martes, 28 de junio de 2011

Teaser Tuesday: 'La familia Wapshot'


Ése fue el año en que las ardillas se convirtieron en una plaga y todo el mundo andaba preocupado por el cáncer y la homosexualidad. Las ardillas volcaban los cubos de la basura, mordían a los repartidores y se metían en las casas. El cáncer era algo frecuente, pero a los hombres y mujeres que lo padecían se les decía que ese dolor era una complicación intrascendente mientras, a sus espaldas, sus hermanos y hermanas, sus maridos y sus esposas murmuraban: “Lo único que podemos esperar es que muera pronto.” Esta hipocresía absoluta y cruel tenía que volverse en contra de sus practicantes y al final nadie podía saber, ni contar con que se lo dijeran, si ese dolor que sentía en el estómago era la llamada de la muerte o unos gases sin importancia. La mayoría de las enfermedades poseen su mitología, su población, su escenario y sus chistes negros. La peste negra tenía mascaradas, canciones y bailes callejeros. La tuberculosis, en su momento culminante, era como una civilización donde un grupo de hombres y mujeres condenados, brillantes y distinguidos se enamoraban, bailaban valses y se inventaban privilegios para su enfermedad; pero aquí las garras de la muerte habían sido desinfectadas por una conspiración social y privada de toda su realidad. “Vamos, dentro de nada estará usted levantado y paseando”, le dice la enfermera al moribundo. “Querrá usted bailar en la boda de su hija, ¿verdad? ¿No quiere usted ver a su hija casada? Pues, entonces, no puede usted esperar ponerse mejor si no se anima, ¿verdad?”

'La familia Wapshot' de John Cheever (p.414)
(Traducción: Maribel de Juan)

sábado, 25 de junio de 2011

'Picnic en Hanging Rock' de Joan Lindsay



‘Picnic en Hanging Rock’ de Joan Lindsay es una novela gótica que en lugar de estar ambientada en los nebulosos páramos ingleses está ambientada en el caluroso verano australiano. Es un relato fantástico en el que no sucede nada fantástico y una novela de misterio sobre un misterio que es investigado pero que no queda resuelto. El adjetivo que mejor le queda es “inquietante”. Aunque no suceda nada sobrenatural ni terrorífico es inquietante porque no hay nada más inquietante que lo que escapa a nuestra comprensión, lo que queda sin ser explicado.

La novela empieza con un misterio que no se resuelve y termina con otro que tampoco acaba de quedar del todo claro. Empieza cuando unas alumnas de un estricto internado para chicas, acompañadas de dos de sus profesoras, van a celebrar un picnic el día de San Valentín del año 1900. Las chicas marchan contentas e ilusionadas, radiantes de belleza y serenidad, pero cuando regresan al colegio (mucho más tarde de lo previsto) llegan llorando, histéricas y angustiadas; durante la excursión tres alumnas y una profesora han desaparecido sin dejar rastro.

La novela nos viene a decir que estos hechos ocurrieron realmente, pero tampoco está claro. Lo que sí es cierto es que la novela está escrita como si fuera una recreación novelada de unos hechos verídicos, lo que ayuda a que sea tan inquietante como es. Pero ‘Picnic en Hanging Rock’ no sólo es inquietante y misteriosa y etérea y todas estas cosas. Es también una comedia irónica y crítica de las costumbres victorianas.

Pero aún hay más. Y es que Joan Lindsay consiguió escribir una novela riquísima, con múltiples lecturas, que parece inagotable. Habla también del fin de la inocencia (sexual) y de represión (sexual). Es una novela compleja y sutil, que además deja caer algo de subtexto homoerótico aquí y un poco de subtexto lésbico allí. Está escrita con un estilo elegante, algo irónico y distanciado, realmente delicioso. Es realmente una maravilla.


miércoles, 15 de junio de 2011

'Blankets', 'Jimmy corrigan' y 'Rubia de verano'


Eufemísticamente se podría decir que últimamente no estoy pasando por mi mejor momento anímico y esto también afecta a mis hábitos de lectura. Afortunadamente aún no he llegado a perder las ganas de leer, pero sí que he perdido en buena parte las ganas de ver cine entre otras cosas. Pero, aunque no he perdido mi apetito lector, sí que en cierto modo se ha restringido un poco: no tengo ganas de embarcarme en retos (sean pequeños o grandes) ni en territorios desconocidos; sólo me apetecen lecturas fáciles, es decir, lecturas que no supongan demasiado esfuerzo y/o que sé (por experiencias previas) que me gustarán. Así que me pareció que ahora sería un buen momento para leer esos cómics (o novelas gráficas, ni siquiera sé cuál es el término correcto) que están en la biblioteca y que tienen tan buena reputación pero que yo no había leído nunca. Porque, seamos sinceros, un cómic es una lectura mucho más fácil que cualquier novelón, sin necesidad de que sea un Thomas Pynchon.

Los tres primeros elegidos han sido: ‘Blankets’ de Craig Thompson, ‘Jimmy Corrigan’ de Chris Ware y ‘Rubia de verano’ de Adrian Tomine. Y de estos tres sólo uno ha estado a la altura de las expectativas: el último. Estoy de acuerdo que tanto ‘Blankets’ como ‘Jimmy Corrigan’ visualmente son novedosos y efectivos, que la composición y el diseño es una maravilla, etc. Pero por más que la forma sea espectacular, el fondo me decepcionó. Quizás en parte sea porque no estoy de humor como para que me den pena las historias de un pobre marginado en el instituto que descubre el amor o la de un hombre cuarentón que se siente muy desgraciado porque no tiene novia. Pero, a parte de esto, no deja de ser cierto que los personajes son planos y las historias previsibles.

El punto fuerte de ‘Blankets’ es que tiene cierta sensibilidad, cierta inocencia y cierta sinceridad que atorgan a la historia de un primer amor veracidad y entidad. Y mientras que la parte religiosa (el protagonista viene de una familia católica y estricta) es interesante por separado, no estoy tan segura de que encaje bien en el conjunto. Además, no dejo de pensar que esta historia ya me la han contado mil veces antes. Por el contrario, a mi parecer, el mayor punto flaco de ‘Jimmy Corrigan’ es que a los dos personajes les pasan tal cantidad de desgracias que suena todo muy impostado y falso. Me da la sensación que el autor se sentó dispuesto a contar la historia más miserable posible, pero tanta avidez por contar unas vidas desgraciadas acaba resultando contraproducente, porque queda inverosímil y, por lo tanto, frío.

En cambio, ‘Rubia de verano’ me fascinó. Está entre las obras literarias que más me han llegado, la colocaría en mi lista de favoritos, sean cómics o no. Visualmente seguramente no será tan impactante como los dos anteriores (aunque no deja de ser perfectamente efectivo), pero narrativamente es infinitamente más satisfactorio (lo cual quizás es la prueba definitiva que soy más una persona de palabras y estructuras mentales que no de imágenes). Son cuatro historias breves que me recordaron en cierto modo a los mejores cuentos de Raymond Carver, porque como estos hablan de personajes complejos y contradictorios, porque son trozos de vida, porque están despojados de todo lo superfluo (nada de florituras visuales, esta vez), porque son sobrios y secos, y porque además la última viñeta es demoledora y es la que da sentido a toda la historia. Son piezas perfectas de literatura. Y punto.


miércoles, 8 de junio de 2011

'Novelas en tres líneas' de Félix Fénéon


Siempre me acordaré de que un día un profesor de la carrera nos plantó delante de las narices un texto breve y nos preguntó si era literatura. Era un texto en primera persona sobre unos pobres diablos que estaban a punto de piñarla y a mí me pareció que sí porque tenía la fuerza dramática y la desesperación suficiente como para formar parte de un libro. Yo me imaginé que quizás era un fragmento de una novela de aventuras, pero resultó que era el último mensaje que envió la tripulación del submarino ruso Kursk cuando ya se les estaba acabando el aire y tenían la certeza que iban a morir (esto era allá por el año 2000).

Era un texto real, por lo tanto a priori no era literatura, pero desde entonces siempre he sido de la opinión que ciertos textos puestos en un contexto determinado se pueden convertir en literatura. Por supuesto debe haber cierta calidad etérea implícita en el texto pero lo que ayuda muchas veces es el contexto. Llamadme cínica si queréis.

Todo esto me ha venido a la memoria al leer las ‘Novelas en tres líneas’ de Félix Fénéon, que son nada más ni nada menos que una serie de noticias breves de sucesos (que efectivamente no superan las tres líneas) y que el autor publicó en un periódico francés allá por 1906, pero ahora recogidas en forma de libro. Quiero decir que al leerlas en un periódico pensaríamos que son ingeniosas, bien escritas, divertidas, pero probablemente no las consideraríamos literatura. Plantificadas en un libro es otra cosa.

Son noticias de sucesos que nos dan una visión curiosa de la Francia de principios de siglo. Son noticias llenas de robos, crímenes pasionales provocados por los celos, accidentes truculentos, suicidios provocados por la desesperación, huelgas y enfrentamientos violentos entre obreros y patrones, alcaldes que se niegan a quitar los símbolos religiosos de las escuelas y son destituidos, asesinatos inquietantes e inexplicables, etc. Es sin duda, un libro curioso. Lo malo es que es poco más que una curiosidad.

Fénéon tiene una capacidad de síntesis y una habilidad para sorprendernos con un giro final realmente admirables; su lenguaje es fresco y vivo; su humor negro y afilado; pero, cuando ya llevas unas cincuenta páginas, el libro se vuelve repetitivo y te das cuenta de que aún no has leído ni una cuarta parte y empiezas a cansarte. Es un libro curioso, ingenioso, hasta cierto punto simpático, pero también hasta cierto punto cansino, y una vez lo terminé me dio la sensación que no me había aportado nada; un divertimento que no se digiere mal pero que no llena.

Otra cosa mala que tiene es que la biografía del autor es más interesante que el libro en sí. Me ha gustado más el prólogo que relata su vida que no el libro per se. Mal señal. Se ve que Félix Fénéon durante mucho tiempo llevó una triple vida: por un lado era funcionario respetable del gobierno, pero también un periodista descubridor de nuevos talentos (tanto en la literatura como en la pintura), y luego aún resulta que también era un anarquista combativo, hasta el punto que fue encarcelado durante tres meses por tirar una bomba en un concurrido café, aunque finalmente fue absuelto. Ciertamente curioso.