sábado, 31 de diciembre de 2011

'Pétalo carmesí, flor blanca' de Michel Faber





Siempre, cada principio de año, uno de mis propósitos es leer más libros gordos. Por supuesto, siempre fracaso. Este año sólo he llegado a leer diez libros de más de 350 páginas, pero de estos diez se tienen que descontar cuatro, porque son cómics y, no nos engañemos, los cómics (por buenos que sean) no cuentan como libros gordos, porque se leen mucho más rápido. Así que sólo he leído cinco novelas de más de 350 páginas y, de estas cinco, sólo dos tienen más de 500. Una de estas es ‘Las Bostonianas’ de Henry James, que tiene 527 páginas. Y luego está el libro más gordo que he leído este año. Con diferencia. ‘Pétalo carmesí, flor blanca’ de Michel Faber, que tiene la friolera de 1031 páginas, todo un récord para mí.

Soy consciente de que esto que me asusten los libros gordos da una impresión de lectora superficial, pero es que me asustan. Atribuidlo también un poco a una tendencia obsesiva-compulsiva mía que hace que mientras leo algo gordo no paro de pensar en todos los libros que no estoy leyendo en aquel preciso momento. Aún así, ‘Pétalo carmesí, flor blanca’ se lee muy bien, que dicen. Nunca tuve la tentación de abandonarlo. Para resumir, te engancha.

Antes de este año nunca había oído hablar ni de esta novela ni de Michel Faber. Pero como soy una fan de cualquier miniserie de época que hace la BBC acabé viendo a adaptación que hicieron este año, con Romota Garai, y me encantó. Tanto que me dije que tenía que leer el libro. El problema es que, aunque me ha gustado, el libro no ha estado a la altura de las expectativas. Reconozco que mis expectativas eran muy altas, pero esa sensación de que esperabas más y de que muchas de las posibilidades que tenía un punto de partida tan genial se han desaprovechado siempre te deja muy mal cuerpo.

El problema es que creo que la miniserie es mejor que el libro. Me gusta creer que no es porque la vi antes de leerla. Y os lo puedo demostrar, creo. Como he insinuado el punto de partida es inmejorable: se trata de una revisión posmoderna de la época victoriana protagonizada por dos mujeres que son las dos caras de una misma moneda, una prostituta que escribe y que desprecia los hombres y una variación del arquetipo de “la loca del desván”. El problema es que la novela, de posmoderno, sólo tiene el punto de partida. Soy la primera de aborrecer el posmodernismo que sólo pretende rizar el rizo, pero aquí sí que eché en falta más metaficción y comentario social/literario. Me esperaba que fuera como ‘Posesión’ de A.S. Byatt y acaba pareciéndose más a un best-seller histórico.

No nos engañemos, ‘Pétalo carmesí, flor blanca’ tiene una estructura y un alma de best-seller. Best-seller muy bien escrito, original y con un estilo personal, pero best-seller al fin y al cabo. Se nota que lo más importante para el autor es la trama, es decir, lo que pasa, no cómo pasa. Y cuando ya sabes la trama (porque has visto la miniserie) inevitablemente te sabe a poco. Lo disfrutas, pero te quedas con la sensación de querer más. Y ahora digo porque la miniserie me parece mejor, porque estilísticamente sabe subrayar visualmente los paralelismos y las dobles lecturas que ya hay en el libro, pero que en el libro quedan como demasiado improvisadas y sueltas. El libro fluye, ciertamente, pero fluye en una única dirección, llevado por la corriente de la trama, pero se olvida de marcar el compás, por decirlo de algún modo. La miniserie cuida mucho más el estilo.



Aún así, el libro me gustó. Lo repito, te engancha y nunca tienes intención de abandonarlo. Y además, su naturaleza le permite más extenderse en detalles históricos pero también desarrollar más a personajes secundarios como Henry Rackham (el hermano del protagonista que desea ser cura pero se siente incapaz de ello porque está torturado por ciertos deseos sexuales) y la señorita Fox (una mujer tísica que quiere rescatar a prostitutas de la mala vida y que no se preocupa nunca por “el que dirán”). Estos dos personajes son mi debilidad y la compleja relación de tensión sexual no resuelta que se establece entre ellos es una auténtica delicia. También conocemos muchas más cosas del pasado de Agnes Rackham (“la loca en el desván”). Pero el protagonista sigue siendo un insufrible egoísta, como tiene que ser. Y luego está Sugar, la prostituta que escribe, y que yo siempre digo que esta historia es la historia de amor entre dos mujeres que no se conocen.

viernes, 30 de diciembre de 2011

'El inicio de la primavera' de Penelope Fitzgerald




Es bueno que los humanos sean la única raza que tropieza dos veces con la misma piedra, porque sino no daríamos segundas oportunidades a cosas que la primera vez han ido mal, y sino yo no hubiera descubierto nunca lo maravilloso que es ‘El inicio de la primavera’. De Penélope Fitzgerald leí ‘La librería’ y, a pesar de que es un libro del que sólo encontraréis buenas críticas, a mí me decepcionó muchísimo, básicamente porque me pareció previsible, simplón, soso y superficial. Pero, a pesar de esta primera experiencia tan mala, me animé a leer algo más de Fitzgerald y ahora me alegro muchísimo de haberlo hecho.

Después del párrafo de introducción, de rigor según mi libro de estilo, que casi nunca dice nada y casi siempre os podéis saltar, ahora viene cuando intento argumentar por qué me ha gustado el libro (o no). Luego ya, para el final, viene lo de contar el argumento. El caso es que los defensores de Penélope podrían decirme (con mucha razón) que su estilo es el mismo en ‘La librería’ que en ‘El inicio de la primavera’, un estilo que quiere parecerse al de Jane Austen, pausado y elegante, con apariencia costumbrista y una ironía sutil de fondo. E incluso podrían añadir que la única diferencia es que una pasa en Inglaterra y la otra en Rusia. Pero ahí sí que ya no les daré la razón, porque yo creo que si me ha gustado tanto no es sólo porque pase en Moscú y yo tenga debilidad por todo lo ruso.

El protagonista de ‘El inicio de la primavera’ es un impresor de origen inglés pero que se crió en Rusia y ha vivido la mayor parte de su vida allí. Todo empieza cuando su mujer le deja, sin dejar ninguna nota ni ninguna pista. Y la novela va de cómo él reacciona o no reacciona ante este hecho. Diría que en último término es una novela de cómo las circunstancias que nos rodean nos modifican el curso de la vida y como tenemos que adaptarnos a ellas. Parece que no va de nada, pero va de mucho. Se centra en la cotidianeidad de la vida diaria, y esto que parece que podría hacerla muy pequeña es lo que la hace muy grande.

Me quejaba de que ‘La librería’ era previsible y una de las cosas que más me han gustado de ‘El inicio de la primavera’ es que no es nada previsible. Es un libro que no acaba de encajar en ningún género novelesco concreto y hasta cierto punto esto te desconcierta. Vas leyendo y no tienes idea de por dónde va a tirar. Y ésta es una sensación magnífica. Es una novela que te acoge en su casa y te hace sentir comodísima. Me es muy difícil decir por qué es tan deliciosa esta novela. Al fin y al cabo, no pasa nada y los personajes son planos, muy honrados y nobles todos ellos. Incluso hay unos niños sabelotodos que en otros libros me hubieran puesto de los nervios, pero aquí, si bien no me han gustado, al menos los he tolerado, y esto en mí ya es todo un triunfo.

Como he dicho, ‘El inicio de la primavera’ es muy rusa; hay samovares, políticos asesinados, estudiantes, revolucionarios, criados, tolstoianos, un oso, una dacha, vodka, espías para el gobierno, pasaportes internos y externos, etc. Sucede en 1913 y la revolución ya amenaza con estallar y los extranjeros que viven en Rusia saben que en cualquier momento se pueden ver obligados a marchar. La historia empieza en invierno y poco a poco el hielo se va fundiendo y la primavera se abre paso, hasta que todo culmina el día que abren las ventanas. Está todo tan minuciosamente descrito que es una delicia. Pero también tiene un toque inglés, que se ve sobre todo ese costumbrismo irónico y en la descripción de la pequeña sociedad llena de prejuicios que forman los ingleses que habitan en Moscú. Lo último que diré para tratar de convenceros que esta obra es una maravilla es que se nota que está muy bien tejida, con amor y esmero, y que en su simplicidad y su cotidianeidad está la belleza.

sábado, 24 de diciembre de 2011

¡Feliz Navidad!



¡Felices Fiestas a todos los que tenéis la amabilidad de tomaros el tiempo de seguir, leer o comentar en este humilde blog! ¡También a los que os pasáis ocasionalmente! Siempre todos sois bienvenidos.


martes, 6 de diciembre de 2011

'La balada del café triste' de Carson McCullers



Me da la sensación que de un tiempo a esta parte empiezo todas mis reseñas contando que antes había empezado un libro de cierto autor pero que no lo había terminado y tengo la sensación que esto no dice mucho a mi favor como lectora. Pero es así: no termino ni mucho menos todos los libros que empiezo. A veces porque no me dicen nada o simplemente no los soporto. Pero no siempre. A veces simplemente porque me canso de ellos. Confieso que uno de mis muchos defectos es la impaciencia, algo que como lectora se agudiza, porque muchas veces mientras leo voy pensando: “Estás leyendo esto y tardarás mucho en terminarlo, y en todo este tiempo podrías estar leyendo muchas otras cosas, otras cosas que probablemente te llegarían más”.

Pues esto me pasó con ‘El corazón es un cazador solitario’ de Carson McCullers, que empecé pero no terminé. Ahora he leído ‘La balada del café triste’ (que es notablemente más corta), la he terminado y me ha gustado, pero no me ha entusiasmado. Confieso que los escritores llamados “sureños” pocas veces me entusiasman. Sólo llegó a entusiasmarme William Faulkner, pero esto fue hace muchos años, cuando era joven e impresionable, y temo que, si ahora lo releyera, su estilo recargado me pondría de los nervios. Truman Capote la mayoría de veces me parece soso y, aún las pocas veces que me gusta (‘A sangre fría’ y ‘Desayuno con diamantes’), encuentro que está bien pero le falta algo. Luego me compré los cuentos completos de Flannery O’Connor en formato de bolsillo y sólo llegué a leer tres o cuatro. Y Tennessee Williams la mayoría de las veces me parece de lo más irritante.

En general creo que mi mayor problema con los escritores del Sur de Estados Unidos es que les gusta demasiado el feísmo por el feísmo y sus personajes son tan extremos y/o histriónicos que me cuesta creerlos. En general escriben bien pero siempre hay algo que se interpone entre la historia y yo. Por ejemplo, en ‘La balada del café triste’ me ha encantado como describe el ambiente de un pueblo en medio de ninguna parte, una realmente siente como si estuviera allí, en medio de aquellos hombres toscos y parcos en palabras, respirando ese olor a polvo y a tristeza llena de resignación. Y no niego que los dos protagonistas no sean curiosos, pero me cuesta creérmelos y más aún la historia de amor entre un jorobado y una mujer solitaria y ruda. No porque no sea posible, sino porque no se me explica.

Soy de la opinión que Carson McCullers se afana en describir un lugar y se olvida de los sentimientos de los personajes. Puede que ésta sea su intención, porque no se puede negar que el narrador adopta un punto de vista muy distanciado respecto los hechos que nos cuenta y, así, a mí me es muy difícil empatizar con ellos. Además, la forma de resolver el conflicto me ha parecido algo burda. La obra tenía que acabar de la forma en que acaba, pero no entiendo cómo se llega hasta ahí: no entiendo por qué el jorobado pasa de idolatrar a su supuesta prima, que lo ha hecho todo por él, a idolatrar un tipo que le trata a patadas. Supongo que McCullers nos quería decir que las cosas en la vida pasan así y no hay quién las entienda. Pero a mí no me vale. Me gusta que los libros sirvan para entender mejor la vida.


jueves, 1 de diciembre de 2011

'La señora Craddock' de William Somerset Maugham



Antes de ‘La señora Craddock’, de William Somerset Maugham sólo había leído un cuento perdido en una antología de autores ingleses y unas cien páginas de la ‘Servidumbre humana’. Aunque mi primer contacto con él, aún antes de todo esto, fue con la magnífica película ‘Of human bondage’ con Leslie Howard y Bette Davis. Y ya desde este primer encuentro intuía que iba a ser un escritor que me iba a gustar y, claro, cuando me enteré que era tímido y tartamudo aún me cayó mejor. Y ahora que, por fin, he leído una novela suya entera se han confirmado mis expectativas y siento esa agradable sensación que tiene todo lector cuando descubre un escritor que siente afín y que sabe que le acompañará durante muchos años, porque aún le quedan todos sus libros por leer.

El secreto de William Somerset Maugham es que escribe como los ángeles. Así de simple. Es un estilo limpio, natural, que fluye perfectamente, y que hace que parezca que escribir es lo más fácil del mundo. Es por esto que una novela con una trama muy previsible como ‘La señora Craddock’ te atrapa. Sí, la historia es previsible: chica de buena familia pero venida a menos se enamora de chico de clase más baja que la suya; a pesar de la desaprobación de su entorno se casan; pero luego resulta que la vida en matrimonio no es tan de color rosa como la pintan.

Además, es bastante imposible simpatizar con los dos protagonistas: tanto él como ella son tozudos, egoístas y obtusos. Tampoco son especialmente complejos. Pueden pasar por distintas emociones, pero su carácter no evoluciona, quizás porque Maugham nos quiere decir que las personas no cambian. Quizás en el fondo su desgracia es que no pueden cambiar, son incapaces de adaptarse el uno al otro: ella siempre seguirá aspirando a una vida ridículamente romántica y llena de pasión y él siempre se decantará por el lado práctico y prosaico de las cosas. Y a pesar de todo esto, la novela es una maravilla.

La mayor virtud que tiene es que describe a la perfección las fases psicológicas por las que pasa la señora Craddock: la pasión amorosa, la decepción, el odio y finalmente la indiferencia. William Somerset Maugham se toma su tiempo: narra pausadamente y con todo detalle esta evolución de sentimientos que no de carácter. Y la forma en que lo hace es envidiable. Al fin y al cabo, lo que cuenta es que en toda relación amorosa hay uno que ama y otro que se deja amar (como en la ‘Servidumbre humana’) y esto es algo con lo que probablemente todo el mundo se pueda identificar.

Otras pequeñas virtudes de la novela: el personaje de la señorita Ley, una tía soltera de la protagonista, ingeniosa, irónica y divertidísima; que la señora Craddock sienta deseo sexual, ya que si se casa con su marido es simplemente por la atracción física que éste le despierta; como señala el hecho de que al principio de una relación todo lo del otro nos parece encantador, pero que luego hasta el más mínimo detalle que antes habíamos adorado ahora nos parece aborrecible y odioso; la mala leche que se deja intuir en el hecho de que el más tonto del pueblo sea considerado un político de primera; la idea que los humanos acabamos adaptándonos a todo, que acabamos superando todas las desgracias y que en el fondo esto es algo realmente terrible.

lunes, 21 de noviembre de 2011

'Cuentos' de Antón Chéjov




Siempre digo que Antón Chéjov es uno de mis escritores favoritos. Pero mi amor por él se cimienta principalmente en su teatro, porque sus cuentos los he leído mucho menos. En la biblioteca hay un tocho con absolutamente todos sus cuentos y empecé a leerlos de allí, pero el problema (además de que el libro pesa mucho) es que están por orden cronológico y, por más que idolatre Chéjov, tengo que reconocer que sus primeros relatos no son muy chéjovianos; son demasiado sentimentales para mi gusto; la influencia de Guy de Maupassant pesa demasiado y hay poco del estilo personal que tan grande hace Chéjov. El caso es que empecé a leerlos por orden cronológico, pero pronto me cansé, porque aunque no fueran malos eran demasiado sensibleros.

Así que ahora voy leyendo los cuentos de Chéjov a través de varios recopilatorios incompletos, que tienen títulos tan neutros como éste ‘Cuentos’ (de la Editorial Pre-Textos) que he leído ahora. Los cuentos de esta edición están impecablemente escogidos, con la excepción de ‘Vanka’, que es un cuento que ya había leído antes y que odio bastante. Pasa en Navidad y encima va de un niño muy desgraciadito que no tiene nadie en el mundo y sufre mucho, y no hay nadie que le pueda ayudar. Es de esos cuentos sensibleros que mencionaba antes y que me pueden irritar bastante, por más que alguien me pueda venir argumentando que el final tiene un punto de humor amargo y trágico y yo qué sé. Es sentimentaloide. Y punto.

Pero todos los demás son perfectos. ¿Y qué es lo que los hace perfectos? No lo tengo del todo claro, pero estaba yo leyendo un relato titulado ‘La novia’ y de pronto el narrador cuenta que dos personajes estaban en la estación esperando el tren y uno invitó al otro a té y manzanas y me dije: “¡Es esto!” Sí, el té y las manzanas es lo que hace tan perfecto y único a Chéjov. Son estos detalles, en apariencia insignificantes, pero que te hacen revivir la escena como si Antón hubiera estado allí, como si tú estuvieras allí en aquel preciso momento. Y es que en Chéjov todo es tan tangible, tan cercano, tan real.

Los cuentos de Chéjov suceden en los mismos escenarios que sus obras teatrales, tienen los mismos personajes, con las mismas frustraciones de siempre; tienen el mismo sentido del humor amargo y la misma melancolía. Puede que siempre cuente lo mismo: la historia de un personaje desencantado con la vida pero que no le queda más remedio que seguir viviendo, pero siempre con matices nuevos. Me gusta que en los cuentos de Chéjov no haya ninguna revelación, ningún clímax, que todo pase de forma natural y pausada. Se podría decir que en realidad poco pasa, pero esto sólo es en la superficie, porque en la psicología de los personajes se debaten nostalgias mal reprimidas, deseos frustrados, sinsabores no superados, una aversión a la rutina que no se puede disimular, un tedio que lo empaña todo.

Creo que el cuento que más me ha gustado es ‘La novia’, sobre una joven que tiene que casarse pero que se da cuenta que nunca ha querido a su prometido y que sabe que no soportará la vida monótona que le queda por delante. Es como una novela en miniatura, pero lo que me gusta más es que, contrariamente a lo habitual en Chéjov, es algo esperanzadora. La novia al fin puede llevar una vida que la satisface más, aunque es a costa de romper completamente con su vida anterior y hacer daño a los que más la quieren.

Luego también me ha fascinado ‘El profesor de ruso’, sobre un joven que está enamorado y que al fin consigue lo que quiere, pero un día se da cuenta que, a pesar de que está llevando la vida que siempre había deseado, resulta que es una vida vacía e insatisfactoria. Lo que acaba de hacer redondo este relato son dos personajes secundarios (y es que otra de las virtudes de Chéjov es que sabe crear unos secundarios maravillosos con un par de trazos firmes): el profesor de geografía que sólo vive para corregir los deberes de sus alumnos y que no sabe decir nada más que lugares comunes, y la hermana mayor de la enamorada del profesor de ruso, una chica con carácter, inteligente e ingeniosa, pero que parece destinada a quedarse para vestir santos.

Pero es que todos los cuentos son memorables. Está ‘La crisis’ sobre un joven estudiante que es arrastrado a los burdeles por dos compañeros y allí descubre que la realidad no es como se la imaginaba, algo que le angustia tanto que acaba teniendo una crisis y es realmente sobrecogedor como Chéjov narra los momentos en que el protagonista siente tanto dolor que sólo desea morir porque así se terminará de una vez ese dolor. También está ‘El Reino de las mujeres’ protagonizada por una joven que ha heredado mucho dinero de su padre pero se siente terriblemente sola. Y luego ‘La onomástica’, que describe a la perfección la incomunicación que hay entre una pareja de casados y cómo ésta los va alejando irremediablemente el uno del otro.



martes, 8 de noviembre de 2011

'Padres e hijos' de Iván Turguéniev



Este año empecé con la tarea de leer uno de los grandes (grandes por famosos) rusos que me quedaban por abordar. Me refiero a Iván Turguéniev. El libro con el que empecé fue ‘Primer amor’ y, aunque no me desagradó, sí que me decepcionó bastante; pero aún así me dejó con ganas de leer más de este autor. Otro lector que pasaba por este humilde blog tuvo la amabilidad de dejarme un comentario y recomendarme ‘Padres e hijos” y, como prueba de que puedo tardar pero suelo hacer caso de las recomendaciones, aquí quedará la reseña de dicha novela.

Efectivamente, ‘Padres e hijos’ me ha gustado mucho más que ‘Primer amor’. Está igual de bien escrita (con pasajes realmente bellos), pero es más compleja, con personajes más interesantes y mucha más miga. Aún así, tengo que reconocer que me ha gustado más la primera parte que la segunda. En la primera, Turguéniev nos habla de choques generacionales, mientras que en la segunda, como si se olvidara de cuál es el título de la novela, nos pasa a relatar una serie de amoríos, que es un tema literario mucho más sobado que no el de las relaciones entre padres e hijos; y aunque sigue estando bien, es algo mucho más visto.

Supongo que el protagonista de la novela es Bazárov, el nihilista interesado sólo en la ciencia que rechaza cualquier ápice de sentimentalismo. A mí Bazárov nunca me ha acabado de gustar, me ha parecido mucho más unidimensional de lo que él se cree que es, y encima con un desarrollo algo previsible. Mucho más fascinante he encontrado al tío Pável, un exdandy sentimental y un auténtico aristócrata conservador, pero muy irónico e ingenioso. También he encontrado muy interesante a Odintsova, que es la verdadera nihilista de este libro, la que no es capaz de sentir nada más que sentimientos totalmente superficiales y sobre todo tedio.

Como ya he apuntado lo que más me ha gustado del libro es cómo describe la oposición entre la forma de ver el mundo de los jóvenes rusos de mediados del siglo XIX y la de sus padres, pero Turguéniev tiene la habilidad suficiente cómo para que este choque generacional sobrepase las coordenadas espaciotemporales concretas y se convierta en un choque universal que se produce en todas las generaciones. Y lo que aún es más bonito es como, a pesar de lo diferentes que son y de que no hay manera de que se puedan entender, en la relación entre padre e hijo aún hay una corriente de afecto que no se sabe bien cómo expresarse.

Y es que me gusta que existan novelas que traten de algo más que de relaciones amorosas. Muchas veces me da la sensación que todos los autores ponen su empeño en describir relaciones amorosas entre chico y chica y descuidan otro tipo de relaciones (ya sean familiares o de amistad) en las que también hay amor. Ah, y encima, 'Padres e hijos' también tiene algo que no puede faltar en toda buena novela rusa, un duelo, y es de los buenos: los personajes saben que es una estupidez batirse en un duelo pero no tienen otra salida. Y el final también me ha gustado: al principio me pareció algo anticlimático y decepcionante, pero pensado en frío veo que se ajusta muy bien al sentido nihilista de fondo que tienen la obra.

viernes, 4 de noviembre de 2011

'Jakob von Gunten' de Robert Walser



No pasa muchas veces, pero en ocasiones sucede que te cruzas, más o menos por azar, con un libro que no tenías pensado leer, pero en un impulso irracional decides darle una oportunidad, aunque en realidad no estás esperando mucho de él, pero luego empiezas e, inesperadamente, ya en la primera página te das cuenta de que este libro va a ser uno de tus favoritos por lo que te resta de vida. Esto me ha pasado con el ‘Jakob von Gunten’ de Robert Walser.

Tengo que confesar que tampoco ha sido por puro azar que me topé con este libro. En casa tengo una edición de ‘Los hermanos Tanner’ y es un libro que he empezado ya dos veces pero, no por alguna razón, no he llegado nunca ni a la página cuarenta. Y es extraño, porque noto que el libro tiene un potencial maravilloso pero no me acaba de atrapar. Hacía unos cuantos días que lo había rescatado del fondo de una de las pilas de libros que se van multiplicando por el suelo de mi habitación; estaba considerando darle una nueva oportunidad, pero no me acababa de decidir.

Luego fui a la biblioteca y estaba curioseando en los estantes de la uve doble, porque tengo la costumbre de saludar a dos viejos amigos que habitan ahí: los dos libros que me descubrieron a David Foster Wallace (‘Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer’ y ‘Entrevistas breves con hombres repulsivos’). Tiempo después me compré mis propios ejemplares, pero a estos de la biblioteca aún les tengo mucho cariño porque me permitieron descubrir a uno de los autores que más me han marcado. Efectivamente estaban ahí (nunca nadie los saca y esto siempre me pone algo triste), pero al lado también estaba una copia de ‘Los hermanos Tanner’ y luego otro libro de Walser que era un poquitín más delgado. Ojeé la contraportada y vi la palabra “joven” e “internado” y, en una de mis mejores decisiones como lectora, decidí llevármelo a casa.

Si tuviera que describir el ‘Jakob von Gunten’ con dos adjetivos serían “hilarante” y “bizarro” (reconozco que ésta última es una palabra que me encanta, quizás porque no hay equivalente exacto en catalán, pero también porque me encanta como suena, sobretodo en francés, y es en clase de francés dónde lo utilizo más). En teoría va de un chico que ingresa a un internado dónde preparan a jóvenes para ser sirvientes. El internado es como un microcosmos con unas normas ridículas, pero pronto nos damos cuenta que no es nada más que un reflejo del mundo en que vivimos. Es una obra sobre relaciones de poder, fascinación por el ejercicio del poder y la sumisión. Es por esto, pero también por el sentido del humor bizarro, que le debía gustar tanto a Franz Kafka.

La grandeza de esta obra es que nunca sabes si te está hablando en serio o en broma, pero aún así te ríes. Está claro que el autor tiene intención de hacer una obra humorística (por más que de fondo trate temas serios), quiere parodiar un sistema jerárquico llevando hasta el absurdo las normas que lo rigen (y resulta divertidísimo), pero ¿y Jakob? ¿Se mofa de todo el mundo o en realidad se acaba creyendo las chorradas que dice? ¿Resiste hasta el final o se acaba convirtiendo en uno de los seres serviles de los que al principio tanto le gustaba burlarse? Jakob es un chico descarado, burlón y egocéntrico, pero ¿cuánto de mentira y cuánto de verdad hay en lo que nos está contando? Yo, por norma, recelo de todos los narradores en primera persona, pero es que de Jakob no me creo ni una palabra: todo son mofas y delirios de grandeza.

En todo caso, para mí, la obra nos acaba diciendo que la única forma de resistirse a un sistema que nos quiere anular como personas individuales es a través del humor. La burla como única forma de rebelarse ante una maquinaria que nos convierte en seres sometidos a un alto poder. Los que no pueden escapar de un trabajo que los esclaviza sólo tienen la imaginación y la risa como válvula de escape. Y es por esto que aún es una novela totalmente válida, completamente actual. Lo que más me fascina de ella es que trata de unos temas áridos que se han desarrollado hasta la saciedad en la literatura (la individualidad frente a una sociedad alienante y anihiladota) de una forma totalmente nueva y original (a través de la parodia y la ironía).

domingo, 23 de octubre de 2011

'Retratos de Will' de Ann Beattie



Había leído ‘Postales de invierno’ de Ann Beattie y (a pesar de algunos defectos; básicamente un final demasiado feliz y forzado, y nada acorde con el tono general de la novela) me había gustado lo suficiente como para precipitarme a comprar el siguiente libro de la autora tan pronto como me enteré de que había sido publicado. Lo que me pasa siempre: compro de forma compulsiva y luego puedo dejar años sin leer estos mismos libros adquiridos en un frenesí consumista. No ha sido hasta ahora que me he animado a leer ‘Retratos de Will’ y la verdad es que me ha decepcionado mucho. Quizás es que me es más fácil identificarme con veinteañeros a la deriva que no con una madre divorciada indecisa y con un padre divorciado que no piensa más que en sí mismo. Pero me gustaría creer que hay algo más que falla.

Por más que la novela se titule ‘Retratos de Will’, lo cierto es que de Will poco se nos escribe; se centra más en sus padres. Yo creía que iba a hablar de cómo a Will le afecta el divorcio y cosas de este estilo, que por más que es un tema que nunca me ha interesado especialmente (quizás porque mis padres nunca llegaron a divorciarse), era un tema que bien tratado podía resultar interesante. En su lugar habla de treinteañeros al borde de los cuarenta que se encuentran en una encrucijada en sus vidas y que no saben por dónde tirar; algo que se nos ha contado mil veces. Cierto que este tema bien tratado también podía ser interesante, pero es que Beattie lo desarrolla de una forma que a mí me da la impresión que no aporta nada nuevo.

Es cómo si esta historia ya la hubiera leído muchas veces antes y mucho mejor. Encima, como parece que los dos personajes principales (padre y madre) no dan por un libro se meten personajes secundarios con sus historias secundarias que no consiguen en ningún momento interesarme. En general me parece todo muy tópico y previsible, sin la frescura y la vida que había en ‘Postales de invierno’, muy de “clase de escritura creativa” (no tanto por el estilo como por el tema y la forma de abordarlo). También me da la sensación que probablemente las historias hubieran quedado mejor en forma de relato breve, lo cual me hace pensar que cuando alguien se digne a traducir y publicar sus relatos yo otra vez me lanzaré de cabeza a comprarlos (supongo que de esto se puede deducir que, como lectora, o bien no aprendo nunca, o bien no pierdo nunca la esperanza).

Como he dicho, ‘Retratos de Will’ me parece mucho un “ejercicio de taller de escritura creativa”. Y por supuesto, en este tipo de ejercicios nunca puede faltar la escena gratuita de bizarros actos sexuales con menores. Y es algo que me molesta mucho. Digo que es gratuita porque parece está puesta ahí sin ninguna otra intención que chocar al lector, porque después nunca se no habla de las consecuencias ni de cómo se ha llegado allí más que superficialmente. Y es que sí, todo en esta novela me parece muy superficial, nunca va más allá de lo obvio, a veces incluso cae en el costumbrismo por el costumbrismo, así que los personajes nunca acaban de parecerme personas reales. Y no es que sea un libro horrendo (escena desagradable aparte), pero es tedioso, que muchas veces es aún peor.


martes, 4 de octubre de 2011

'Las bostonianas' de Henry James


A pesar de mi poca experiencia con Henry James, me atrevo a decir que no es un autor precisamente fácil: sus descripciones son exhaustivas hasta el paroxismo, el ritmo de la narración es concientemente lento, es pulcro y detallista hasta la exasperación… A veces se pasa de la raya, como en ‘La copa dorada’ (libro que confieso que no tuve fuerzas para terminar), pero a veces se queda justo al límite como por un milagro de equilibrista consumado, como es el caso de ‘Retrato de una dama’ y también ‘Las bostonianas’. Ésta última es una novela que te pide cierto esfuerzo y cierta paciencia, pero al final, una vez has superado los primeros escollos y te has acostumbrado a su forma, la recompensa es muy grande.

Si me preguntan de qué va ‘Las bostonianas’ diría que va de una lesbiana feminista de la segunda mitad del siglo XIX que se enamora de una chica y que en la primera cita ya le pide que se vayan a vivir juntas. Esta descripción del argumento reconozco que es la más llamativa, la que pretende pillar a los lectores por el supuesto morbo, pero no deja de ser cierta. Más exactamente se podría decir que va de una prima y un primo, que se conocen y no se soportan, y luego se enamoran de la misma mujer. La prima es una solterona que ha consagrado su vida a la lucha para la emancipación y la igualdad de la mujer; es una persona seria, apasionada, sufridora y determinada. El primo es un hombre del sur que pasa por dificultades económicas; es el típico caballero del sur, galante con las mujeres pero con un ideario conservador.

¿Y cómo es el objeto de deseo de estos dos primos? Para unos es una furcia que sólo busca atención y elogios, para otros es un ser puro consagrado a la causa feminista. Probablemente ninguno de los dos tenga razón, probablemente sea un poco de las dos cosas; es una oradora comprometida con un talento extraordinario pero también una persona social y alegre. Tiene su punto frívolo y superficial, pero también su punto de luchadora por la igualdad. Y creo que en parte su tragedia es ésta, que está entre dos mundos opuestos y que nadie puede entenderla tal como es. Los dos primos se enamoran de ella pero para cambiarla; parecen ser incapaces de aceptarla tal como es. Aunque también se podría argumentar que la tragedia de esta chica es que es débil de carácter, excesivamente dócil, que se deja llevar demasiado fácilmente por los que la presionan.

No pasa mucho en la novela. Henry James se puede tirar casi 100 páginas para describir una velada, es decir, para narrar no más de unas tres horas. Aunque más que narrar lo que hace James es describir. No narra una historia sino más bien describe la psicología de unos personajes. Describe la oposición de caracteres entre Boston, Nueva York y el Sur. También describe la manipulación, egoísmo, celos y sentimiento de culpa que puede haber en cualquier relación amorosa. En lo que se refiere a la trama, uno pronto adivina qué va a pasar y cómo va a terminar todo, pero esto poco importa, lo que importa es cómo va a pasar lo que sabemos que va a pasar. James es un maestro a la hora de describir la psicología de sus personajes y, encima, es capaz de ser despiadado con ellos al presentarlos como unos seres vanidosos y egoístas, pero tan humanos y reconocibles, y además lo hace todo con una pizca de sutil sentido del humor. De verdad que hacía tiempo que un libro no me maravillaba tanto.


viernes, 30 de septiembre de 2011

'El tiempo sin ventanas' de Elena Chizhova


‘El tiempo sin ventanas’ de Elena Chizhova es una novela contemporánea (escrita en el año 2009) pero con gusto clásico. Ambientada en el San Petersburgo soviético de principios de los 60, está protagonizada por una madre soltera, su hija que no habla y que se comunica a través de sus dibujos, y tres abuelas que se han quedado completamente solas y sólo se tienen las unas a las otras. Estas cinco mujeres formaran una atípica familia, se ayudarán entre si (mientras la madre va a trabajar a la fábrica, las abuelas cuidan de la niña, y en realidad al final todas acabarán cuidando unas de las otras), se querrán y formarán una unidad compacta para intentar sobrevivir, porque ya se sabe que es más fácil resistir si formas parte de un grupo que si vas en solitario.

Es una obra muy triste: las protagonistas las han pasado y siguen pasándolas canutas. Y aún así, está llena de tanta ternura que hay momentos que casi parece una obra optimista. La madre se mata trabajando, las abuelas han perdido a todos sus hijos y familiares queridos porque el estado se los ha quitado de en medio (pero de esto no se habla nunca en voz alta), hay escasez de muchas cosas (pero más que nada de libertad), y la amenaza de un final trágico plana siempre sobre sus cabezas. Y aún así, hay tanto amor en estas páginas que te da la sensación de que es una novela esperanzadora. Es una obra sobre supervivencia, falta de libertad, mujeres fuertes que no se rinden nunca, y sobre cómo la infancia puede ser un paraíso por más que el mundo que te rodee esté lleno de crueldad.

Me encanta la forma en que las historias que cuentan las abuelas se introducen no sólo dentro de la obra sino también dentro de la imaginación de la niña, distorsionando a veces su percepción de la realidad. Me encanta lo carismáticos y bien trazados que están los personajes de las tres abuelas, que al principio parecen todas iguales pero poco a poco, a medida que nos adentramos en su pasado particular, van ganando en matices. Pero también me encanta el coraje y la valentía de la madre. Y luego está la forma en que la trama se va desenvolviendo, de una forma natural y a la vez mesurada, con una precisión perfecta. Y, lo repito, finalmente está la ternura (que no cursilería). En definitiva, es una auténtica pequeña joya; de las que ya no se hacen.


martes, 20 de septiembre de 2011

'Teatro completo' de Alexander Pushkin



El ‘Eugene Onegin’ de Alexander Pushkin es probablemente mi libro favorito. Lo leí hace bastantes años. Desde entonces lo he vuelto a releer en un par de ocasiones. Pero no ha sido hasta este año que me he animado a leer algo más de Pushkin. Primero fueron unos pocos cuentos, que me gustaron pero no me entusiasmaron, y ahora me he atrevido con el teatro, que me ha gustado más que los cuentos pero aún queda muy lejos del ‘Eugene Onegin’.

Del teatro de Pushkin lo mejor es el ‘Boris Godunov’, que pretende ser una adaptación a la literatura rusa de las tragedias históricas de William Shakespeare. Aunque no queda a la altura del mejor Shakespeare, sí que está muy por encima del peor Shakespeare (sí, yo estoy dispuesta a argumentar cualquier día que Shakespeare no es infalible y que escribió obras verdaderamente mediocres). Ambientada a finales del siglo XVI, narra el ascenso y caída de Boris Godunov, un tipo listo y sin escrúpulos, que supo estar en el lugar y el momento adecuados y llegó a ser zar, pero que no tuvo un muy buen fin. Las escenas se suceden con un ritmo y una eficacia impecables. Hay fragmentos bellamente escritos, como cuando el zar o el impostor que pretende ser zar, en un arrebato de spleen, sueltan monólogos llenos de quejas y lamentos, en los que se ve la influencia romántica que siempre hay en Pushkin.

El problema del ‘Boris Godunov’ es que para querer ser una tragedia no es especialmente trágica: Godunov muere enfermo en la cama y en toda la obra no hay un verdadero héroe que nos despierte empatía. Es como si Pushkin pareciera más preocupado en ser fiel a la historia que en crear grandes personajes que puedan pasar a la historia de la literatura. Aún así, la estructura de la obra es perfecta, está bellamente escrita y de fondo tiene un tema que siempre será válido: un impostor derroca otro impostor, pero no importa porque el pueblo sigue siendo mandado como siempre ha estado.

Luego están las “escenas dramáticas” o “pequeñas tragedias”, cuatro piezas muy breves que Pushkin escribió en poco más de dos semanas y, si me propusiera ser mala, diría que se nota. Hay (otra) revisión del mito de Don Juan (un mito que nunca me ha interesado especialmente), una sobre un caballero avaro que sería mejor si fuera una simple comedia y no tuviera un final trágico que no casa con el tono cómico del principio, otra algo rara sobre un banquete durante una epidemia de peste, y finalmente la mejor con diferencia: una protagonizada por Mozart y Salieri. Supongo que porque en ésta el protagonista sí que encarna una emoción con la que todos podemos empatizar. Yo creo que todos nos hemos sentido Salieri alguna vez, todos alguna vez hemos visto como nos esforzábamos por conseguir algo pero luego venía otro y, sin ningún esfuerzo, se llevaba todos los premios. Es una pieza breve pero realmente grande.

Y finalmente están las dos obras inacabadas, que apuntan maneras, te enganchan y luego te hacen lamentar que no estén terminadas. Está una obrita aventuresca sobre un burgués que quiere ser caballero, pero luego cuando ve cómo es el mundillo, decide que mejor enfrentarse a los nobles, y luego lo atrapan, y luego se termina. Aún es mejor otra sobre príncipes que seducen hijas de molineros y hadas que viven en el fondo de un río, muy del gusto romántico y realmente preciosa. Y hasta aquí llega el teatro de Pushkin, que yo recomendaría a los que tienen curiosidad por todo lo ruso, los que gustan de la literatura con influencia del romanticismo, y los que aman los escritores capaces de crear belleza con las palabras.

jueves, 25 de agosto de 2011

'Humillados y ofendidos' de Fiódor Dostoyevski



‘Humillados y ofendidos’ es de las primeras novelas de Fiódor Dostoyevski. Se nota. Es muy buena pero no tiene el grado de complejidad y perfección de sus últimas obras. Por otra parte, probablemente es la novela más adictiva del bueno de Dosto, la que engancha más, la que te obliga a ir pasando páginas y páginas sin parar y sin darte cuenta de que el tiempo está volando y probablemente en aquel momento deberías estar haciendo otra cosa más útil como lavar los platos. Predominan los diálogos, la acción es continua y frenética, y no se pierde el tiempo en descripciones ni parábolas ni sueños alegóricos. Aún así, como prácticamente todas las obras de Dostoyevski es una obra moral y conservadora.

‘Humillados y ofendidos’ va de hijas que se desvían del buen camino y de padres orgullosos que no son capaces de perdonarlas. Me ha gustado mucho la idea de que la historia se repite, pero Fiódor es un buenazo idealista y siempre concede segundas oportunidades. Hay villanos súper malvados, que se aprovechan sin piedad de los desfavorecidos y/o que disfrutan humillándolos por deporte. No se puede negar que hay cierto maniqueísmo en la construcción de los personajes: o muy buenos o muy malos. Por ejemplo, el príncipe Valkovski, por más carisma que tenga, es un villano de una pieza, a años luz de las complejidades y las contradicciones del Svidrigailov de ‘Crimen y castigo’ o el Smerdiákov de ‘Los hermanos Karamázov’. Y encima resulta que el narrador en primera persona es sólo el que nos transmite la historia, más allá de esto no tiene personalidad.

Sin embargo, también es cierto que podemos encontrar personajes más interesantes. Así, los humillados y ofendidos del título, orgullosos y, lo más importante, orgullosos de su orgullo, tienen ya más capas y ya anticipan los grandes personajes que va a crear Dostoyevski en el futuro. Y es curioso que el más interesante de entre los interesantes sea una niñita de trece añitos, una huérfana epiléptica que prefiere morirse de hambre antes de rebajarse a aceptar algo de otra persona. Y luego también está Aliocha, un pocas luces idealista y optimista, que la alta sociedad considera un tontaina y que se parece un poco al protagonista de ‘El idiota’, pero éste Aliocha tiene mucho menos carácter, es una veleta y algo calentorro.

Pero, por desgracia, además del maniqueísmo de ciertos personajes, también hay otros defectos, todos también derivados del carácter folletinesco de la novela, como un exceso de sentimentalismo e histrionismo y un final melodramático para hacer llorar a moco tendido a los lectores de la época. Y aún así es un libro buenísimo. Sólo que es inevitable compararlo con los otros libros de Dostoyevski que son súper buenísimos. Yo lo recomendaría tanto a los que conocen Dostoyevski y les gusta como los que no lo conocen y les da miedo que pueda ser un pelmazo, porque es una buena introducción a su obra, ya que es un libro muy directo y, lo repito, que engancha muchísimo, con una prosa perfecta y un dominio de la narración impecable.


martes, 23 de agosto de 2011

Teaser Tuesday: 'Humillados y ofendidos' de Fiódor Dostoyevski


En aquella época, hace exactamente un año, yo colaboraba todavía en revistas, donde publicaba artículos, y creía firmemente que llegaría a escribir algo grande y hermoso. Había empezado a trabajar en una gran novela. Pero el final de todo esto ha sido que he venido a dar con mis huesos en un hospital donde seguramente moriré muy pronto. Y quedándome tan poco tiempo de vida, me parece algo sin sentido escribir un diario.

Sin embargo, los sucesos de este último año de mi vida acuden constantemente a mi memoria a pesar mío. Y he decidido anotarlo todo, pues estoy seguro de que sin esta ocupación me moriría de tedio. Todas estas impresiones del pasado me turban con una profundidad rayana en el sufrimiento, en la tortura. Al pasar por mi pluma, cobrarán un carácter más sereno, más ordenado. Y se parecerán menos al desvarío y a la quimera, me parece a mí. El simple mecanismo de la escritura tiene para mí su valor: me calma, aplaca mis nervios, despierta mis antiguos hábitos de escritor, orienta mis recuerdos y mis ensueños dolorosos hacia el trabajo, hacia la acción… Sí, he tenido una buena idea. Además, podré legar mis papeles al enfermero que me asiste, para que los pegue alrededor de las ventanas cuando pongan en ellos los chasis de invierno.
‘Humillados y ofendidos’ de Fiódor Dostoyevski (pp. 16-17)
(Traducción de José Baeza)



miércoles, 10 de agosto de 2011

'Una familia venida a menos' de Nikolai Leskov


Nikolai Leskov nunca se encontrará entre los escritores rusos más originales e innovadores (es demasiado intencionadamente arcaico para esto), pero sí que debe ser uno de los grandes maestros rusos de la narración, que no de la novela. Sus obras tienen mucho de oral, mucho de historias contadas en voz alta alrededor del fuego. Tiene en su posesión numerosos recursos para atrapar al lector: sabe inserir historias dentro de historias, encadenar un relato tras otro y terminar todos los capítulos de un modo que sientas una necesidad irrefrenable de continuar con el siguiente.

‘Una familia venida a menos’ narra la historia de los Protozánov, una familia noble y antigua que las ha pasado de todos los colores, aunque más que nada se centra más en la abuela de la narradora, toda una matriarca rusa, con tanto carácter como bondad. En la primera parte se nos relatan a grandes rasgos los orígenes de la familia y luego se pasa a describir la vida de la princesa Varvara Nikanórovna en el campo y sobre todo la de los personajes excéntricos y muy rusos que la rodean. Así, se nos cuenta la vida de personajes estrafalarios y carismáticos, con lo cual más que delante de una novela estamos delante de una serie de narraciones encadenadas.

En la segunda parte, la princesa se instala en San Petersburgo y es como si Leskov pretendiera dejar de hacer lo que se le da mejor (hilvanar historias) para intentar hacer una novela con una trama lineal y el resultado es que la segunda parte no está a la altura de la primera y a ratos incluso se vuelve tediosa y pierde la frescura que hasta ahora le había caracterizado. En San Petersburgo, la princesa tiene que lidiar con una hija que se ha criado en un colegio selecto y se ha convertido en una muchacha caprichosa y frívola, pero también con los intrigantes que por fuerza siempre hay en ciudad.

El final es abrupto e insatisfactorio para nuestros cánones, pero si una reflexiona un poco cae en la cuenta de que para el Leskov creador de narraciones el final de un libro es algo secundario y es por eso que no vale la pena molestarse en hacer uno que no sea precipitado. A pesar de todo, se trata de una obra interesante y agradable. Ciertamente es muy rusa y algo anacrónica, pero estos son sus principales encantos. El estilo es directo y fresco, y fluye que es una maravilla. Sin duda, ante todo, es una obra perfectamente narrada.



viernes, 5 de agosto de 2011

'El buen soldado' de Ford Madox Ford y 'Cuarteto' de Jean Rhys


Leí ‘El buen soldado’ de Ford Madox Ford porque se puede leer como la otra cara de la moneda de ‘Cuarteto’ de Jean Rhys. Y ya me costó lo suyo. Si no hubiera habido la conexión con Rhys probablemente no lo habría leído nunca. Se ve que Ford descubrió a Jean Rhys como escritora y la animó a seguir con su carrera literaria. También estuvieron liados y la cosa no acabó precisamente bien. Al escribir ‘Cuarteto’ Rhys se inspiró en su relación con Ford (y la mujer de éste de por medio) en París mientras el marido de Rhys estaba en prisión y ella estaba totalmente sola y sin recursos. Diez años antes de conocer Rhys, Ford escribió ‘El buen soldado’ y la novela parece una premonición de su relación con Rhys, aunque más que nada a mí me parece un autoretrato en el que Ford se presenta a si mismo como un auténtico buen samaritano.

‘Cuarteto’ va precedido de una cita en que se nos aconseja huir de los buenos samaritanos. Y yo me imagino que cuando Ford lo leyó pilló un cabreo del quince, o como mínimo se sintió herido, porque probablemente él se veía como el rescatador de Jean Rhys, un caballero andante desinteresado y con un corazón de oro. En cambio, Rhys lo pinta como un hombre frío y egoísta, manipulador y engreído. Por su parte, ‘El buen soldado’, que narra las infidelidades que se suceden en dos parejas de amigos, el buen soldado del título es un personaje idealizado hasta el paroxismo por el narrador: es un hombre que está a otro nivel, puro (por más que le ponga los cuernos a su mujer) e idealista, todo bondad y generosidad. Aún así, los lectores de hoy en día nos damos cuenta de la hipocresía que hay detrás y llegamos a la misma conclusión que llego Rhys: que de los buenos samaritanos es mejor huir.



‘Cuarteto’, como todas las obras de Jean Rhys, transmite a la perfección una sensación tristeza y soledad agobiantes. El estilo es sobrio y directo. No hay florituras, va a la esencia de las cosas. Describe magníficamente el círculo vicioso que es cualquier depresión: como uno desea salir de ella pero no tiene fuerzas para hacerlo y no tener ya ninguna fuerza de voluntad aún te hace sentir peor y con menos fuerzas. Se puede acusar a la protagonista de que se queja mucho pero que no hace nada para salir de esta infelicidad, pero quién la culpe será porque nunca ha ni intuido lo que es encontrarse en tal estado y no tener voluntad para cambiarlo.

‘El buen soldado’ está narrado en primera persona por un tipo ingenuo hasta extremos ridículos. Está casado con una mujer que le es infiel delante de sus narices y ni se entera. El tío nunca se entera de nada. El narrador continuamente va haciendo saltos en el tiempo. La narración resulta confusa y, aunque ésta ya era la intención de Ford, a mí este truco me ha parecido cansino e injustificado. El narrador y su mujer un día conocen al buen soldado y su esposa e inmediatamente se hacen amigos, sólo porque los dos matrimonios son gente respetable. Pero, a pesar de que son amigos durante muchos años, no llegan a saber prácticamente nada los unos de los otros. Reconozco que me ha gustado la crítica a la superficialidad de las relaciones personales y la vida que lleva la gente respetable. También hay cierto sentido del humor que hace que a ratos la cosa sea más digerible, pero en general el libro me ha decepcionado.

Además del estilo confuso y recargado y de que a veces tiene salidas algo melodramáticas e inverosímiles (en contraste con la sobriedad de Jean Rhys), lo que no me ha gustado para nada es que el narrador dedique páginas y páginas y más páginas a justificar las infidelidades masculinas del buen soldado como un exceso de sentimentalismo y, en último término, bondad, mientras que luego despache las infidelidades femeninas diciendo que ella lo hizo porque era una pelandusca lujuriosa y vanidosa. Reconozco que el personaje del buen soldado está muy bien construido, que es complejo y tiene sus luces y sus sombras (como también su esposa), pero siempre me molesta que en un libro un autor se moleste en construir bien un personaje y a otro (que tiene la misma entidad) lo escriba de cualquier manera. No me parece justo. En fin, básicamente lo que me ha molestado de ‘El buen soldado’ es que toma partido por unos personajes y se nota demasiado. Sí, definitivamente da la sensación que está escrito como una justificación y, la verdad, es una cosa que me da rabia.


martes, 26 de julio de 2011

Teaser Tuesday: 'Cuarteto' de Jean Rhys


El reloj de la mesilla hacía tanto ruido que Marya se levantó para guardarlo en un cajón. Pero seguía oyéndolo, molesto y pertinaz. Pasó un tren, lanzando un aullido largo y penetrante, y Marya suspiró, encendió la luz y se quedó mirando las flores que trepaban como arañas por las paredes de su cuarto. Su mecanismo mental se puso en marcha con una sacudida dolorosa, al ritmo del reloj.

Hizo un gran esfuerzo por detenerlo y consiguió dejar la mente en blanco más o menos diez segundos. Pero después quedó atrapada en su obsesión –árida, torturadora, gigantesca-, completamente poseída, como posee el anhelo de agua a quien se muere de sed. Se había metido en un buen lío con aquella aventura amorosa. Se había arruinado la vida. Eso le pasaba.

Claro que lo suyo no era una aventura amorosa. Era un combate. Un combate implacable, inclemente; una guerra a tres bandas. Y desde el principio, como era lógico y natural, Marya no tenía ninguna posibilidad de ganar. Porque luchaba con frenesí, con lágrimas, con fútiles arrebatos, con extravagante abandono, todo ello armas inútiles.

“¿Qué te pasa? –se preguntaba-. ¿Por qué eres así? ¿Por qué no eres más lista? ¡Domínate!” De nada servía.

Heidler, sin embargo, era muy listo. Y Lois, tan envarada y sonriente, era muy lista. ¡Sí, muy lista! Mientras que ella, Marya, era una idiota que solo sabía encerrarse en una habitación y llorar.

‘Cuarteto’ de Jean Rhys (dentro de ‘Una vida sin ti’, p.253)
(Traducción: Catalina Martínez Muñoz)

Unos cuantos cómics mini-reseñados


'Asterios Polyp' de David Mazzucchelli
Asterios Polyp' es un cómic complejo, inteligente, riquísimo, satisfactorio a múltiples niveles, que habla de temas como filosofía, arquitectura, ficción, arte, etc. La historia no es nada nuevo, es la de un hombre que pasa por una crisis y acaba perdiéndolo todo, porque sólo perdiéndolo todo se dará cuenta de qué es lo realmente importante, y sólo así podrá cambiar. Asterios Polyp es un arquitecto reputado de 50 años, aunque ninguno de sus diseños ha sido nunca ejecutado, porque su fama viene de su tarea como profesor. Es un hombre cínico, egocéntrico, esnob, práctico y materialista que no da importancia a lo que tiene. Hasta que un día lo pierde todo. Luego empieza de nuevo en un sitio aleatorio. Y la gente que se encuentra por el camino, gente muy diferente a los intelectuales con los que está acostumbrado a tratar, le ayudarán a evolucionar.

En el fondo es una historia de amor: chico pierde a chica y no es hasta que la pierde que se da cuenta de hasta qué punto ella era importante para él y hasta qué punto él la anuló como persona hasta que ella no tuvo más remedio que dejarlo. No es nada nuevo, pero está contado de una forma (narrativamente y visualmente) original, inteligente y eficaz. En el fondo habla de cómo nos adaptamos a las personas que nos encontramos en el camino, cómo estas nos hacen cambiar, lo difícil (y maravilloso) que es encontrar una persona con la que sea fácil adaptarse y que nos ayude a salir de nuestro caparazón y nos haga ver que las cosas no son siempre o blancas o negras, que en medio hay muchos matices. Una obra realmente deliciosa.




'Arroz pasado' de Juanjo Sáez
Este cómic es muy muy muy divertido. Divertidísimo. Xavi Masdeu es un diseñador y un tipo demasiado clásico para una Barcelona demasiado modernilla. Un buen día las cosas le empiezan a ir mal y empieza a cagarla constantemente. Es la clásica historia de un pringado al que todo le va de mal a peor, un pringado al que se le está pasando el arroz. Pero es divertidísima. Tiene muy mala leche y es muy crítica con la cultura de los modernetes. Sí, es extremamente mordaz y tiene un dominio del tempo cómico admirable y también capacidad de sorpresa. Muy muy muy divertida.



'El invierno del dibujante' de Paco Roca
Más que contar una historia, este libro quiere retratar una época, un ambiente y una profesión (la de los autores de tebeos que cobraban a tanto la página). A veces los personajes son demasiado desdibujados (hay tantos que es imposible desarrollarlos) y se tiene la sensación que la cosa podría dar más de sí. Pero está contada en flashbacks que funcionan muy bien y tiene un aire melancólico y gris que está muy bien conseguido. Además, en el fondo habla de supervivencia, de perseguir un sueño y hacer todo lo posible para conseguirlo pero al final tener que resignarse y renunciar a él. Y esto es siempre relevante. Y se nota que está hecho con mucho amor. Realmente recomendable.




'El gusto del cloro' de Bastien Vivès
A un chico que tiene dolor de espalda no le queda otra que ir a la piscina. Allí le llama la atención una chica. Primero se limita a observarla. Después intercambian unas pocas palabras y nadan juntos. Y no sucede nada más. A penas hay diálogos, pero la composición de las viñetas y la expresividad del dibujo son capaces de sugerir una historia riquísima y de una sensibilidad y una delicadeza exquisitas. Me ha recordado un poco a las historias de 'Rubia de verano' de Adrian Tomine (que leí hace poco) y me ha encantado que con tan poco sepa sugerir tanto. Una pequeña joya auténtica, pero pequeña sólo en tamaño.




'En mis ojos' de Bastien Vivès
Clásica historia de "chico conoce a chica". Muy sencilla pero bien contada. Exclusivamente a través de los ojos y el punto de vista del chico. También muy bien dibujada. De una forma muy expresiva. Aún así, tiene cierta mitificación del concepto de la "chica misteriosamente triste" que me ha parecido algo tópica (e irritante por una serie de circunstancias personales).


miércoles, 20 de julio de 2011

'Carlitos y Snoopy: 1950-52' de Charles Schulz


Siempre he sido fan de los ‘Peanuts’ de Charles Schulz (a los que siempre he llamado ‘Peanuts’, por más que al propio Schulz no le gustaba nada el nombre). Me introduje a ellos de niña a través de las tiras que salían en el periódico que compraba mi padre o de los especiales que a veces daban en la televisión. Más tarde me hice con algún recopilatorio de tiras y aún más tarde los leí a través de Internet. Aún así, de tiras de los primeros años había leído pocas, porque no suelen ser las más difundidas precisamente. Por eso al empezar a leerlas todas desde el principio y de forma ordenada me he llevado alguna que otra sorpresa (agradable, sin duda).

Lo que más sorprende es que los Peanuts al principio realmente son niños, y no adultos con cuerpo de niño. Y que Snoopy es un perro que va a cuatro patas y no piensa, y no un niño atrapado en el cuerpo de un perro. Reconozco que si en parte me gustan tanto las criaturitas de Schulz es porque piensan y sienten como adultos pero sin dejar de ser niños. Pero aún así ha sido de lo más refrescante verlos ahora comportarse como auténticos niños. Las primeras tiras de Charlie Brown son mucho más inocentes y suaves. Por más que no dejan de tener de vez en cuando un punto de acidez y amargura.

Me ha sorprendido que Charlie Brown sea capaz de gastar bromas y hacer la puñeta a las niñas, que no esté todo el día deprimido y lamentándose de que nadie le quiere, porque aquí vemos que sus amigos a veces le gastan malas pasadas pero también que le aprecian. Hay una tira en que Carlitos se queja de que nadie le quiere. Luego Patty y Violet le dicen que ellas sí que le quieren. Así que Carlitos apunta que nadie importante le quiere y Patty y Violet (con razón) se mosquean. Yo diría que en estas primeras tiras Charlie Brown es moderadamente feliz. A veces le dejan de lado y tiene tendencia a perder siempre, pero es un niño que juega y se divierte.

Sin embargo, ya desde el principio no deja de haber algo de melancolía, la sensación de que en el fondo hay algo que no marcha bien, más cuanto más avanza el tiempo. Así es de lo más interesante ver el primer día en que Charlie Brown confiesa que está deprimido, pero también el primer día en que Snoopy empieza a pensar y nosotros podemos leer sus pensamientos, el primer día en que entra en escena Schroeder (que antes de hablar ya toca el piano a la perfección y que un buen día se queja de que pedirá el traslado a otra tira cómica porque allí nadie le comprende), el primer día que aparece Lucy (que es presentada como una simple niña pequeña pero poco a poco va ganando el carácter de cascarrabias que la distinguirá en el futuro), el primer día que sale Linus (que al principio simplemente es el hermano pequeño de Lucy), etc.

Las primeras tiras son muy diferentes a las que hoy en día son más famosas, pero son igual de buenas. Tienen por lo general un humor más ingenuo y blanco, pero son igual de ingeniosas y ya empiezan a apuntar lo que serán en el futuro y es una delicia poder ver cómo van evolucionando. Y volvemos al primer día en que Charlie Brown confiesa que está deprimido: va andando y se queja de que está siempre deprimido. Luego se cruza con Schroeder, que también va andando cabizbajo y Charlie dice que no es el único que está deprimido y que esto es posiblemente lo único que puede levantarle el ánimo. Clásico y perfecto.


lunes, 11 de julio de 2011

'La familia Wapshot' de John Cheever



Corría el año 1956 y John Cheever era un escritor conocido y apreciado tanto por la crítica como por el público gracias a sus cuentos. Pero todo el mundo sabe que si eres sólo cuentista no te toman en serio en el Olimpo literario (como mucho te dejarán hacer de camarero pero no sentarte con los dioses), así que Cheever se empeñó en escribir una novela que le diera una pátina de prestigio y también (incidentalmente) más pasta, porque las novelas obviamente se pagaban mejor que los relatos. El resultado fue ‘Crónica de los Wapshot’, donde Cheever crea un mundo atemporal hurgando en las reminiscencias del pasado y de la historia de su propia familia, un mundo mítico y hasta cierto punto idílico, pero también con sus puntos oscuros. La novela tuvo un éxito muy considerable y es aquí dónde supongo que entra en escena la enseñanza moral de “ten cuenta con lo que deseas, porque se puede acabar convirtiendo en realidad”.

‘Crónica de los Wapshot’ tuvo tanto éxito (especialmente entre el público porque entre la crítica siempre hay los enteradillos que aún hoy en día repiten que Cheever no escribe novelas sino cuentos alargados), pero el caso es que la gente corriente estaba tan flipada con el mundo que había creado Cheever (un pueblecito costero llamado Saint Botolphs) que éste no tuvo otro remedio que escribir la secuela. Y si en la primera parte Cheever se había dedicado a crear un mundo poniendo grandes dosis de amor; en la segunda parte (titulada ‘El escándalo de los Wapshot’) no podía hacer otra cosa que destruir ese mundo que había creado poniendo tanto de él. Y sucede algo extraño, o al menos yo he tenido esta impresión: es como si Cheever no sólo quisiera dinamitar su mundo de ficción sino también la novela que estaba escribiendo desde dentro de esta misma novela.

‘El escándalo de los Wapshot’ en realidad tiene muchos de los defectos que los detractores del Cheever novelista les gusta señalar: no hay una línea argumental clara, son un puñado de historias amasadas de cualquier manera, se abren muchos frentes y luego se dejan muchos cabos sueltos, salen media legión de personajes secundarios que no pintan nada… Es todo realmente caótico. A mí me gusta imaginar que cuando Cheever estaba escribiendo ‘El escándalo de los Wapshot’ iba caraja todo el día. Y no hay nada de malo en escribir caraja pero, tal como decía Hemingway, después de escribir borracho, uno debería editar lo escrito cuando ya está sobrio. Y aquí parece que falta esto: un buen trabajo de reescritura.

El propio Cheever nunca estuvo contento con ‘El escándalo de los Wapshot’. Pensó en quemar el manuscrito. Luego lo llevó a su editor pero antes de entrar en el edificio lo arrojó a la basura. Se lo volvió a repensar, lo sacó de la basura y se fue al cine. Miró la peli con el manuscrito encima de las rodillas y, cuando se terminó la sesión, entró en el despacho del editor cuando éste no estaba, dejó el manuscrito encima de su mesa y se las piró sin decir nada. Una escena realmente muy cheeveriana. Ya lo he insinuado, me parece una novela floja, básicamente porque me parece una novela desordenada y anárquica, con infinidad de cabos sueltos. Pero aún así, Cheever siempre es Cheever y, de vez en cuando, nos regala un párrafo de esos suyos tan perfectos; perfecto porque ha aplicado sus dotes de observación y nos deja ver bajo una luz nueva algo que es perfectamente reconocible para nosotros, y encima con un sentido del humor mordaz, crítico y juguetón.

‘Crónica de los Wapshot’ es más novela, más redonda. No llega a ser tan perfecta como ‘Bullet Park’, pero sí, por ejemplo, mucho más satisfactoria que ‘¡Esto parece el paraíso!’ El tema no deja de ser un tema muy clásico para lo que nos tiene habituado Cheever: habla de una saga familiar (desde sus orígenes) y como los más jóvenes de esta saga salen a enfrentar-se al mundo y a hacerse hombres. Pero lo hace con su estilo personal. Hay mucho del sentido del humor raro y absurdo de Cheever. Mucha melancolía y algo de amargura. Y por supuesto esa capacidad de analizar de una forma nueva lo que conocemos todos.

Leander es el último patriarca de la familia, un capitán sin barco, un hombre que siente que se está haciendo viejo y que ya no tiene un lugar en el mundo, así que se sienta a escribir sus memorias porque ya no le queda otra cosa que el pasado, y lo hace en un estilo que al principio puede resultar algo irritante pero una pronto se acostumbra. Luego está la prima Honora, la matriarca, la ricachona de la familia, la vieja excéntrica con muy malas pulgas e idas de olla absurdas. No hace falta decir que esta vieja loca me encanta.

Y luego están los jóvenes, los dos hermanos: Moses y Coverly, con una relación llena de rivalidad, algo de odio y gran cantidad de amor, a veces rallando la devoción incestuosa. Moses es el mayor y el triunfador al que todo le irá bien en la vida. Coverly es el pequeño, el que cuando era niño le gustaba ponerse medias y hacer teatro, el inseguro por naturaleza, el que teme que no hará nada con su vida y todo el mundo se reirá de él, el que tiene impulsos bisexuales de los que se avergüenza profundamente. Coverly es típico Cheever y no es necesario decir que me encanta.




martes, 5 de julio de 2011

Anna Karenina: Primera parte



Por fin lo he hecho. Por fin he empezado ‘Anna Karenina’ después de tanto tiempo diciendo que lo tenía/quería hacer. Durante varios años entre mis propósitos de año nuevo siempre estaba el de leerme este libraco. Pero no soy tan ingenua como para creerme que ya está todo hecho. De hecho, se admiten apuestas sobre cuánto tardaré en desanimarme y dejarlo aparcado, sobre en qué página me quedaré encallada y lo abandonaré. No es ningún secreto que me cuesta mucho leer libros gordos. En lo que va de año la mayoría de libros que he leído no han llegado ni a las 300 páginas.

De momento me he leído sólo la primera parte del novelón de Tolstoi. Voy sólo por la página 131 y hay 875. Mi propósito es ir comentando mis impresiones en este blog. Aviso que inevitablemente habrá spoilers. Así que si alguien no lo ha leído y no quiere enterarse de aspectos importantes de la trama y llegar virgen al libro (o al menos todo lo virgen que se puede llegar a un libro del que todo el mundo sabe el final) será mejor que no me lea.

Pues bien, Anna Karenina tarda 70 páginas en aparecer y, una vez aparece, sólo le hacen falta cuatro páginas para que ya la odie a muerte. Es que es tan buena y perfecta y todo el mundo la quiere y la admira tanto. Y la verdad, llamadme envidiosa o egocéntrica, pero si yo leo no es para leer sobre personajes perfectos con una vida fácil, sino sobre personajes como yo, con defectos y con una vida chunga.

Al principio odiaba muy mucho a Karenina y no tenía ninguna esperanza de acabar el libro. Me molestaba que fuera santa Anna Karenina, pero me molestaba aún más que pareciera que Tolstoi se había encoñado con el personaje que había creado. Es una impresión que ya tuve con la Natascha de ‘Guerra y paz’; me parecía que Tolstoi estaba ridículamente enamorado de Natascha y no se molestaba en esconderlo, y esto me daba mucha rabia y fue una de las principales razones por las que creo que no acabé disfrutando ‘Guerra y paz’ tanto como se suponía que tenía que disfrutarla.

Pero luego hay la escena del baile en que Anna se pone a flirtear con Vronsky delante de las narices de Kitty, a pesar de que Anna sabe perfectamente que a Kitty le mola Vronsky y se quiere casar con él, y a pesar de que antes Anna ha disfrutado como una perra haciéndose pasar por la amiga del alma de Kitty. Entonces Kitty (que hasta ahora tampoco me caía nada bien, porque me parecía una pava, pero al verla sufrir me enterneció y la acabé perdonando porque al fin y al cabo es una cría y es normal que sea pava y vanidosa y todas estas cosas), es entonces cuando Kitty (y los lectores, entre los que me incluyo) vemos que Karenina era una falsa y una hipócrita.

A partir de ahí me dije que no debía preocuparme tanto analizando qué era lo que sentía Tolstoi por los personajes que había creado sino lo que yo sentía por ellos. Ya saben, olvidarse de intentar esclarecer cuál era la intención del autor y centrarme en sacar yo una lectura personal. Así que de momento he decidido que ‘Anna Karenina’ va de que hay de tener cuidado con las que van de super guays y caen tope bien a todo el mundo, porque no suelen ser trigo limpio. Y en consecuencia también va de cómo la gente es tonta y se deja engañar por las apariencias. De momento me quedo con esto. Luego quizás cambio de opinión.

Y es que hay algo que me dejó muy mal cuerpo de esta primera parte. Karenina va a Moscú para intentar convencer a su cuñada Dolly que se reconcilié con su marido, que le ha puesto unos cuernos descomunales. El principal argumento de Karenina es que el marido (que es su hermano) se arrepiente mucho, el pobre. ¡Pero es que esto es una mentira como una catedral! Y me niego a creer que Anna sea tan tonta como para no ver que, a la mínima oportunidad que tenga, el marido volverá a pegársela a su mujer. Y le voy dando vueltas a esto y me pregunto por qué lo ha hecho Anna. Y mi única conclusión posible es que lo ha hecho para quedar bien con todo el mundo, porque es una vanidosa y quiere ser vista como la que ha conseguido una gran reconciliación y que todo el mundo le esté agradecido eternamente por su buena obra.

Como veis, mi odio por la protagonista no tiene límites. Y es que encima, cuando vuelve con su marido, va y se da cuenta que no le gustan sus orejas, y venga a darle vueltas a lo feas que son las orejas del hombre con el que está casada, como si no las hubiera tenido siempre igual las dichosas orejas. Sin embargo, voy aprendiendo a disfrutar de este odio. Suerte que luego está Levin, que es un amor de personaje y de hombre y de todo. Y (aunque me temo que será muy secundaria) también me gusta mucho la condesa Nordston, porque de momento es la única mujer que no se preocupa por quedar bien con todo el mundo y es capaz de ser sarcástica y lanzar pullas, pero también es capaz de ser buena gente, porque cuando Kitty se ha llevado las calabazas de su vida en el baile es capaz de ayudarla y consolarla.


martes, 28 de junio de 2011

Teaser Tuesday: 'La familia Wapshot'


Ése fue el año en que las ardillas se convirtieron en una plaga y todo el mundo andaba preocupado por el cáncer y la homosexualidad. Las ardillas volcaban los cubos de la basura, mordían a los repartidores y se metían en las casas. El cáncer era algo frecuente, pero a los hombres y mujeres que lo padecían se les decía que ese dolor era una complicación intrascendente mientras, a sus espaldas, sus hermanos y hermanas, sus maridos y sus esposas murmuraban: “Lo único que podemos esperar es que muera pronto.” Esta hipocresía absoluta y cruel tenía que volverse en contra de sus practicantes y al final nadie podía saber, ni contar con que se lo dijeran, si ese dolor que sentía en el estómago era la llamada de la muerte o unos gases sin importancia. La mayoría de las enfermedades poseen su mitología, su población, su escenario y sus chistes negros. La peste negra tenía mascaradas, canciones y bailes callejeros. La tuberculosis, en su momento culminante, era como una civilización donde un grupo de hombres y mujeres condenados, brillantes y distinguidos se enamoraban, bailaban valses y se inventaban privilegios para su enfermedad; pero aquí las garras de la muerte habían sido desinfectadas por una conspiración social y privada de toda su realidad. “Vamos, dentro de nada estará usted levantado y paseando”, le dice la enfermera al moribundo. “Querrá usted bailar en la boda de su hija, ¿verdad? ¿No quiere usted ver a su hija casada? Pues, entonces, no puede usted esperar ponerse mejor si no se anima, ¿verdad?”

'La familia Wapshot' de John Cheever (p.414)
(Traducción: Maribel de Juan)