martes, 24 de noviembre de 2009

'El caballo amarillo. Diario de un terrorista ruso' de Boris Savinkov


“No me asusta morir. Ya conozco la sentencia que me espera, pero no me importa. Yo soy Boris Savinkov, el que siempre jugó a ambos lados de la barrera; Boris Savinkov, revolucionario y amigo de revolucionarios, juzgado ahora por vuestro tribunal revolucionario”



Éstas son palabras que el propio Savinkov utilizó para definirse en el discurso en su propia defensa que le permitieron hacer cuando fue juzgado por un tribunal revolucionario. Y ciertamente dan una idea que debe ser bastante aproximada sobre cómo fue su vida. Boris Savinkov, hijo de familia acomodada pero ya con ideas algo revolucionarias, tuvo una vida de película, con romances y aventuras incluidos: expulsado ya de la universidad por revolucionario, huyó a Ginebra donde entró en contacto con un montón de revolucionarios rusos, volvió a Russia y cometió varios atentados terroristas, la policía lo cogió y lo condenaron a muerte pero escapó, se fue a Francia, se hizo amigo de Picasso, Modigliani y Apollinaire entre otros, participó en la primera guerra mundial, después de la revolución rusa volvió a su país y acabó siendo ministro de la guerra, pero las cosas se torcieron y fue destituido y expulsado del partido, así que se pasó a la oposición armada y colaboró con el ejército blanco, finalmente lo cogieron, lo juzgaron y lo condenaron otra vez a muerte, pero le conmutaron la pena por diez años en prisión, aunque no cumplió ni un año porque murió tras caer por la ventana, aunque nunca se ha sabido si fue un suicidio o un asesinato.


‘El caballo amarillo. Diario de un terrorista ruso’ es una novela con toques autobiográficos y escrita en forma de diario. El protagonista es un terrorista ruso (obviamente) que se mueve con un pasaporte falso a nombre de George O’Brien. El libro narra los intentos de asesinar el gobernador general de Moscú por parte de una célula terrorista encabezada por George. George dice estar enamorado de Yelena, una mujer casada, pero se acuesta con Erna, una terrorista encargada de fabricar las bombas. George es un personaje que se incluye en la larga lista de antihéroes rusos, formada por nombres tan ilustres como el Raskolnikov de ‘Crimen y castigo’, el Eugene Oneguin, el héroe de nuestro tiempo de Lérmontov, etc. Como estos, George es amoral, cínico y nihilista; en otras palabras, fascinante. A pesar de ser prácticamente una novela autobiográfica (Savinkov realmente participó en el atentado que costó la vida al gobernador general de Moscú), George no nos es presentado como un héroe, ni tampoco se intenta ennoblecer o excusar sus defectos, George es tan real que no importa que no tengas nada en común con él, porque a pesar de todo te acaba fascinando.


Sin embargo, a quién más se parece George, por más que cite el libro del Apocalipsis, no es ningún antihéroe ruso, sino ‘El extranjero’ de Albert Camus. George parece ser capaz de sentir sólo dos emociones: por un lado odio por el gobernador general de Moscú y deseos de matarlo, y por otro lado obsesión por Yelena (no diría nunca amor, porque sé que tan pronto como George la consiga para él solo se aburrirá de ella y no volverá a sentir nada más que tedio). Pero esto es sólo cuando tiene suerte, la mayor parte del tiempo no siente nada. George comprende como nadie el vacío de la existencia, lo fútil que es cualquier acción, lo monótona que es la existencia. De todo esto habla el libro. Es por esto que a mí me ha parecido tan perfecto, con una sobriedad y una sequedad perfectas.


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