lunes, 4 de febrero de 2013

'Libertad' de Jonathan Franzen





Vale que quizás no pueda ser del todo objetiva, porque soy lo que se podría llamar fan de Franzen, pero esto no quita que ‘Libertad’ sea un novelón. Tampoco es ninguna sorpresa; ‘Las correcciones’ ya lo era. Cuando digo “novelón” me refiero a una novela de esas que ya (casi) no se escriben, de esas novelas largas con personajes memorables por lo bien escritos que están, de esas novelas inteligentes y complejas que son capaces de retratar con fidelidad una época concreta pero que a la vez tienen ese aroma a clásico que te hace intuir que van a aguantar el paso del tiempo. Me ha gustado incluso más que ‘Las correcciones’, entre otras cosas, porque aunque las dos enganchan muchísimo, ‘Las correcciones’ tiene algunos (pocos) altibajos que ‘Libertad’ no tiene.  

Otra vez se trata de la historia de una familia realmente jodida que se está desintegrando, una historia enmarcada en un contexto social muy concreto que le permite a Franzen hacer un comentario crítico de lo mal que está el mundo, una crítica que en ningún momento entorpece la narración. Ésta vez la familia está formada por un matrimonio entre un hombre bueno ecologista y una exjugadora de baloncesto que se ha convertido en ama de casa para cuidar a sus hijos. Pero ese matrimonio en realidad es más bien un triángulo, porque se le tiene que sumar el mejor amigo del marido, una estrella del rock. 

Pero éste no es el único problema, también está la complicada relación que el hijo de esta familia mantiene con sus padres, porque se trata de un niño que ha crecido siempre acompañado de la adulación de su madre y que ahora sólo le preocupa hacer la mayor cantidad de dinero en el mínimo tiempo posible, cosa que involucrará hacer negocios sucios con la ocupación de Irak (aunque que quede claro que Franzen no raja sólo de la guerra de Irak y el capitalismo descarnado, sino también de la superpoblación, la limitación de los recursos naturales y la presunta libertad, claro está; más que nada las libertades individuales que acaban entrando en conflicto, pero también como las elecciones que tomamos libremente pueden acabar siendo una prisión). 

Todos los personajes son personas egoístas y narcisistas, ensimismadas en sí mismas, gente bastante odiable. Y aún así (o quizás precisamente por esto) son perfectamente reales. Me gusta que incluso el hombre bueno y generoso, amante de la naturaleza y los pájaros (un poco un alter ego de Jonathan, no lo neguemos) también quede como un capullo, por lo pasivo-agresivo, egocéntrico y colérico que puede llegar a ser. Y ya que estoy enumerando cosas que me han gustado, voy a decir que algo que me ha encantado especialmente ha sido la relación de amistad competitiva entre el alter ego de Jonathan y la estrella del rock, que no deja de ser un alter ego de David Foster Wallace, y no sólo porque masque tabaco y sea un pendón, no lo neguemos. 

Pero, aún así, lo mejor de ‘Libertad’ no llega hasta las últimas 100 páginas y es lo que la distingue más (y para mejor, según mi opinión) de la anterior novela de Franzen. Mientras que ‘Las correcciones’ era terriblemente amarga y se notaba que era obra de un escritor amargado e irado, en ‘Libertad’ hay una evolución hacia la reconciliación con el entorno, con los que nos rodean y con nosotros mismos. Nos viene a decir que  del mismo modo que puede que algún día seamos capaces de dejar la ira y los viejos rencores atrás, también es posible que a los que hemos hecho daño sean capaces de perdonarnos por nuestros errores. Y es ahí donde Franzen me ha hecho llorar. De verdad. Y esto no es algo que hayan conseguido muchos escritores. Y Franzen lo ha hecho de forma honesta y sincera, de forma magnífica; como magnífico es todo en este novelón.