martes, 26 de julio de 2011

Teaser Tuesday: 'Cuarteto' de Jean Rhys


El reloj de la mesilla hacía tanto ruido que Marya se levantó para guardarlo en un cajón. Pero seguía oyéndolo, molesto y pertinaz. Pasó un tren, lanzando un aullido largo y penetrante, y Marya suspiró, encendió la luz y se quedó mirando las flores que trepaban como arañas por las paredes de su cuarto. Su mecanismo mental se puso en marcha con una sacudida dolorosa, al ritmo del reloj.

Hizo un gran esfuerzo por detenerlo y consiguió dejar la mente en blanco más o menos diez segundos. Pero después quedó atrapada en su obsesión –árida, torturadora, gigantesca-, completamente poseída, como posee el anhelo de agua a quien se muere de sed. Se había metido en un buen lío con aquella aventura amorosa. Se había arruinado la vida. Eso le pasaba.

Claro que lo suyo no era una aventura amorosa. Era un combate. Un combate implacable, inclemente; una guerra a tres bandas. Y desde el principio, como era lógico y natural, Marya no tenía ninguna posibilidad de ganar. Porque luchaba con frenesí, con lágrimas, con fútiles arrebatos, con extravagante abandono, todo ello armas inútiles.

“¿Qué te pasa? –se preguntaba-. ¿Por qué eres así? ¿Por qué no eres más lista? ¡Domínate!” De nada servía.

Heidler, sin embargo, era muy listo. Y Lois, tan envarada y sonriente, era muy lista. ¡Sí, muy lista! Mientras que ella, Marya, era una idiota que solo sabía encerrarse en una habitación y llorar.

‘Cuarteto’ de Jean Rhys (dentro de ‘Una vida sin ti’, p.253)
(Traducción: Catalina Martínez Muñoz)

Unos cuantos cómics mini-reseñados


'Asterios Polyp' de David Mazzucchelli
Asterios Polyp' es un cómic complejo, inteligente, riquísimo, satisfactorio a múltiples niveles, que habla de temas como filosofía, arquitectura, ficción, arte, etc. La historia no es nada nuevo, es la de un hombre que pasa por una crisis y acaba perdiéndolo todo, porque sólo perdiéndolo todo se dará cuenta de qué es lo realmente importante, y sólo así podrá cambiar. Asterios Polyp es un arquitecto reputado de 50 años, aunque ninguno de sus diseños ha sido nunca ejecutado, porque su fama viene de su tarea como profesor. Es un hombre cínico, egocéntrico, esnob, práctico y materialista que no da importancia a lo que tiene. Hasta que un día lo pierde todo. Luego empieza de nuevo en un sitio aleatorio. Y la gente que se encuentra por el camino, gente muy diferente a los intelectuales con los que está acostumbrado a tratar, le ayudarán a evolucionar.

En el fondo es una historia de amor: chico pierde a chica y no es hasta que la pierde que se da cuenta de hasta qué punto ella era importante para él y hasta qué punto él la anuló como persona hasta que ella no tuvo más remedio que dejarlo. No es nada nuevo, pero está contado de una forma (narrativamente y visualmente) original, inteligente y eficaz. En el fondo habla de cómo nos adaptamos a las personas que nos encontramos en el camino, cómo estas nos hacen cambiar, lo difícil (y maravilloso) que es encontrar una persona con la que sea fácil adaptarse y que nos ayude a salir de nuestro caparazón y nos haga ver que las cosas no son siempre o blancas o negras, que en medio hay muchos matices. Una obra realmente deliciosa.




'Arroz pasado' de Juanjo Sáez
Este cómic es muy muy muy divertido. Divertidísimo. Xavi Masdeu es un diseñador y un tipo demasiado clásico para una Barcelona demasiado modernilla. Un buen día las cosas le empiezan a ir mal y empieza a cagarla constantemente. Es la clásica historia de un pringado al que todo le va de mal a peor, un pringado al que se le está pasando el arroz. Pero es divertidísima. Tiene muy mala leche y es muy crítica con la cultura de los modernetes. Sí, es extremamente mordaz y tiene un dominio del tempo cómico admirable y también capacidad de sorpresa. Muy muy muy divertida.



'El invierno del dibujante' de Paco Roca
Más que contar una historia, este libro quiere retratar una época, un ambiente y una profesión (la de los autores de tebeos que cobraban a tanto la página). A veces los personajes son demasiado desdibujados (hay tantos que es imposible desarrollarlos) y se tiene la sensación que la cosa podría dar más de sí. Pero está contada en flashbacks que funcionan muy bien y tiene un aire melancólico y gris que está muy bien conseguido. Además, en el fondo habla de supervivencia, de perseguir un sueño y hacer todo lo posible para conseguirlo pero al final tener que resignarse y renunciar a él. Y esto es siempre relevante. Y se nota que está hecho con mucho amor. Realmente recomendable.




'El gusto del cloro' de Bastien Vivès
A un chico que tiene dolor de espalda no le queda otra que ir a la piscina. Allí le llama la atención una chica. Primero se limita a observarla. Después intercambian unas pocas palabras y nadan juntos. Y no sucede nada más. A penas hay diálogos, pero la composición de las viñetas y la expresividad del dibujo son capaces de sugerir una historia riquísima y de una sensibilidad y una delicadeza exquisitas. Me ha recordado un poco a las historias de 'Rubia de verano' de Adrian Tomine (que leí hace poco) y me ha encantado que con tan poco sepa sugerir tanto. Una pequeña joya auténtica, pero pequeña sólo en tamaño.




'En mis ojos' de Bastien Vivès
Clásica historia de "chico conoce a chica". Muy sencilla pero bien contada. Exclusivamente a través de los ojos y el punto de vista del chico. También muy bien dibujada. De una forma muy expresiva. Aún así, tiene cierta mitificación del concepto de la "chica misteriosamente triste" que me ha parecido algo tópica (e irritante por una serie de circunstancias personales).


miércoles, 20 de julio de 2011

'Carlitos y Snoopy: 1950-52' de Charles Schulz


Siempre he sido fan de los ‘Peanuts’ de Charles Schulz (a los que siempre he llamado ‘Peanuts’, por más que al propio Schulz no le gustaba nada el nombre). Me introduje a ellos de niña a través de las tiras que salían en el periódico que compraba mi padre o de los especiales que a veces daban en la televisión. Más tarde me hice con algún recopilatorio de tiras y aún más tarde los leí a través de Internet. Aún así, de tiras de los primeros años había leído pocas, porque no suelen ser las más difundidas precisamente. Por eso al empezar a leerlas todas desde el principio y de forma ordenada me he llevado alguna que otra sorpresa (agradable, sin duda).

Lo que más sorprende es que los Peanuts al principio realmente son niños, y no adultos con cuerpo de niño. Y que Snoopy es un perro que va a cuatro patas y no piensa, y no un niño atrapado en el cuerpo de un perro. Reconozco que si en parte me gustan tanto las criaturitas de Schulz es porque piensan y sienten como adultos pero sin dejar de ser niños. Pero aún así ha sido de lo más refrescante verlos ahora comportarse como auténticos niños. Las primeras tiras de Charlie Brown son mucho más inocentes y suaves. Por más que no dejan de tener de vez en cuando un punto de acidez y amargura.

Me ha sorprendido que Charlie Brown sea capaz de gastar bromas y hacer la puñeta a las niñas, que no esté todo el día deprimido y lamentándose de que nadie le quiere, porque aquí vemos que sus amigos a veces le gastan malas pasadas pero también que le aprecian. Hay una tira en que Carlitos se queja de que nadie le quiere. Luego Patty y Violet le dicen que ellas sí que le quieren. Así que Carlitos apunta que nadie importante le quiere y Patty y Violet (con razón) se mosquean. Yo diría que en estas primeras tiras Charlie Brown es moderadamente feliz. A veces le dejan de lado y tiene tendencia a perder siempre, pero es un niño que juega y se divierte.

Sin embargo, ya desde el principio no deja de haber algo de melancolía, la sensación de que en el fondo hay algo que no marcha bien, más cuanto más avanza el tiempo. Así es de lo más interesante ver el primer día en que Charlie Brown confiesa que está deprimido, pero también el primer día en que Snoopy empieza a pensar y nosotros podemos leer sus pensamientos, el primer día en que entra en escena Schroeder (que antes de hablar ya toca el piano a la perfección y que un buen día se queja de que pedirá el traslado a otra tira cómica porque allí nadie le comprende), el primer día que aparece Lucy (que es presentada como una simple niña pequeña pero poco a poco va ganando el carácter de cascarrabias que la distinguirá en el futuro), el primer día que sale Linus (que al principio simplemente es el hermano pequeño de Lucy), etc.

Las primeras tiras son muy diferentes a las que hoy en día son más famosas, pero son igual de buenas. Tienen por lo general un humor más ingenuo y blanco, pero son igual de ingeniosas y ya empiezan a apuntar lo que serán en el futuro y es una delicia poder ver cómo van evolucionando. Y volvemos al primer día en que Charlie Brown confiesa que está deprimido: va andando y se queja de que está siempre deprimido. Luego se cruza con Schroeder, que también va andando cabizbajo y Charlie dice que no es el único que está deprimido y que esto es posiblemente lo único que puede levantarle el ánimo. Clásico y perfecto.


lunes, 11 de julio de 2011

'La familia Wapshot' de John Cheever



Corría el año 1956 y John Cheever era un escritor conocido y apreciado tanto por la crítica como por el público gracias a sus cuentos. Pero todo el mundo sabe que si eres sólo cuentista no te toman en serio en el Olimpo literario (como mucho te dejarán hacer de camarero pero no sentarte con los dioses), así que Cheever se empeñó en escribir una novela que le diera una pátina de prestigio y también (incidentalmente) más pasta, porque las novelas obviamente se pagaban mejor que los relatos. El resultado fue ‘Crónica de los Wapshot’, donde Cheever crea un mundo atemporal hurgando en las reminiscencias del pasado y de la historia de su propia familia, un mundo mítico y hasta cierto punto idílico, pero también con sus puntos oscuros. La novela tuvo un éxito muy considerable y es aquí dónde supongo que entra en escena la enseñanza moral de “ten cuenta con lo que deseas, porque se puede acabar convirtiendo en realidad”.

‘Crónica de los Wapshot’ tuvo tanto éxito (especialmente entre el público porque entre la crítica siempre hay los enteradillos que aún hoy en día repiten que Cheever no escribe novelas sino cuentos alargados), pero el caso es que la gente corriente estaba tan flipada con el mundo que había creado Cheever (un pueblecito costero llamado Saint Botolphs) que éste no tuvo otro remedio que escribir la secuela. Y si en la primera parte Cheever se había dedicado a crear un mundo poniendo grandes dosis de amor; en la segunda parte (titulada ‘El escándalo de los Wapshot’) no podía hacer otra cosa que destruir ese mundo que había creado poniendo tanto de él. Y sucede algo extraño, o al menos yo he tenido esta impresión: es como si Cheever no sólo quisiera dinamitar su mundo de ficción sino también la novela que estaba escribiendo desde dentro de esta misma novela.

‘El escándalo de los Wapshot’ en realidad tiene muchos de los defectos que los detractores del Cheever novelista les gusta señalar: no hay una línea argumental clara, son un puñado de historias amasadas de cualquier manera, se abren muchos frentes y luego se dejan muchos cabos sueltos, salen media legión de personajes secundarios que no pintan nada… Es todo realmente caótico. A mí me gusta imaginar que cuando Cheever estaba escribiendo ‘El escándalo de los Wapshot’ iba caraja todo el día. Y no hay nada de malo en escribir caraja pero, tal como decía Hemingway, después de escribir borracho, uno debería editar lo escrito cuando ya está sobrio. Y aquí parece que falta esto: un buen trabajo de reescritura.

El propio Cheever nunca estuvo contento con ‘El escándalo de los Wapshot’. Pensó en quemar el manuscrito. Luego lo llevó a su editor pero antes de entrar en el edificio lo arrojó a la basura. Se lo volvió a repensar, lo sacó de la basura y se fue al cine. Miró la peli con el manuscrito encima de las rodillas y, cuando se terminó la sesión, entró en el despacho del editor cuando éste no estaba, dejó el manuscrito encima de su mesa y se las piró sin decir nada. Una escena realmente muy cheeveriana. Ya lo he insinuado, me parece una novela floja, básicamente porque me parece una novela desordenada y anárquica, con infinidad de cabos sueltos. Pero aún así, Cheever siempre es Cheever y, de vez en cuando, nos regala un párrafo de esos suyos tan perfectos; perfecto porque ha aplicado sus dotes de observación y nos deja ver bajo una luz nueva algo que es perfectamente reconocible para nosotros, y encima con un sentido del humor mordaz, crítico y juguetón.

‘Crónica de los Wapshot’ es más novela, más redonda. No llega a ser tan perfecta como ‘Bullet Park’, pero sí, por ejemplo, mucho más satisfactoria que ‘¡Esto parece el paraíso!’ El tema no deja de ser un tema muy clásico para lo que nos tiene habituado Cheever: habla de una saga familiar (desde sus orígenes) y como los más jóvenes de esta saga salen a enfrentar-se al mundo y a hacerse hombres. Pero lo hace con su estilo personal. Hay mucho del sentido del humor raro y absurdo de Cheever. Mucha melancolía y algo de amargura. Y por supuesto esa capacidad de analizar de una forma nueva lo que conocemos todos.

Leander es el último patriarca de la familia, un capitán sin barco, un hombre que siente que se está haciendo viejo y que ya no tiene un lugar en el mundo, así que se sienta a escribir sus memorias porque ya no le queda otra cosa que el pasado, y lo hace en un estilo que al principio puede resultar algo irritante pero una pronto se acostumbra. Luego está la prima Honora, la matriarca, la ricachona de la familia, la vieja excéntrica con muy malas pulgas e idas de olla absurdas. No hace falta decir que esta vieja loca me encanta.

Y luego están los jóvenes, los dos hermanos: Moses y Coverly, con una relación llena de rivalidad, algo de odio y gran cantidad de amor, a veces rallando la devoción incestuosa. Moses es el mayor y el triunfador al que todo le irá bien en la vida. Coverly es el pequeño, el que cuando era niño le gustaba ponerse medias y hacer teatro, el inseguro por naturaleza, el que teme que no hará nada con su vida y todo el mundo se reirá de él, el que tiene impulsos bisexuales de los que se avergüenza profundamente. Coverly es típico Cheever y no es necesario decir que me encanta.




martes, 5 de julio de 2011

Anna Karenina: Primera parte



Por fin lo he hecho. Por fin he empezado ‘Anna Karenina’ después de tanto tiempo diciendo que lo tenía/quería hacer. Durante varios años entre mis propósitos de año nuevo siempre estaba el de leerme este libraco. Pero no soy tan ingenua como para creerme que ya está todo hecho. De hecho, se admiten apuestas sobre cuánto tardaré en desanimarme y dejarlo aparcado, sobre en qué página me quedaré encallada y lo abandonaré. No es ningún secreto que me cuesta mucho leer libros gordos. En lo que va de año la mayoría de libros que he leído no han llegado ni a las 300 páginas.

De momento me he leído sólo la primera parte del novelón de Tolstoi. Voy sólo por la página 131 y hay 875. Mi propósito es ir comentando mis impresiones en este blog. Aviso que inevitablemente habrá spoilers. Así que si alguien no lo ha leído y no quiere enterarse de aspectos importantes de la trama y llegar virgen al libro (o al menos todo lo virgen que se puede llegar a un libro del que todo el mundo sabe el final) será mejor que no me lea.

Pues bien, Anna Karenina tarda 70 páginas en aparecer y, una vez aparece, sólo le hacen falta cuatro páginas para que ya la odie a muerte. Es que es tan buena y perfecta y todo el mundo la quiere y la admira tanto. Y la verdad, llamadme envidiosa o egocéntrica, pero si yo leo no es para leer sobre personajes perfectos con una vida fácil, sino sobre personajes como yo, con defectos y con una vida chunga.

Al principio odiaba muy mucho a Karenina y no tenía ninguna esperanza de acabar el libro. Me molestaba que fuera santa Anna Karenina, pero me molestaba aún más que pareciera que Tolstoi se había encoñado con el personaje que había creado. Es una impresión que ya tuve con la Natascha de ‘Guerra y paz’; me parecía que Tolstoi estaba ridículamente enamorado de Natascha y no se molestaba en esconderlo, y esto me daba mucha rabia y fue una de las principales razones por las que creo que no acabé disfrutando ‘Guerra y paz’ tanto como se suponía que tenía que disfrutarla.

Pero luego hay la escena del baile en que Anna se pone a flirtear con Vronsky delante de las narices de Kitty, a pesar de que Anna sabe perfectamente que a Kitty le mola Vronsky y se quiere casar con él, y a pesar de que antes Anna ha disfrutado como una perra haciéndose pasar por la amiga del alma de Kitty. Entonces Kitty (que hasta ahora tampoco me caía nada bien, porque me parecía una pava, pero al verla sufrir me enterneció y la acabé perdonando porque al fin y al cabo es una cría y es normal que sea pava y vanidosa y todas estas cosas), es entonces cuando Kitty (y los lectores, entre los que me incluyo) vemos que Karenina era una falsa y una hipócrita.

A partir de ahí me dije que no debía preocuparme tanto analizando qué era lo que sentía Tolstoi por los personajes que había creado sino lo que yo sentía por ellos. Ya saben, olvidarse de intentar esclarecer cuál era la intención del autor y centrarme en sacar yo una lectura personal. Así que de momento he decidido que ‘Anna Karenina’ va de que hay de tener cuidado con las que van de super guays y caen tope bien a todo el mundo, porque no suelen ser trigo limpio. Y en consecuencia también va de cómo la gente es tonta y se deja engañar por las apariencias. De momento me quedo con esto. Luego quizás cambio de opinión.

Y es que hay algo que me dejó muy mal cuerpo de esta primera parte. Karenina va a Moscú para intentar convencer a su cuñada Dolly que se reconcilié con su marido, que le ha puesto unos cuernos descomunales. El principal argumento de Karenina es que el marido (que es su hermano) se arrepiente mucho, el pobre. ¡Pero es que esto es una mentira como una catedral! Y me niego a creer que Anna sea tan tonta como para no ver que, a la mínima oportunidad que tenga, el marido volverá a pegársela a su mujer. Y le voy dando vueltas a esto y me pregunto por qué lo ha hecho Anna. Y mi única conclusión posible es que lo ha hecho para quedar bien con todo el mundo, porque es una vanidosa y quiere ser vista como la que ha conseguido una gran reconciliación y que todo el mundo le esté agradecido eternamente por su buena obra.

Como veis, mi odio por la protagonista no tiene límites. Y es que encima, cuando vuelve con su marido, va y se da cuenta que no le gustan sus orejas, y venga a darle vueltas a lo feas que son las orejas del hombre con el que está casada, como si no las hubiera tenido siempre igual las dichosas orejas. Sin embargo, voy aprendiendo a disfrutar de este odio. Suerte que luego está Levin, que es un amor de personaje y de hombre y de todo. Y (aunque me temo que será muy secundaria) también me gusta mucho la condesa Nordston, porque de momento es la única mujer que no se preocupa por quedar bien con todo el mundo y es capaz de ser sarcástica y lanzar pullas, pero también es capaz de ser buena gente, porque cuando Kitty se ha llevado las calabazas de su vida en el baile es capaz de ayudarla y consolarla.