jueves, 30 de septiembre de 2010

'Cosas que debes saber' de A.M. Homes




Reconozco que probablemente leer los cuentos de A.M. Homes después de haber leído los de Amy Hempel es un poco injusto, porque las comparaciones pueden ser odiosas y crueles. Aún así, cuando en una colección de cuentos no hay ninguno que me produzca auténtica envidia ni ninguno que hubiera deseado poder escribir yo, es que algo va mal. Confieso que ya antes había intentado leer ‘Cosas que debes saber’ pero había fracasado, aunque ahora veo que (en parte) mi problema era que empecé por el cuento más desagradable pero con el título más atrayente para mí (el de los presuntos niños prodigio). Me ha desagradado tanto o incluso más que la primera vez. La verdad, no me apetece para nada leer un cuento cuyo clímax sucede cuando un gilipollas abusa de una chica y se le mea encima.


Éste es mi mayor problema con A.M. Homes que a veces parece que quiere ser desagradable sólo para ser desagradable, de forma totalmente gratuita, o como mucho para de pasada resultar polémica, que es algo que siempre queda muy guay, pero en el fondo yo no veo nada detrás. Otro cuento también bastante desagradable es el de la mujer que se insemina ella solita con el semen que recoge de los preservativos tirados por otras parejas. En fin, se supone que la pobre mujer tuvo un accidente muy grave y que tenemos que compadecernos por ella y todo el rollo, pero la verdad es que toda la historia me parece chapucera, gratuita y manipuladora.

Luego hay un par de cuentos con una shapeshifter, que creo que pretenden ser poéticos y tal, pero que a mí me han parecido ridículos y tediosos. Después, hay unos cuantos relatos que no están mal, pero que son bastante olvidables. A veces me da la sensación que para que un editor te publique un libro de relatos tiene que haber uno sobre el cáncer y otro sobre parejas que se rompen. Aquí A.M. Homes ha unido los dos tópicos en un solo cuento y el resultado no está mal, pero ya se ha hecho antes millones de veces y no creo que aporte nada nuevo. También está el tópico del hombre que quiere morir hasta que tiene una experiencia en que la está a punto de palmar y luego se da cuenta que quiere vivir. También con una serie de imágenes desagradables de lo más gratuitas y todo él demasiado previsible.

Hasta aquí ha habido tres párrafos de cosas que no me han gustado, ahora viene uno de cosas que sí que me han gustado. Como veis no son muchas pero espero que notéis la delicadeza de ponerlas al final para que sea con lo que os quedéis. Os juro que yo no quiero ser cruel de forma gratuita. Vamos allá. Me gusta el cuento sobre el niño que va a pasar las vacaciones en casa de su padre divorciado, pero que en realidad se pasa más tiempo en casa de los vecinos que son una familia normal y por eso los adora, porque está cansado de las pijerías de su madre y lo alternativo que es su padre, tiene un punto de nostalgia y de final de infancia que está realmente conseguido. El del presidente Reagan jubilado y aquejado de alzheimer es original, divertido y con un punto amargo, realmente bueno y la verdad es que me encantan todos los relatos que ficcionalizan vidas de políticos (estoy pensando básicamente en el ‘Lyndon’ de David Foster Wallace). También me ha gustado mucho ‘Remedios’, que es muy Carver, muy “en apariencia cuenta algo banal pero dice mucho”. Y el mejor creo que es el que da título al libro; es evocador, breve, simple e inteligente.

Resumiendo, de 11 cuentos, cuatro me han gustado (pero sin llegar a entusiasmarme), tres no me han hecho ni fu ni fa, y los restantes los he odiado. Demasiado poco para poder decir que el libro me ha gustado. Aún así, me alegro de haberlo leído/terminado, haberme fabricado mi propia opinión y poder pasar a otra cosa.


miércoles, 29 de septiembre de 2010

'En el bote' y 'Para Esmé, con amor y sordidez' de Salinger



Me parece algo curioso que muchos de los cuentos de Salinger estén estructurados en tres partes. Es lo que pasa tanto en ‘En el bote’ como en ‘Para Esmé, con amor y sordidez’. En el primer relato hay una primera parte en que vemos las dos criadas charlando en la cocina; una segunda parte en la que Boo Boo entra en la cocina y conversa brevemente con las dos criadas; y finalmente una tercera parte en la que Boo Boo sale a buscar a Lionel, su hijo, que ha huido y se ha refugiado en el bote. Es obvio que la parte central del relato, la más importante, el protagonista, es Lionel, pero me encanta como es introducido en la narración poco a poco, de una forma progresiva. Boo Boo siempre ha sido una de mis Glass favoritos, a pesar de que sabemos muy poco de ella, y lo es sólo porque parece que es la que ha conseguido llevar una vida más convencional (se ha casado y ha formado una familia), pero aún así intuyo que su vida no es ni tan normal ni tan feliz como puede parecer a simple vista. Lionel es un amor de niño, pero aún que sea un niño es muy diferente a todos los niños que salen en otros cuentos de Salinger. Muy diferente a la extrovertida Sybil de ‘Un día perfecto para el pez plátano’, pero también diferente a la Ramona de ‘El tío Wiggily en Connecticut’, por más que los dos sean más bien introvertidos. Lionel es un niño sensible y encerrado en su propio mundo y al que las pequeñas cosas le afectan demasiado y cada vez que se siente herido o confuso o triste decide huir, y es imposible no sentir ternura por él. Me encanta la simplicidad de este cuento. Es tan sobrio, tan diáfano, tan limpio, tan puro. Es reconfortante ver que los problemas de Lionel dejan de tener importancia después de haber hablado con su madre, pero por poco experimentados que seamos como lectores no podremos evitar sentir nostalgia porque sabemos que Lionel crecerá y llegará un día en que ni su madre no será capaz de alejar las preocupaciones que le puedan atormentar.

Tengo la sensación (no sé si será acertado o no) que ‘Para Esmé, con amor y sordidez’ es también uno de los cuentos más queridos e idolatrados de Salinger, pero a mí me cuesta creérmelo, se me hace demasiado literario, demasiado metaficción, me cuesta entrar en él y confieso que también me cuesta poder entenderlo. También tiene tres partes. En la primera, situada en el presente, un narrador en primera persona nos cuenta que le han invitado a una boda en Inglaterra, pero no podrá asistir, pero aún así escribirá una carta al novio explicando detalles de la novia que espera que le causen malestar. En la segunda parte, el mismo narrador en primera persona nos narra una tarde de hace seis, cuando era un soldado al final de la Segunda Guerra Mundial desplazado a Inglaterra, y cuando conoció a una adolescente llamada Esmé a la que promete que algún día escribirá para ella un relato sórdido. La tercera parte, escrita en tercera persona, entiendo que es el relato que el narrador en primera persona prometió a Esmé, y está protagonizado por un soldado (al que se llama X), que acabada la guerra mundial está destacado en Alemania y que por decirlo con las mismas palabras de Salinger no ha salido de la guerra con “todas sus facultades intactas”, y que al final del relato nos enteramos que debe ser como mínimo una versión ficcionalizada del primer narrador porque recibe una carta de Esmé con el reloj demasiado grande que ésta llevaba porque era de su padre muerto.

No está mal, pero mientras que en los otros relatos de Salinger tengo la sensación de que lo que me está contando es real, con ‘Esmé’ sólo tengo la sensación de que me está contando una ficción totalmente inventada. Probablemente ésta fuera en parte la intención, pero me parece todo tan literario que me cuesta de digerir. Estoy toda la segunda parte imaginando que todo lo que está contando Esmé al narrador es una inmensa trola y cuando al final resulta que no era trola me siento decepcionada. Y eso que Salinger participó en la guerra, pero la guerra que describe aquí me parece tan idealizada y tan de color de rosa (y para nada sórdida) que tampoco me la creo. Se supone que si el narrador quiere intentar hacer fracasar la boda de Esmé es porque se enamoró de ella, pero esto a parte de incomodarme, me parece totalmente inverosímil (Esmé no deja de ser una pre-adolescente marisabidilla que quiere hacer ver que es muy madura y mayor pero que aún es una niña, y sólo tienen una conversación de media horita). Me gustaría pensar que si quiere arruinar la boda es porque está celoso porque Esmé ha tenido una vida fácil y él ha tenido una vida más chunga, pero aún así tampoco me lo acabo de creer. Es que es tan literario este cuento, tan consciente que sólo es literatura, que no me lo trago.


martes, 28 de septiembre de 2010

'Diario de un ama de casa desquiciada' de Sue Kaufman



Diario de un ama de casa desquiciada” de Sue Kaufman está a medio camino entre “La campana de cristal” de Sylvia Plath y la serie Mujeres Desesperadas”. Es una mezcla de drama sobre frustraciones femeninas y comedia satírica y crítica con las convenciones sociales. La protagonista es Tina Balser, una ama de casa del Manhattan de los años 60 que, como se suele decir, aparentemente lo tiene todo: un marido que es un abogado de éxito, dos hijas bonitas que son unas buenas alumnas en la escuela cara y elitista a la que asisten, y un piso céntrico y amplio, decorado con gusto y equipado con todas las comodidades. Pero, evidentemente, hay algo que no funciona. Es por eso que, un día mientras está comprando material escolar para sus hijas, Tina decide comprarse un cuaderno que utilizará como diario para intentar aclararse y averiguar qué le está pasando, para así quizás poder volver a ser la de antes.

Se han terminado las vacaciones y el otoño está a punto de empezar y Tina (o Teen, como la llama su marido, como si fuera una chiquilla o una propiedad a la que se le puede cambiar el nombre) siente que se está volviendo paranoica y nota que está desarrollando una serie de miedos y fobias que la paralizan. A veces se siente profundamente deprimida y sólo tiene ganas de llorar y otras veces está tan nerviosa que no puede parar quieta ni un segundo. Intenta calmarse tomando una copa o una de las pastillas que le quedaron de la última “crisis nerviosa” por la que pasó. Pero las pastillas hay que racionalizarlas porque se están terminando y su marido, que no sólo quiere que su mujer sea la perfecta ama de casa sino que también sea el alma de las fiestas a las que asisten, parece que empieza a sospechar algo.

“Diario de una ama de casa desquiciada” está escrita con un estilo eficaz que fluye de manera impecable. Es de aquellos libros que uno no tiene miedo a recomendar a cualquier lector. Es de aquellos libros que se dice que enganchan. Pero afortunadamente ésta no es su única virtud; es una novela inteligente y con un sentido del humor sarcástico y delicioso, y tiene una capacidad incisiva envidiable, tanto a la hora de adentrarse en la psicología de la protagonista (con la que es imposible no acabar identificándose, por más que no se compartan experiencias vitales) como a la hora de burlarse de la ambición, la vanidad y otras mezquindades de cierta clase media-alta con ínfulas culturales. Probablemente el único defecto de la obra sea un final demasiado fácil, demasiado feliz. Es imposible, después de la escalada de acontecimientos que llevan a la protagonista a un callejón sin salida, no sentirse decepcionado ante un final tan anticlimático y azucarado. Aún así, el final no acaba de amargar el buen sabor de boca que deja el resto del libro, porque se trata de una novela capaz de retratar la ansiedad, la frustración y la asfixia de una forma perfectamente convincente, pero sin dejar de lado el sentido del humor.


jueves, 16 de septiembre de 2010

'Justo antes de la guerra con los esquimales' y 'El hombre que ríe' de Salinger


Probablemente ‘Justo antes de la guerra con los esquimales’ es mi cuento favorito de Salinger. Me cuesta saber decir por qué. Supongo que podría decir que es porque es auténtico, real, vivo, y algunos otros adjetivos parecidos, pero en el fondo esto no quiere decir nada. Debe ser el cuento más divertido de Salinger, más que nada porque por él desfilan un par de excéntricos deliciosos (el hermano de Selena Graff y el amigo del hermano de Selena Graff). Y aún así, puede que también sea uno de los cuentos más melancólicos de Salinger, porque habla de lo doloroso que es hacerse mayor, un tema típico en Salinger pero que creo que en este relato es en uno de los que funciona mejor. Me gusta que sea prácticamente todo diálogo, que sea prácticamente una obra de teatro, con sus entradas y salidas y poquísimas acotaciones, y que, una vez más, en apariencia hable de “nada”, pero en realidad diga mucho. Me parece brillante el detalle de que la quinceañera Ginnie Maddox crezca después de entrar en contacto con dos jóvenes mayores que ella pero que se niegan a crecer y que probablemente sean aún más inmaduros que ella. Sin embargo, estos dos chicos, por edad, se han visto obligados a salir al mundo exterior y han visto que puede ser una auténtica mierda y es eso lo que Ginnie entrevé en su conversación con los dos tipos y le permite crecer, aunque duela, y dejar atrás las niñerías, como la tirria que le tiene a Selena, pero sin dejar tampoco de ser del todo una niña sentimental que se apega demasiado a cosas absurdas pero que tienen un significado especial, como el medio bocadillo que el hermano de Selena le deja en el bolsillo del abrigo.

Por el contrario, ‘El hombre que ríe’ probablemente sea uno de los relatos de Salinger que me dejan más fría. La supuesta gracia está en que intercala dos narraciones que en apariencia no tienen nada que ver la una con la otra, pero que en teoría sirven para complementarse mutuamente. Una es la historia de un niño que recuerda los tiempos en que formaba parte de un grupo de escoltas. La otra es la historia que les contaba a los escoltas el monitor (al que llamaban el Jefe): las extraordinarias aventuras del hombre que ríe del título, que vive en un mundo de fantasía y que no queda claro si es un héroe o un criminal. Mi problema con este cuento es que las aventuras del hombre que ríe son tan folletinescas y están escritas en un estilo tan manido que no son para nada el estilo innovador de Salinger y el resultado es chirriante. Además, hablando sin tapujos, la aventuras del hombre que ríe me aburren. Me interesa infinitamente más la relación que los niños establecen con la novia del Jefe (primero no la soportan y luego la idolatran) que no las aventuras del hombre que ríe, que por desgracia ocupan más líneas. Sin embargo, es otra historia sobre lo doloroso que es crecer, sobre el final de la infancia entendida como una época en la que se desconoce el significado de la palabra “decepción”, y esto está bien, muy Salinger todo.


Los cuentos de Amy Hempel


Debo ser desconfiada por naturaleza, porque cuando veo que un libro tiene críticas muy dispares (unas muy buenas y otras malísimas) sospecho, pero lo cierto es que también desconfío cuando un libro sólo tiene críticas excelentes. Para mí es más fácil creer que un libro está sobrevalorado que no que es tan bueno que consigue que todos los críticos se pongan de acuerdo. Por supuesto, me pasó esto mismo con los cuentos de Amy Hempel. Os desafío a que encontréis una crítica mala de Amy Hempel; buscad y sólo encontraréis los elogios más hiperbólicos. Esto inevitablemente me hizo poner en guardia. Sin embargo, debe ser que mi curiosidad es aún mayor que mi desconfianza y me obliga a querer leer todas las cosas por mí misma para formarme mi propia opinión (o simplemente confirmar el prejuicio que tenía antes de leerlo). Así que fue por esta razón que saqué de la biblioteca la edición de los ‘Cuentos completos’ de Amy Hempel presintiendo que al terminar iba a decir que no había para tanto. Pero a veces es realmente maravilloso darse cuenta que una se ha equivocado por completo, porque resulta que los cuentos de Amy Hempel son realmente prodigiosos.

Encontré una cita de Hempel que venía a decir que el mayor elogio que le habían dado en su vida es que en sus cuentos dejaba fuera todo lo que se tenía que dejar fuera. Y ya es esto. Un cuento nunca tiene que contarlo todo, sólo dar unas pistas para que el lector pueda acabar reconstruyendo toda la historia y todo el significado por su cuenta. Así es Amy Hempel; te relata unas escenas que pueden parecer inconexas y banales, pero que son inmensamente ricas en detalles, y luego tú tienes que sacar tu propia conclusión. Hempel está entre los cuentistas más grandes. Ahí arriba con John Cheever y Dorothy Parker. Escribe tan bien que es de esas escritoras que, depende del día que tengas, te puede hacer venir ganas de escribir compulsivamente, o bien ganas de no escribir ya nunca más porque sientes que después de ella ya no vale la pena. Sus cuentos están llenos de tristeza y humor y es muy difícil explicar de qué tratan; es eso que tantas veces se dice: se tienen que leer.

Me han gustado tanto, que sólo he leído sus dos primeras recopilaciones, ‘Razones para vivir’ y ‘A las puertas del reino animal’, y me he dejado las otras dos para más adelante, porque no me quiero terminarlas todas tan pronto y quedarme sin nada de ella que leer. Es algo magnífico. A sus cuentos no les sobra ni les falta nada, cada detalle por más nimio que sea dice muchísimo, se nota tanto que estos relatos han sido trabajados hasta la extenuación, rescritos incontables veces. Leyendo Hempel una tiene la sensación que le han hecho un regalo de lo más valioso y no puede hacer nada más que estar terriblemente agradecida. Al principio sus cuentos pueden desconcertar, pero una vez te sumerges en ellos te das cuenta de que te hablan de cosas tuyas e íntimas de las que muy pocos escritores antes te han hablado.

Soy perfectamente consciente que en estos tres párrafos (prácticamente) no he dicho nada, así que os dejo con unos pocos cuentos de Hempel para que hablen por sí mismos:

- 'La cosecha'
- 'In the Cemetery Where Al Jolson is Buried'
- 'Today Will Be a Quiet Day'

miércoles, 8 de septiembre de 2010

'Un día perfecto para el pez plátano' y 'El tío Wiggily en Connecticut' de J.D. Salinger


Me he propuesto releer todo Salinger. Poco a poco y con buena letra (o no). La mayoría de cosas será la cuarta vez que las leo, pero estoy segura de que me gustarán tanto (o incluso más) que la primera. Intentaré ir comentando aquí todo a medida que vaya leyendo. Espero que la pereza o las obligaciones no me lo impidan. Empiezo con los dos primeros relatos de 'Nueve cuentos': 'Un día perfecto para el pez plátano' y 'El tío Wiggily en Connecticut'.

Entre las cosas que más me gustan (y más envidio) de Salinger son los diálogos. Suenan tan reales, tan auténticos, tan cuotidianos. Parece que hablan de nada, pero en realidad acaban contando tanto. Realmente me encanta como muchos de los cuentos de Salinger (como estos dos primeros) están construidos casi enteramente con diálogos, sin casi nada de narración, y aún así (indirectamente) acaban explicando tantas cosas. Es magnífico.

Otra de las cosas que me encantan de Salinger es que casi en todas sus obras hay niños y adolescentes. Mientras que hay muchos escritores en los que todos los adolescentes y especialmente todos los niños son iguales, en Salinger uno ve que todos tienen personalidades distintas. Aunque la Sybil de ‘Un día perfecto para el pez plátano’ y la Ramona de ‘El tio Wiggily en Connecticut’ aparezcan tan brevemente, a Salinger le bastan un par de pinceladas para dotar estos personajes de personalidades propias. Por supuesto que son niñas-listas-y-repelentes pero son adorables, sobre todo Ramona, con sus gafas, sus botas de agua y su necesidad de inventarse amigos imaginarios.

Me encanta la estructura en tres partes de ‘Un día perfecto’, a pesar de que (a diferencia de muchos fans) no lo considero el mejor cuento de Salinger: la primera parte con la conversación telefónica entre la mujer de Seymour Glass y su madre, la segunda parte con la conversación entre Seymour y Sybil, y finalmente el desenlace. Me encanta que Seymour no aparezca desde el principio, sino que primero se nos presente a través de los ojos de su suegra, que luego lo veamos aparentemente feliz conversando y jugando con una niña, en una imagen que no concuerda para nada con la que se ha hecho la suegra, y que al final llegue el desenlace sin que sepamos ni remotamente por qué se suicida Seymour. Es como si el cuento nos dijera que, a pesar de todas las cosas bonitas que hay en el mundo (porque la parte con Seymour y Sybil es realmente bonita), a veces no hay suficiente para soportarlo. Y es terrible. Y eso que Seymour a mí nunca me ha caído bien.

Durante mucho tiempo creo que ‘El tío Wiggily’ fue mi cuento de Salinger favorito. Probablemente porque yo era muy joven y es el que tiene una lectura más fácil y directa. Ahora aún está entre mis favoritos, pero no tanto, y me sigue pareciendo brillante la forma en la que poco a poco vamos descubriendo la infelicidad de Eloise y también la manera en que (la pobre) Ramona roba todas las escenas en las que aparece. El final me parece demoledor, como tendrían que ser todos los finales de todos los cuentos, porque la tragedia no es que Eloise antes fuera feliz y ahora ya no lo sea, la tragedia es que Eloise antes era una buena chica y ahora se ha convertido en una amargada egoísta y cruel. Y esta revelación final me parece genial y convierte el cuento en un cuento realmente devastador.

_______________
Enlace a los 'Nueve cuentos' de Salinger íntegros y traducidos al castellano.

domingo, 5 de septiembre de 2010

'La línea de la belleza' de Alan Hollinghurst


El protagonista de “La línea de la belleza” de Alan Hollinghurst es Nick Guest, un joven de veinte años, de clase media-baja y de provincias, que acaba de terminar sus estudios en Oxford y se traslada a vivir a Londres a casa de su amigo Toby, del que está perdidamente enamorado, con el inconveniente de que Toby es irremediablemente heterosexual. Toby vive con sus padres: Gerald, que es la nueva promesa del partido de los Tories y que acaba de ser elegido diputado, y Rachel, procedente de una familia con una gran fortuna y raíces aristocráticas. En la casa también habita Catherine, la hermana de Toby, con tendencia a la depresión y a la autodestrucción. Con semejante planteamiento, la primera referencia literaria que viene a la cabeza es “Retorno a Brideshead” de Evelyn Waugh, pero a medida que vamos leyendo nos damos cuenta que la mayor influencia es la de Henry James, pero el Henry James más durillo, el fetichista de las antigüedades y el estilo lujuriosamente rebuscado. Es algo de lo que Alan Hollinghurst no se esconde (todo lo contrario) y también algo que es fácil adivinar porque Nick precisamente está escribiendo su tesis sobre James.

“La línea de la belleza” tiene una estructura de una novela clásica de finales del siglo XIX o principios del XX, pero habla (entre otras cosas) de sexo, homosexualidad, cocaína, sida y Margaret Thatcher. Uno de sus mayores logros es el estilo en el que está escrito, sin duda digno sucesor del de Henry James, un estilo elegante, trabajado, y exuberante, que se mueve entre la delgada línea que separa la belleza sublime del ridículo de los excesos barrocos. Pero lo que es su mayor logro a veces también le va a la contra, porque Hollinghurst en ocasiones se pierde en el estilo y opta por describirnos mil y una fiestas y reuniones sociales de la clase bien, mientras que elide las escenas dramáticamente más interesantes. Es una novela de estilo y reflexión más que de emociones. Aún así, cuando Hollinghurst por fin se decide a regalarnos una escena emotiva lo hace con una intensidad apabullante. Estas abundan al final del libro, cuando la sida ya ha hecho estragos y cuando se nos contrapone el Nick del presente con el Nick inocente y lleno de ganas de vivir y de enamorarse del principio. “La línea de la belleza” empieza y termina con unas elecciones, entre ellas pasan cuatro años, en los que Nick vive en el limbo que hay entre el fin de la vida de estudiante y el inicio de la vida de adulto.

Son los ochenta y, aunque Margaret Thatcher sea Primera Ministra, parece que la homosexualidad ya no es un tabú. Nick ha salido del armario y parece que todo el mundo lo ha aceptado con la mayor naturalidad, pero esto sólo son las apariencias. Nick es aceptado siempre que su orientación sexual no sea algo visible, sino algo abstracto a lo que no se haga referencia prácticamente nunca. “La línea de la belleza” construye un retrato de la hipocresía de una época, respecto no sólo la sexualidad sino también las diferencias de clase y al racismo. Hollinghurst edifica un gran fresco que retrata las mezquindades de una clase social con tono casi satírico. Es una obra en la que difícilmente podremos sentir empatía por los personajes. A medida que la historia avanza, vamos descubriendo sus defectos y sus miserias, y nos damos cuenta que en realidad son un montón de seres despreciables. El punto culminante es el encuentro de Gerald con los votantes de su distrito a los que trata con un paternalismo, unos aires de superioridad y un mal disimulado asco de lo más rastreros. Sin embargo, incluso es difícil simpatizar con Nick, por la vergüenza que le producen sus padres y sus orígenes humildes, y porque es vanidoso y narcisista hasta extremos obscenos. “La línea de la belleza” es una crítica social terriblemente dura y cruel, pero no por esto exenta de humor. Pero también es una novela sobre descubrir el sexo, hacerse mayor, llevarse decepciones, aceptar que la vida nunca será como la habías planeado, descubrir que las personas en las que confías te pueden defraudar, y aprender a encararse con la muerte.