martes, 20 de septiembre de 2011

'Teatro completo' de Alexander Pushkin



El ‘Eugene Onegin’ de Alexander Pushkin es probablemente mi libro favorito. Lo leí hace bastantes años. Desde entonces lo he vuelto a releer en un par de ocasiones. Pero no ha sido hasta este año que me he animado a leer algo más de Pushkin. Primero fueron unos pocos cuentos, que me gustaron pero no me entusiasmaron, y ahora me he atrevido con el teatro, que me ha gustado más que los cuentos pero aún queda muy lejos del ‘Eugene Onegin’.

Del teatro de Pushkin lo mejor es el ‘Boris Godunov’, que pretende ser una adaptación a la literatura rusa de las tragedias históricas de William Shakespeare. Aunque no queda a la altura del mejor Shakespeare, sí que está muy por encima del peor Shakespeare (sí, yo estoy dispuesta a argumentar cualquier día que Shakespeare no es infalible y que escribió obras verdaderamente mediocres). Ambientada a finales del siglo XVI, narra el ascenso y caída de Boris Godunov, un tipo listo y sin escrúpulos, que supo estar en el lugar y el momento adecuados y llegó a ser zar, pero que no tuvo un muy buen fin. Las escenas se suceden con un ritmo y una eficacia impecables. Hay fragmentos bellamente escritos, como cuando el zar o el impostor que pretende ser zar, en un arrebato de spleen, sueltan monólogos llenos de quejas y lamentos, en los que se ve la influencia romántica que siempre hay en Pushkin.

El problema del ‘Boris Godunov’ es que para querer ser una tragedia no es especialmente trágica: Godunov muere enfermo en la cama y en toda la obra no hay un verdadero héroe que nos despierte empatía. Es como si Pushkin pareciera más preocupado en ser fiel a la historia que en crear grandes personajes que puedan pasar a la historia de la literatura. Aún así, la estructura de la obra es perfecta, está bellamente escrita y de fondo tiene un tema que siempre será válido: un impostor derroca otro impostor, pero no importa porque el pueblo sigue siendo mandado como siempre ha estado.

Luego están las “escenas dramáticas” o “pequeñas tragedias”, cuatro piezas muy breves que Pushkin escribió en poco más de dos semanas y, si me propusiera ser mala, diría que se nota. Hay (otra) revisión del mito de Don Juan (un mito que nunca me ha interesado especialmente), una sobre un caballero avaro que sería mejor si fuera una simple comedia y no tuviera un final trágico que no casa con el tono cómico del principio, otra algo rara sobre un banquete durante una epidemia de peste, y finalmente la mejor con diferencia: una protagonizada por Mozart y Salieri. Supongo que porque en ésta el protagonista sí que encarna una emoción con la que todos podemos empatizar. Yo creo que todos nos hemos sentido Salieri alguna vez, todos alguna vez hemos visto como nos esforzábamos por conseguir algo pero luego venía otro y, sin ningún esfuerzo, se llevaba todos los premios. Es una pieza breve pero realmente grande.

Y finalmente están las dos obras inacabadas, que apuntan maneras, te enganchan y luego te hacen lamentar que no estén terminadas. Está una obrita aventuresca sobre un burgués que quiere ser caballero, pero luego cuando ve cómo es el mundillo, decide que mejor enfrentarse a los nobles, y luego lo atrapan, y luego se termina. Aún es mejor otra sobre príncipes que seducen hijas de molineros y hadas que viven en el fondo de un río, muy del gusto romántico y realmente preciosa. Y hasta aquí llega el teatro de Pushkin, que yo recomendaría a los que tienen curiosidad por todo lo ruso, los que gustan de la literatura con influencia del romanticismo, y los que aman los escritores capaces de crear belleza con las palabras.

2 comentarios:

Asterios Polyp dijo...

¡Qué gran reseña!Buf, a ver cuando me leo el Eugene Oneguin, que ya me vale.

Núria dijo...

¡Gracias! Yo te tengo que decir que no te vas a arrepentir de leer el Eugene Onegin, pero ¡claro! ¿qué voy a decir yo?