miércoles, 31 de marzo de 2010

'Corto viaje sentimental' de Italo Svevo


Italo Svevo es uno de los escritores más injustamente minusvalorados de la historia. También es uno de mis favoritos. Italo Svevo es el pseudónimo de Ettore Schmidt, que nació y residió casi toda su vida en Trieste. Su padre era un comerciante alemán y judío y su madre era italiana. Paradójicamente su lengua materna fue el alemán, pero siempre escribió en italiano. Fue un intelectual de provincias en toda regla: banquero de profesión, frecuentaba la biblioteca pública de su ciudad, era autodidacta y escribía de noche, y también colaboraba en el periódico local. Publicó las novelas ‘Una vida’ y ‘Senectud’ que fueron tal fracasó que le desanimaron de cualquier nuevo intento. Más tarde, Svevo se apuntó a una academia para aprender inglés y allí conoció a James Joyce, que hacía de profesor, se hicieron amigos y éste le animó a volver escribir en la que es mi coincidencia favorita de toda la historia de la literatura. Así que después de 25 años sin publicar volvió con ‘La conciencia de Zeno’, que quizás sea su obra más perfecta.

Después de la muerte de Svevo, se encontraron varios manuscritos no publicados. A mí me gusta imaginar a Svevo como un hombre que, a pesar de los desengaños, nunca se desanimó del todo y que siguió escribiendo, más quizás por él que por publicar. ‘Corto viaje sentimental’ es una de las obras que se publicaron póstumamente. Svevo siempre escribe sobre pringados que llevan una vida gris y lo hace con un estilo particular que se caracteriza por describir minuciosamente todos los detalles, incluso (o especialmente) los más banales; Svevo es un maestro a la hora de describir psicológicamente a sus personajes y lo hace siempre con un sentido del humor sutil pero delicioso.

‘Corto viaje sentimental’ es un relato breve que cuenta el trayecto en tren de Milán a Trieste del señor Aghios, un hombre viejo que en esta ocasión viaja solo, que convive con su esposa como conviviría con un extraño y que tiene un hijo engreído que lo considera un pelagatos (y probablemente tenga razón). El señor Aghios está contento de poder disfrutar de la libertad de viajar sólo. Él se tiene por un hombre de mundo con ideas nobles y avanzadas, pero en realidad es sólo un provinciano nostálgico y sentimental. En el viaje se encontrará con un comerciante pomposo y fachenda, un matrimonio de campesinos pobres y un joven enamorado, y ante todos intentará (como todos lo hacemos) esconder sus inseguridades y sus prejuicios, sin mucho éxito todo se tiene que decir. El señor Aghios es una persona de una ingenuidad que en los niños se considera adorable pero en un adulto es ridícula. Y una vez más en Svevo la gracia de la obra está en adentrarnos en la psicología de un hombre que tiene una imagen de sí mismo distorsionada. Sin embargo, la corta extensión impide que se pueda profundizar del mismo modo que lo hace en las novelas, y lo que nos cuenta nos acaba pareciendo más bien una simple anécdota.

Mi edición de ‘Corto viaje sentimental’ (la de Alianza Editorial) se completa con tres relatos más (también póstumos): ‘Las confesiones del viejo’, ‘Umbertino’ y ‘Mi ocio’, que en realidad he preferido al relato que da título al libro, y que en realidad tienen el mismo protagonista, de modo que más bien parecen borradores de una futura novela, que bien podría verse como una continuación de ‘La conciencia de Zeno’, porque ahora el protagonista es ya un anciano pero se ve envuelto en la misma cotidianidad y atrapado en las mismas circunstancias que Zeno. Estos tres relatos nos cuentan el distanciamiento del protagonista con sus dos hijos, el acercamiento a su nieto y la historia con su última amante. Una vez más, se trata de un hombre pusilánime y ninguneado en su propia casa. Una vez más, un personaje gris pero complejo y rico psicológicamente, descrito con minuciosidad pero dejando para el lector la tarea de reconstruir su personalidad. Realmente delicioso.

martes, 30 de marzo de 2010

Teaser Tuesday: 'El cielo se cae'


El papá de Zeffirino se quita el cinto cuando está enfadado y corre tras él gritando y lo azota con el cinto. También la mamá de Lea y de Pierino se lía a guantazos con ellos si no trabajan, y si corren y no se dejan atrapar, se quita los zuecos y se los tira.
¡Ah!, cómo me gustaría que el tío me azotara con el cinto y me pegara, en lugar de mirarme con ese aire de reproche y dejarme sin palabras y sin sonrisa durante días enteros.

Las camareras nos llamaron para bañarnos y mandarnos a cenar. Después de la cena nos mandaron a la cama.

Annie puede quedarse levantada diez minutos más que nosotras, porque es mayor, y luego va y se sienta en la mecedora como una reina y nos mira con conmiseración. Nosotras besamos en la mejilla al tío, a Katchen y a Marie. A los invitados les hacemos una inclinación.

A menudo, cuando he sido mala y me acerco al tío para darle el beso de buenas noches, él aleja su cara de la mía y me rechaza con aire de reproche.

Aquella noche Annie estaba sentada en la mecedora y me puso la zancadilla, entonces salté sobre ella, un poco por envidia, y otro poco por rabia, y le tiré de las trenzas. El tío, al ver aquello, me hizo rellenar diez páginas diarias de mi cuaderno de castigos con esta frase: "No hay que tirar de las trenzas".

Hojeé el cuaderno. Estaba casi acabado. Estaba lleno de frases como éstas: "No debo decir mentiras", "No debo tirar tazas ni platos a la cabeza de nadie", "No debo cortar con las tijeras los vestidos que no me gustan", "Debo ser amable, obediente y respetuosa", "No debo contestar cuando me regañan", "No se habla en la mesa con la boca llena", "No se mira por el ojo de la cerradura", "No se les pone la zancadilla a las criadas", "No se pisotea el trigo en los campos", "No se ensucian las paredes con dibujos y con las manos sucias", "No se rompen los cristales de las ventanas tirando piedras", "No se vive encima de los árboles", "No se habla en voz alta", "No se cantan himnos fascistas cuando el tío duerme", "No se juega con los hijos de los campesinos", "No se le da confianza a la servidumbre, "No se acuesta uno vestido".

'El cielo se cae' de Lorenza Mazzetti (pp. 37-39)
(traducción: Francisco de Julio Carrobles)


domingo, 28 de marzo de 2010

'El abanico de Lady Windermere' de Oscar Wilde


Ya aviso que ésta probablemente será otra entrega de mi larga serie de “opiniones impopulares”. No soy fan del teatro de Oscar Wilde. El mayor problema creo que está en que Oscar Wilde es uno de los autores más citados de la historia. Has oído tantas veces citas suyas fuera de contexto que cuando las ves inseridas en su contexto original te suenan forzadas, falsas, metidas con calzador, “la gente nunca ha hablado así, soltando aforismos” dices. Otro problema que me cuesta digerir es que sus altas comedias aristocráticas son terriblemente conservadoras. Los diálogos frívolos tienen apariencia de ser muy rompedores y muy críticos con la sociedad que retratan, pero el fondo es totalmente conservador: los matrimonios no se rompen porque el amor auténtico existe, los nobles en el fondo son buenos y honestos, y todo se aclara finalmente de una forma perfectamente civilizada y feliz. Y que sean unas obras tan conservadoras significa también que son unas obras terriblemente predecibles. Y creo que es en ‘El abanico de Lady Windermere’ donde estos defectos (a mi modo de ver) son más flagrantes.

No sé si vale mucho la pena contar el argumento: una joven huerfanita, bella, pura y honesta sospecha que su marido le es infiel con una mujer mayor a la que visita regularmente. También hay un soltero de oro que va de cínico por la vida pero que luego resulta que es un idealista y que está enamorado de esta joven huerfanita. A partir de ahí los enredos se suceden de forma previsible, puntuados con diálogos ingeniosos y en ocasiones brillantes. Ciertamente está bien escrita, con una estructura clásica que funciona, pero a la vez es tan poco original. Es la más melodramática de las obras de Wilde. Exageradamente melodramática. Realmente hay muy poca comedia. Todos los personajes me han parecido realmente sosos (son demasiado buenos y/o tópicos para ser interesantes). El único que se salva es Lord Darlington. Lord Darlington y los diálogos ácidos burlándose de las costumbres de la alta sociedad, por más que sea una burla inofensiva.


martes, 23 de marzo de 2010

Teaser Tuesday: 'El gran mundo'



Mac dormía al lado del porche, en una habitación que había hecho con la ayuda de un colega de los tranvías. Estaba recubierta de libros desde el suelo hasta el techo y había más libros apilados bajo el somier de alambre y a ambos lados del pasillo. Mac no los había leído, o al menos no todos: estaba guardándolos para su jubilación. Sin embargo, le había echado un vistazo a la mayoría. ¿Cómo resistir la tentación? Los viernes por la noche, cuando volvía a casa, justo después de comprar un nuevo lote, se quedaba largo rato examinándolos, pero se conformaba luego con guardarlos hasta que fuera el momento.

Tenía manuales técnicos sobre todos los temas, desde encuadernación hasta telegrafía, novelas, diarios, libros de viaje, de psicología, de historia: ésos eran sus gustos. Desde niño había sido buen lector, como Digger. Leía todo lo que caía en sus manos: Shakespeare, Shaw, Dickens, Jack London, Victor Hugo. Digger y él se contaban sus personajes preferidos y relataban pasajes en medio de risas y, un buen día, Digger, con cierta timidez, recitó de memoria algunos fragmentos de Hamlet y de Enrique V. Eran los preferidos de Mac.

'El gran mundo' de David Malouf (p. 146)
(traducción: Juan Tafur)


martes, 9 de marzo de 2010

Teaser Tuesday: 'El hombre del traje gris'



Mientras conducía el viejo Ford de regreso a Westport, Tom se decía que él había vivido en cuatro mundos completamente separados. Uno era el mundo loco, poblado de fantasmas, de su abuela y de sus difuntos padres; otro, el mundo aislado en el que había actuado de paracaidista, del cual era mejor no acordarse; otro, el mundo pragmático de edificios con tabiques de cristal opaco como la United Broadcasting Corporation y la gundación Schanenhauser. Y por último un mundo completamente independiente, el de Betsy y Janey y Barbara y Pete, el único de los cuatro que valía la pena. Tom se dijo que había de existir alguna conexión entre aquellos cuatro mundos; pero era mucho más fácil pensar en ellos como si estuvieran enteramente separados.

'El hombre del traje gris' (p. 33) de Sloan Wilson
(traducción: Baldomero Porta)



lunes, 8 de marzo de 2010

'El peregrino encantado' de Nikolái S. Leskov


‘El peregrino encantado’ de Nikolái Leskov es una novela totalmente rusa. Y cuando digo que es “una novela totalmente rusa” ni siquiera yo misma sabría explicar por qué, pero es así. Es una novela de aventuras y de humor, una novela costumbrista y picaresca, y en todos estos aspectos es de lo más rusa. Seria como un ‘Tristram Shandy’, pero en ruso, y en bueno. Tiene también esa religiosidad rusa, algo laica y supersticiosa, que a mí siempre me ha fascinado, con apariciones de muertos que traen mensajes del más allá incluidas. Decir que es un libro que transmite lo que es el alma rusa (con todo lo bueno y todo lo malo) sonaría muy pretencioso, pero sería la pura verdad.

Durante un viaje en barco por el lago Ládoga, todos los pasajeros se fijan en uno que llama especialmente la atención, va vestido con hábito de monje pero por su porte cualquiera puede ver que ha llevado una vida mucho más azarosa que la de cualquier monje. Este misterioso pasajero, instado por todos los demás, durante el viaje, les relatará su vida y efectivamente resultará tan exuberante y tan llena de aventuras como todos se habían imaginado. La novela es puro entretenimiento, por más que sea entretenimiento decimonónico ruso, pero es un entretenimiento aún totalmente válido, porque el caso es que te atrapa y no te suelta, y la lees pensando que es una lástima que ya no se escriban obras como ésta.

El pasajero con hábito de monje se llama Ivan Severiánich y empezó su existencia siendo un simple hijo de siervo que se cuidaba de los caballos de su señor, pero por culpa de una gamberrada tuvo que marcharse y así empezaron sus peripecias en las que siempre se acaba encontrando en un callejón sin salida del que parece que no podrá salir airoso, pero en el último momento gracias a una jugada del destino consigue salvarse. La mayor parte de su vida la pasa siendo tratante de caballos, pero también trabaja como niñera, soldado y actor, e incluso acaba siendo cautivo de los tártaros, que son retratados como unos seres más malvados y crueles que el demonio en persona. Es una novela divertida, trepidante, fresca y muy bien escrita. Recomendable para cualquiera que sienta un mínimo interés por la literatura rusa.


jueves, 4 de marzo de 2010

'El distrito de Sinistra' de Ádám Bodor


Un hombre llega al distrito de Sinistra, una zona fronteriza que parece detenida en el tiempo y regida por unas leyes casi kafkianas, en busca de su hijo adoptivo. Allí le dan el nombre (la documentación, y la identidad) de Andrei Bodor y diversos oficios de lo más sórdidos, incluso el de vigilar los cadáveres en la morgue. Le dijeron que su hijo adoptivo vivía con los cazadores de montaña, pero para llegar allí se tiene que disponer de un permiso especial, así que el protagonista esperará años y años la oportunidad de llegar hasta allí, sin desvelar nunca sus intenciones porque esto probablemente desbarataría todos sus planes. En realidad tampoco es que el protagonista sienta un afecto especial por su hijo adoptivo, lo que pasa es que es la única persona que le queda en el mundo y, como no tiene nada que hacer, decide buscarla. Durante todos los años que pasa esperando la oportunidad de ver a su hijo adoptivo, el protagonista pasa a ser un miembro más de esta sociedad cerrada y opresiva, sólo que en realidad nunca llega a ser realmente un miembro de esta sociedad, porque esta sociedad es tan kafkiana que todos sus miembros son forasteros.

Para los que ya hemos leído algún otro libro de Ádám Bodor, éste da todo lo que se puede esperar de un libro de Ádám Bodor: una atmósfera inquietante, personajes inquietantes y una trama inquietante. Sólo que no es lo mismo. No sé si es que después de leer ‘La visita del arzobispo’, ya ha desaparecido el factor sorpresa, o si es que realmente ‘El distrito de Sinistra’ es inferior a éste otro libro de Bodor que yo ya había leído anteriormente. El caso es que ‘El distrito de Sinistra’ no me ha parecido ni la mitad de bueno que ‘La visita del arzobispo’. Éste último era mucho más angustiante, con una trama circular y perfectamente resuelta, mientras que ‘El distrito de Sinistra’ al llegar a la mitad se deshincha, se alarga innecesariamente y se resuelve de una forma torpe. Sigue siendo un libro originalísimo y de lo más personal, pero ni la mitad de intenso y bien resuelto.