La protagonista de ‘La librería’ de Penelope Fitzgerald es Florence Green, una viuda sin hijos que vive en un pequeño pueblo costero dejado de la mano de Dios. Dejándose llevar por las ganas de empezar de nuevo, decidirá abrir una librería, que será la primera del pueblo, pero se encontrará con muchas dificultades: el banco que se niega a conceder un préstamo para un negocio tan aparentemente poco rentable, el poltergeist que habita en el local destinado a ser la librería, la poca predisposición lectora de los habitantes del pueblo, la humedad que amenaza con estropear los libros, y sobre todo la oposición directa de algunos habitantes, encabezada por la señora Gamart, que sería el equivalente a la alta sociedad en ese pueblo tan pequeño, y que quiere destinar el local a edificar un centro cultural que esté bajo su mando y que no le gusta que haya iniciativas que ella no pueda controlar.
En un momento determinado, la novela se burla de cierto tipo de personas de mediana edad de la clase media-alta que un buen día empiezan a producir en cantidades industriales acuarelas cuyo único tema es el paisaje. Se recalca que las acuarelas están bien hechas, pero todas son iguales. Algo parecido le pasa a ‘La librería’, está bien escrita, pero le falta garra y personalidad. Es obvio que el estilo quiere imitar al de Jane Austen y consigue hacerlo, pero sólo en lo meramente formal, porque en el fondo no tiene ni una pizca de la incisión crítica y el inteligente sarcasmo de Austen. Hay humor, sí, pero es totalmente blanco e inofensivo.
La premisa hace prever que ‘La librería’ va a ser un libro amable y éste es su problema, que acaba siendo un libro demasiado amable. Por más que haya personajes mezquinos y el final sea amargo, todo es demasiado amable. Es todo muy superficial. Me gustó la relación entre Florence y la niña de diez años que contrata para que la ayude, porque son muy distintas pero acaban teniéndose afecto a su manera. Pero, por más que lo intente, no soy capaz de encontrar ninguna otra característica memorable que merezca la pena mencionar. Tampoco hay grandes defectos, pero todo es muy superficial, los personajes planos y la trama previsible. No es que sea un mal libro, pero es de aquellos que se terminan y servidora tiene la sensación de que se ha quedado igual, porque lo que le han contado no ha llegado ni a rozarle la epidermis.
En un momento determinado, la novela se burla de cierto tipo de personas de mediana edad de la clase media-alta que un buen día empiezan a producir en cantidades industriales acuarelas cuyo único tema es el paisaje. Se recalca que las acuarelas están bien hechas, pero todas son iguales. Algo parecido le pasa a ‘La librería’, está bien escrita, pero le falta garra y personalidad. Es obvio que el estilo quiere imitar al de Jane Austen y consigue hacerlo, pero sólo en lo meramente formal, porque en el fondo no tiene ni una pizca de la incisión crítica y el inteligente sarcasmo de Austen. Hay humor, sí, pero es totalmente blanco e inofensivo.
La premisa hace prever que ‘La librería’ va a ser un libro amable y éste es su problema, que acaba siendo un libro demasiado amable. Por más que haya personajes mezquinos y el final sea amargo, todo es demasiado amable. Es todo muy superficial. Me gustó la relación entre Florence y la niña de diez años que contrata para que la ayude, porque son muy distintas pero acaban teniéndose afecto a su manera. Pero, por más que lo intente, no soy capaz de encontrar ninguna otra característica memorable que merezca la pena mencionar. Tampoco hay grandes defectos, pero todo es muy superficial, los personajes planos y la trama previsible. No es que sea un mal libro, pero es de aquellos que se terminan y servidora tiene la sensación de que se ha quedado igual, porque lo que le han contado no ha llegado ni a rozarle la epidermis.
6 comentarios:
¿Puedo preguntarte cómo conociste a esta autora? Me la he encontrado a menudo por ahí y nunca me ha llamado la atención. Ni siquiera me he apuntado ninguna de sus obras, lo que no deja de ser extraño dado que soy una fanática de las listas de pendientes infinitas...
Tras haber leído tu crítica se me ha ocurrido que quizá sea de estos libros que se devoran en las esperas de aeropuertos y estaciones de tren. A saber cuántos de estos sin-sangre tengo yo catalogados de imprescindibles sin saberlo.
Pues la verdad es que no la conocía. Curioseando en la librería de mi pueblo, me llamó la atención el título y la editorial (Impedimenta ha sacado cosas muy buenas y me encanta lo bonitas que son sus ediciones), pero lo dejé ahí. Luego, al llegar a casa, investigué un poco por Internet y sólo leí críticas buenas, así que cuando volví otro día sí que lo compré.
A mí me da que es uno de esos libros que, como habla de libros, los que les gustan mínimamente los libros, se pueden sentir culpables si no les gusta. Pero es que a mí me pareció realmente soso. No sé cómo serán los otros de la autora.
Algo similar a lo que cuentas me pasó a mí con Joyce Carol Oates. La ponían tan bien en todos sitios que compré al azar Puro Fuego y me decepcionó muchísimo. Un buen argumento desperdiciado por un estilo insoportablemente ñoño. Después de ese tropiezo no he vuelto a buscar nada de ella.
Pues, de Joyce Carol Oates no he leído nada. Tampoco me llama la atención. Y supongo que ahora aún menos.
Qué curioso. Penelope Fitzgerald es una escritora monumental
Te invito a que leas en mi blog los artículos que he dedicado a su técnica narrativa y a su aportación radical a la idea de novela.
Tal vez te interese.
http://comounametafora.blogspot.com/search/label/Penelope%20Fitzgerald
Gracias por tu blog y un saludo.
Pablo Chul
Pablo, gracias por el enlace. No sé, quizás leo otro libro suyo y me gusta de verdad, pero es que 'La librería' me supo a poco, no llegó nunca a interesarme de forma genuina. Quizás es que yo soy una lectora muy primaria y necesito que los libros me hagan sentir algo.
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