miércoles, 14 de octubre de 2009

'Buenos días, tristeza' de Françoise Sagan


Pues la verdad es que 'Buenos días, tristeza' ni me ha parecido tan malo como algunos dicen ni tan bueno como otros dicen. Reconozco que si lo hubiera leído en la postadolescencia probablemente me habría encandilado. Es cierto que es superficial y frívolo y luego tiene un final moralista que contradice esta superficialidad y esta frivolidad. Se nota que es un libro escrito por una chica francesita de 18 años algo repelente, pero no se puede negar que esta jovencita repelente, a pesar de todo, tiene encanto. 'Buenos días, tristeza' cuenta la historia de un verano que cambió la vida de Cécile. Cécile se crió en un internado por chicas de casa bien. Su madre murió y desde hace un par de años vive con su padre, un vividor con una buena colección de amantes más jovenes que él. Cécile y su padre pasan el verano en una lujosa casa de la Costa Azul no haciendo nada, con la compañía de una de las amantes jóvenes de su padre, a la que luego se unirá la mejor amiga de la madre difunta, una mujer madura e inteligente que no aprueba la vida frívola e irresponsable que llevan padre e hija.

En la primera parte Cécile es una postadolescente feliz, despreocupada y malcriada, pero ya está narrada con una nostalgia prematura por las cosas que se tienen que acabar perdiendo con el paso del tiempo. En la segunda parte Cécile sigue siendo malcriada pero ya empieza a intuir la tristeza, que básicamente se deriva del hecho de que ya no puede hacer lo que le viene en gana y tiene que empezar a actuar de forma responsable. Cécile crece ("madurar" es una palabra que le va diez tallas grande a Cécile) y crecer también significa empezar a orquestrar un plan para liberarse de las obligaciones que le vienen encima, como si fuera una marquesa de Merteuil de tercera regional. Crecer significa actuar mal y luego arrepentirse de ello, dudar, desesperarse por nimiedades, y tomar conciencia de una misma. LA segunda parte está narrada con un sentimiento de culpa prematuro por lo que ocurrirá al final. En el fondo es una novelita muy simple pero, quizás sea porque he visto bastante cine francés y siempre he tenido en mí un pozo de melancolía, el caso es que me identifico (y me regodeo) con la nostalgia, el sentimiento de culpa y la tristeza autocomplaciente que desprende este libro. Es un libro que no salvo ni por su estilo, ni su estructura, ni su complejidad, ni su trama; simplemente lo salvo por la sensación melancólica que me produce.

1 comentario:

Mar dijo...

Pienso exactamente lo mismo que tú, este año también cayó en mis manos este libro y me pareció algo sobrevalorado, pero tiene su encanto, como dices.