lunes, 19 de julio de 2010

'La librería' de Penelope Fitzgerald


La protagonista de ‘La librería’ de Penelope Fitzgerald es Florence Green, una viuda sin hijos que vive en un pequeño pueblo costero dejado de la mano de Dios. Dejándose llevar por las ganas de empezar de nuevo, decidirá abrir una librería, que será la primera del pueblo, pero se encontrará con muchas dificultades: el banco que se niega a conceder un préstamo para un negocio tan aparentemente poco rentable, el poltergeist que habita en el local destinado a ser la librería, la poca predisposición lectora de los habitantes del pueblo, la humedad que amenaza con estropear los libros, y sobre todo la oposición directa de algunos habitantes, encabezada por la señora Gamart, que sería el equivalente a la alta sociedad en ese pueblo tan pequeño, y que quiere destinar el local a edificar un centro cultural que esté bajo su mando y que no le gusta que haya iniciativas que ella no pueda controlar.

En un momento determinado, la novela se burla de cierto tipo de personas de mediana edad de la clase media-alta que un buen día empiezan a producir en cantidades industriales acuarelas cuyo único tema es el paisaje. Se recalca que las acuarelas están bien hechas, pero todas son iguales. Algo parecido le pasa a ‘La librería’, está bien escrita, pero le falta garra y personalidad. Es obvio que el estilo quiere imitar al de Jane Austen y consigue hacerlo, pero sólo en lo meramente formal, porque en el fondo no tiene ni una pizca de la incisión crítica y el inteligente sarcasmo de Austen. Hay humor, sí, pero es totalmente blanco e inofensivo.

La premisa hace prever que ‘La librería’ va a ser un libro amable y éste es su problema, que acaba siendo un libro demasiado amable. Por más que haya personajes mezquinos y el final sea amargo, todo es demasiado amable. Es todo muy superficial. Me gustó la relación entre Florence y la niña de diez años que contrata para que la ayude, porque son muy distintas pero acaban teniéndose afecto a su manera. Pero, por más que lo intente, no soy capaz de encontrar ninguna otra característica memorable que merezca la pena mencionar. Tampoco hay grandes defectos, pero todo es muy superficial, los personajes planos y la trama previsible. No es que sea un mal libro, pero es de aquellos que se terminan y servidora tiene la sensación de que se ha quedado igual, porque lo que le han contado no ha llegado ni a rozarle la epidermis.

miércoles, 14 de julio de 2010

'La asesina' de Alexandros Papadiamantis


“La asesina” de Alexandros Papadiamantis es considerada un clásico de la literatura griega moderna de la que tan pocas obras nos llegan. Escrita en 1903, recuerda al naturalismo más tremendista de Émile Zola. “La asesina” transcurre en un mundo rural empobrecido y violento en el que la religión, convertida casi en superstición, juega un papel importantísimo y en el que la tradición es ley inmutable. En este contexto la vida es simplemente supervivencia y son las mujeres las que lo tienen más difícil: desde pequeñas tienen que servir a sus padres, luego a sus maridos, después a sus hijos y finalmente a sus nietos.

Fragoyanú, la protagonista, es plenamente consciente de esta realidad: nacer niña es una doble desgracia porque cuando seas mayor vas a engendrar más niñas, que a su vez tendrán más niñas, y si eres niña no sólo tendrás que pasarte toda la vida trabajando para otros, sino que encima cuando seas mayor tus padres se arruinarán para darte una dote que te permita encontrar un marido y a su vez tú también te arruinarás para dar una dote a tus hijas. Así, Fragoyanú llega a la conclusión de que para las niñas sería mejor no nacer, porque sólo vienen al mundo a sufrir y a causar sufrimiento. Estas reflexiones se convierten en obsesión y pasar de la obsesión a la acción es sorprendentemente fácil. Luego, a partir de ahí, todo se precipita y ya no hay forma de hacer marcha atrás.

“La asesina” quizás se ve perjudicada por un planteamiento al que le cuesta arrancar y por un desenlace que se alarga demasiado, pero en medio encontramos momentos de gran intensidad literaria. Es una novela creada en un contexto muy particular y que recoge toda la grandeza de la literatura de una determinada época, pero su interés no es exclusivamente arqueológico. No es sólo un libro apto para ratones de biblioteca que disfrutamos con todo lo que tenga regusto decimonónico, porque el personaje de Fragoyanú alcanza dimensiones dostoyevskianas.

La profundidad psicológica hace de Fragoyanú un personaje universal que nos muestra las regiones más oscuras del alma, un Raskolnikov que hace el mal convencido que está haciendo el bien, una mujer fuerte y llena de contradicciones que decide pasar a la acción en un mundo de hombres, una protagonista que nos resulta extrañamente fascinante y que nos provoca empatía a pesar de los crímenes que comete. Se trata, pues, de una novela sorprendentemente moderna en algunos aspectos, pero quizás el más destacable sea la falta de moralismo, redención o condena final para la protagonista.