Estábamos malhumorados y demasiado bien pagados. Nuestras mañanas carecían de alicientes. Quienes fumábamos por lo menos teníamos algo que esperar a las diez y cuarto. A la mayoría nos caía bien casi todo el mundo, unos pocos detestábamos a determinadas personas, a uno o dos les gustaba todo, querían a todos y por eso eran objeto del unánime vilipendio. Nos encantaban los bollos que, de tarde en tarde, nos daban gratis por la mañana. Nuestros privilegios eran asombrosos por su cobertura y calidad. A veces nos preguntábamos si merecían la pena. Pensábamos que quizá sería mejor marcharnos a la India, o volver al parvulario. Hacer algo con los disminuidos físicos o trabajar con las manos. Nadie se dejó llevar jamás por tales impulsos, pese a sus crispaciones cotidianas, en ocasiones constantes. En lugar de eso, nos reuníamos en salas de conferencias para hablar de los asuntos de la jornada.
En general, nos llegaban tareas que hacíamos a tiempo y de manera profesional. A veces se producían cagadas. Errores de impresión, cambios en el orden de las cifras. Nuestro negocio era la publicidad y los detalles eran muy importantes. Si el tercer número tras el segundo guión del número telefónico gratuito de un cliente era un seis en vez del ocho que aparecía impreso en la revista Time, nadie que hubiera leído el anuncio habría podido llamar y hacer su pedido. No importaba que pudieran consultar la página web, nos quedábamos sin cobrar el anuncio. ¿Te aburre ya lo que estoy contando? A nosotros nos aburría a diario. Nuestro hastío era permanente, un hastío colectivo que no moriría jamás porque nosotros no moriríamos jamás.'Entonces llegamos al final' de Joshua Ferris (pp. 9-10)
(Traducción: Jordi Fibla)
martes, 15 de junio de 2010
Teaser Tuesday: 'Entonces llegamos al final'
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