan consistencia al relato y son capaces de crear un mundo para estos personajes, un mundo que resulta totalmente tangible para nosotros los lectores. Creo que Salinger es un escritor de detalles, que siempre sabe escoger perfectamente los detalles que otorgarán vida a sus historias. Esta historia es la de un hombre que está en la cama con una mujer cuando suena el teléfono y resulta que es un amigo, medio histérico, quejándose de que no tiene ni idea de dónde diablos se ha metido su mujer y que seguro que se la está pegando por ahí. El hombre escucha pacientemente a su amigo, intentando calmarle, y nosotros intuimos que la mujer del amigo es la que está en la cama con el otro hombre. Pero al final el amigo vuelve a llamar y dice que su mujer ya ha llegado a casa y todo está bien. Yo entiendo que el amigo sabe que su mujer se la está pegando con el hombre al que está llamando y que sólo lo llama para ver si se lo confiesa de una vez o se delata de alguna forma. Aún así, no importa demasiado cómo se interprete el relato, porque es una delicia leerlo. Uno de los que más me gustan.

‘Teddy’ es, para mí, el cuento más desconcertante de Salinger. Me cuesta digerir la filosofía budista/zen de la que está empapado. En este sentido se me hace tan cargante como ‘Seymour: una introducción’. Y como soy algo pesimista, no puedo evitar imaginarme que éste fue el camino que siguió Salinger durante su reclusión y que, si un día sale a la luz lo que fue escribiendo durante estos años, resultarán ser obras infumables. Me gusta más leer ‘Teddy’ como la historia de un niño (que podría ser también Seymour Glass) que se encuentra solo en un mundo hostil: sus padres son seres egoístas que no paran de pelearse entre ellos y de regañar a sus hijos sin mostrarles nunca un auténtico afecto, además su prodigiosa inteligencia también lo aísla aún más, porque encima los académicos que se interesan por él sólo lo hacen del mismo modo en que podrían interesarse por un bicho rarito digno de estudio. Aún así, realmente me cuesta sentir simpatía por Teddy porque es el niño listo repelente por antonomasia. Aún así, intento olvidar lo repelente que es Teddy y centrarme en como es este aislamiento que siente el que le hace adoptar esta postura de que los sentimientos no tienen ninguna importancia y creer que, si esta vida es una mierda, siempre tendremos otra. Vamos, que me gusta creer que la postura budista/zen de Teddy es sólo eso, una postura, un mecanismo de defensa. Aún así, el final siempre se me antoja algo precipitado y leer el cuento sobre un suicidio de un niño me deja muy mal. Pero se tiene que reconocer que, como siempre, Salinger lo escribe de una forma magnífica y con una delicadeza magistral.


2 comentarios:

DINA LAFONT dijo...

:) saludos!
Me encanta Salinger.

Núria dijo...

Es que Salinger es genial. Siempre se me hace dificilísimo poder entender como es que hay gente que no le gusta.

Saludos :)