jueves, 21 de agosto de 2008

'Arcadia', 'La sala de los reptiles', 'Ciudad de cristal' y 'El zoo de cristal'

Estos són los libros que he leído esta última semana. Se trata en mayor o menos medida lo que yo llamo "literatura de descompresión", es decir, obras relativamente fáciles de leer por su extensión y/o tema y/o estilo y que me sirven para relajarme de la tensión que supone leer obras de más envergadura por su extensión y/o complejidad, como 'La Broma Infinita' que tardé 30 días en leer.


'Arcadia' de Tom Stoppard

Si me pedís que puntue esta obra tendré que dar tres estrellas para la obra en sí y una estrellita entera sólo para el personaje de Septimus Hodge. Lo siento, pero es que ha sido imposible que no me enamorara de Septimus.

La obra sucede en dos épocas distintas (principios del siglo XIX y finales del siglo XX), pero un mismo espacio (la mansión que tienen los Coverly en el campo). Es una obra sobre sexo y literatura, sobre sentimiento y pensamiento intelectual. En las dos épocas el personaje central es una mujer que se refugia en el conocimiento y rehúye la vida, pero al final resulta que no podemos huir de los sentimientos. Es una obra divertidísima. La parte del pasado tiene un humor más vodevilesco y la parte del presente un humor que nace de la lucha de sexos (y la tensión sexual no resuelta). Yo prefiero el humor de la parte del pasado. En todo caso se trata de Tom Stoppard y en los dos casos los diálogos són rápidos y están llenos de inteligencia e ingenio.

Pero que nadie piense que la acción de las dos épocas está desconectada. Todo lo contrario. Los personajes del presente están investigando a los personajes del pasado. Y cada acción de los personajes del pasado tiene una consecuencia en los personajes del presente. Cada descubrimiento nuevo sobre los personajes del pasado tiene una consecuencia en los personajes del presente. Es una obra de personajes, de relaciones entre personajes, de como las relaciones entre hombres y mujeres no han cambiado en 200 años. Pero en realidad se trata de una comedia altamente compleja que también habla de orden y caos, determinismo y libre albedrío, azar y destino, racionalismo y romanticismo, matemáticas y literatura, etc.

Septimus Hodge es el tutor de la hija de los Coverly en el siglo XIX y si ha sido inevitalbe que me enamorara de él es porque es un seductor despistado, inteligente, ingenioso, divertido, con un humor irónico que hace que no se tome nada en serio y que le da un aire de estar de vuelta de todo. He dicho que toda una estrellita es para él sólo porque es un personaje genial. Pero si la obra no tuviera a Septimus Hodge igualmente le daría cuatro estrellitas porque es una obra ambiciosa y compleja, pero muy bien trabada, a la que no se le notan las costuras. Una obra que tiene un concepto de la vida como aventura sentimental y aventura intelectual.

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'La sala de los reptiles' de Lemony Snicket

Las desafortunadas aventuras de los hermanos Baudelaire siguen entreteniéndome. Me parecen libros muy dignos tanto para niños como para adultos. Argumentalmente no me ha parecido tan redondo como el primero (el primero tenía una trama más trabada y con más tensión y suspense) pero me ha dado la sensación que era más divertido. O quizás sólo sea que me estoy acostumbrando al sentido del humor de Lemony Snicket. Por ahora seguiré leyendo la saga. Con curiosidad pero sin urgencia. Son libros agradables que sirven bien para intercalar como literatura de descompresión después de terminar huesos más duros de roer.

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'Ciudad de cristal' de Paul Karasik, David Mazzucchelli y Paul Auster

'La ciudad de cristal' es mi favorita de todas las cosas que ha escrito Paul Auster. Es también lo primero que leí de este escritor. Es la primera parte de la 'Trilogía de Nueva York' que a día de hoy me sigue pareciendo la única obra de Auster realmente conseguida. Es por esto que me animé a leer esta adaptación en forma de cómic (o novela gráfica, lo que ustedes prefieran). Una parte de mí no era muy optimista. Una parte de mí sólo quería leerlo para ver como este noble intento fracasaba. Sin embargo, no ha sido así. A pesar de que es una historia muy poco visual y bastante abstracta, el cómic se sale airoso, encuentra una serie de soluciones visuales realmente originales y que plasman perfectamente el tono de la obra original de Auster sin dejar de dar un punto de vista personal, algo que no era nada pero nada fácil. La recomendaría para curiosos que disfrutaron de la 'Trilogía de Nueva York'.

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'El zoo de cristal' de Tennessee Williams

Da toda la impresión que Tennessee Williams tenía que ser una persona muy pesada y muy cursi. Toda mi impresión proviene de las acotaciones de 'El zoo de cristal' que me han parecido las peores que he leído en mi vida, por plastas y por cursis. Yo estaba todo el rato en plan "¡Cállate ya y deja hablar a los personajes!" Si tantas ganas tienes de divagar, dedícate a la narrativa a tiempo completo (por cierto, después de esto no creo que nunca tenga ganas de acercarme a la narrativa del bueno de Tennessee Williams). Y si tantas ganas tienes de dejarlo todo explicado de una forma irritantemente detallada dedícate a ser director teatral y/o escenógrafo. Las acotaciones cuando más breves, mejor. Creo que cuánto más margen de libertad se deja a los que tienen que montar la representación mejor.

Servidora no deja de ser algo friki, así que siempre que leo una obra de teatro me imagino como la montaría yo y si tuviera que montar 'El zoo de cristal' me olvidaría de todas las cursiladas de usar una pantalla, y de las birguerías con la música y la luz, y del recurso de tener un narrador que hable directamente al público, porque son detalles que no sirven para nada al texto, sólo sirvieron en su época para darle un aire moderno e innovador a la obrita. (Por supuesto siempre se podrá decir que lo que me pasa es que soy una naturalista retrógada.) Cuando en realidad si la obra es moderna e innovadora es por el texto, por el retrato que hace de una familia disfuncional regida sutilmente con mano de hierro por una madre dominante de una forma pasivo-agresiva, por el ambiente cerrado y claustrofóbico que recrea, y por el pesimismo y sentimiento de culpa que desprende. Con esto quiero decir que me ha gustado. No tanto como me esperaba, pero me ha gustado.

Como en todas las buenas obras de teatro da la sensación que no ha pasado nada. Los personajes son Amanda (la madre), Tom (el hijo), Laura (la hija) y el pretendiente. A Amanda su marido la dejó, vive en el pasado (un pasado que probablemente se ha ido inventando y se lo ha creído: ¡17 pretendientes dice que tuvo, anda ya!) y quiere que su hijo sea un hombre de provecho y que su hija encuentre un marido que la mantenga, sin tener en cuenta lo que quieren sus hijos o cómo son realmente. Tom es un aspirante a escritor que trabaja en un almacén de zapatos que se refugia en el alcohol y la evasión que le proporciona el cine. Laura es una chica patológicamente tímida e insegura que sólo quiere quedarse en casa cuidando de su colección de figuritas del cristal y aún sueña con el chico popular que le gustaba cuando iba en el instituto.

Laura y el pretendiente me han parecido demasiado Mary-Sues, demasiado buenos y demasiado perfectos y que cuando tienen defectos incluso se trata de defectos hechos para que los queramos o compadezcamos más. Demasiado planos. (Menos mal que al menos no ha habido happy end para estos dos.) Amanda es un personaje mucho más interesante, a veces parece una bruja y a veces una pobre mujer ridícula. Pero quién me ha gustado más ha sido Tom. Creía que me iba a identificar irremisiblemente con Laura, pero es con Tom con quien me siento más identificada, con Tom y su deseo de huir y su sentido de la responsabilidad y sobre todo su sentimiento de culpabilidad. Oh, Tom.

Y si yo montara esta obra también cambiaría el final. No haría que Tom huyera finalmente, dejaría a los espectadores que creyeran que viviría toda la vida amargado sin atreverse a hacer el paso. Este cambio es sólo porque me siento tan identificada con Tom y supongo que querría usar la obra de una forma catártica y expiatoria. Tennessee Williams hizo lo mismo pero a su manera. Él se sentía culpable por haber abandonado a su hermana a la que acabaron practicando una lobotomía cuando él no estaba en casa (y luego dicen que los personajes de Tennessee Williams sólo existen en las obras de Tennessee Williams...) Así que dejó que Tom cargara también con la culpa de abandonar a su hermana y la obra se convirtió en un acto de contricción público.

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1 comentario:

oscar pons dijo...

Hola... Me gusta tu expresión 'literatura de descompresión'. Los que estamos chalados por los libros, leyendo continuamente, necesitamos un dulce de vez en cuando, entre bocados más duros de digerir. Un abrazo...