‘Sylvia’ de Leonard Michaels es una novela autobiográfica ambientada en el Nueva York desinhibido de los años 60 y que se centra en la relación del autor con la que fue su primera mujer, una joven de pelo negro, guapa e inteligente, pero desequilibrada. La primera vez que se ven, se acuestan sin decirse prácticamente nada, y luego deciden ir a vivir juntos. Deciden ir a vivir a un apartamento de dos habitaciones. Durante el día él se dedica a intentar escribir cuentos y ella estudia clásicas en la universidad, por más que es una materia que no le atrae nada. Y luego, por la noche, se discuten y se pelean. La suya es una relación enfermiza, llena de reproches y crueldades, marcada por el deseo de herir al otro. Sin embargo, ninguno de los dos es capaz de terminarla. Es una novela que más que hechos relata emociones y sensaciones. Un punto impresionista. Es un libro duro, que tiene un punto de autoflagelación. Leonard Michaels lo escribió en su madurez, cuando habían pasado unos treinta años de los hechos que relata, pero aún así es inevitable entrever cierto sentimiento de culpa y su consiguiente deseo de expiarla.
Me gustó tanto ‘Sylvia’ que decidí comprarme los cuentos completos de Leonard Michaels que editó Lumen. He empezado por su primera recopilación de cuentos: ‘De aquí para allá’. Estos cuentos fueron escritos cuando Michaels estaba casado con su primera mujer, la misma que inspiró la novela ‘Sylvia’, y tener esto en cuenta ayuda a entenderlos mucho mejor. Se trata de unos cuentos para nada realistas, densos, exigentes, casi impenetrables. Es como una mezcla entre Donald Barthelme y Franz Kafka. Soy de las que opinan que los experimentos mejor dejarlos en el laboratorio. La literatura experimental me gusta sólo en muy contadas excepciones. Por ejemplo, si me gusta Barthelme creo que es porque ante todo lo que quiere conseguir es divertir al lector. Y creo que si me gustan los cuentos de Leonard Michaels es por todo lo contrario, porque el autor ante todo quiere transmitir una sensación de dolor y angustia al lector. Están hechos del mismo material con que se construyen las pesadillas. Son cuentos ambientados también en el Nueva York de los años 60, con sus apartamentos de dos habitaciones y sus fiestas para intelectuales pretenciosos, pero el realismo se termina aquí. Todos tratan de la violencia que hay en las relaciones humanas, entre hombres y mujeres principalmente, pero no exclusivamente. Es un libro muy compacto, al que cuesta entrar, pero una vez que lo has hecho a veces te tienes que parar para respirar de tan absorvente que es. Hay personajes que se repiten en varios cuentos, el que más se llama Phillip y parece bastante obvio que es un alter ego del escritor. Es también otro libro que parece escrito a modo de expiación. Muy pero que muy duro, claustrofóbico y angustiante. De los que una no puede olvidar ni que quiera.
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