jueves, 28 de marzo de 2013

'Odio, amistad, amor, noviazgo, matrimonio' de Alice Munro




Más de una vez he visto que alguien criticaba a Alice Munro por escribir siempre de lo mismo; y más de una vez yo he defendido que no importa que (supuestamente) escriba siempre la misma historia si lo hace tan bien. La llaman la Chekhov canadiense y tienen razón, porque tiene el mismo dominio del relato corto: sabe compactar un mundo vivo en unas pocas páginas, sabe describir personajes complejos y humanos en unos pocos trazos, sabe ir dosificando la información poco a poco para mantenerte enganchada, sabe dotar a sus historias de un aire de melancolía perfecto, y sabe que lo más importante de un cuento es el final y que éste tiene que ser potente (un bang que te haga reconsiderar todo lo que has leído y le dé un sentido total e inesperado).

Uno de mis relatos favoritos de ‘Odio, amistad, amor, noviazgo, matrimonio’ es precisamente el que da título al libro. Es una novela en miniatura. Es deliciosamente sorprendente porque salta de una mujer seca haciendo unos recados muy importantes a un hombre mayor al que un pequeño cambio le desbarata su rutina, de las travesuras no del todo inocentes de un par de niñas a los problemas y mentiras de un perdedor nato. Es una maravilla como Munro enlaza estos personajes, estas historias, estos temas, que en principio parecen tan dispares, y acaba construyendo un relato original, extraordinario y vivo, muy vivo.

Luego vienen los cuentos ya más típicos en Alice Munro, pero igualmente deliciosos. Cuentos sobre encuentros breves entre hombres y mujeres, relaciones que se quedan sólo en un principio y no se materializan, porque los personajes saben que al materializarse perderían su magia y es mejor conservar el recuerdo de un momento que está lleno de posibilidades. Me gusta especialmente el de los amigos de infancia que se reencuentran por casualidad en casa de unos amigos y van a jugar a golf y les sorprende una tormenta terrible, y no pasa nada más, pero en realidad ha pasado mucho, se han contado muchas cosas. Munro habla de momentos mágicos de auténtica comprensión entre dos personas, momentos en que sobran las palabras. Munro habla de la esperanza en medio de la rutina, de momentos de luz en medio de la realidad gris.

Hay también, en estos cuentos, una gran presencia de la enfermedad y la muerte. Todos están protagonizados por mujeres, algunos incluso narrados en primera persona por mujeres, y yo que no soy muy amante de los narradores en primera persona, en estos casos me encanta que Munro use un narrador-protagonista, le da aún más veracidad a la historia; no puedo dejar de pensar que el de la tía Alfrida que no ve con buenos ojos que la protagonista se dedique a escribir tiene que ser autobiográfico de tan sincero que suena. Y no es que los otros no suenen sinceros (¡todo lo contrario!) pero éste puede que sea el que más.  He dicho que todos están protagonizados por mujeres, pero en realidad son todos menos el último, en que un marido tiene que ver como su mujer va perdiendo la memoria por culpa del Alzheimer, y que es desgarrador, pero tan real, real como todos los cuentos de Munro, reales como la vida.