lunes, 25 de junio de 2012

'El tiempo es un canalla' de Jennifer Egan



No creo que se me pueda tachar de ser una lectora especialmente benévola con los escritores contemporáneos. Confieso que tiendo a ser muy escéptica con los libros de autores vivos que vienen empaquetados con innumerables críticas positivas que los describen como la nueva y definitiva sensación del panorama literario. Confieso que mis prejuicios son mayores cuando estas críticas en cuestión recalcan el carácter innovador y original de la obra. Y tampoco ayuda que hayan ganado algún premio (sea el Pulitzer o cualquier otro). Sin embargo, ‘El tiempo es un canalla’ me ha encantado; por una vez, creed todas las críticas buenas que podáis encontrar por ahí, que seguro que serán muchas. De hecho, ahora mismo, está a punto de empezar otra.

‘El tiempo es un canalla’ de Jennifer Egan está a medio camino entre la novela y el libro de relatos: está formado por una serie de capítulos (¿o son cuentos?), independientes en lo que se refiere a la trama (con un principio y un final típico de relato corto) y también escritos en estilos ligeramente distintos, pero con una red de personajes cuyas vidas se van cruzando y también con unos temas (e imágenes) recurrentes. Por lo tanto, quizás sea más una serie de historias cruzadas y el tener tantos personajes que se cruzan le permite a Egan hablar de relaciones de pareja, de amistad, entre padres e hijos, entre hermanos, etc. Además, la trama se expande durante varias décadas (desde los 70 hasta el futuro) y también en varios continentes (un safari en África, una huída a Italia).

Egan sitúa su obra en el mundillo de la música (con sus discográficas con afán comercial y sus conciertos de punk), pero la podría haber situado en cualquier otro mundillo. Y aunque pueda hablar de música (y de cosas tan concretas como lo maravillosas que pueden ser las pausas en una canción), en el fondo habla de cómo pasamos de A a B, es decir, de ser unos jóvenes idealistas y rebeldes a ser unos conformistas del montón, de ser unas futuras estrellas del punk a tener una casa en los suburbios rodeada de vecinos conservadores, de ser unos adolescentes prometedores a ser unos fracasados, de ser alguien lleno de vida a ser una persona vacía, etc. La respuesta corta es que el tiempo pasa y el tiempo es un canalla, la larga es mucho más compleja y es difícil expresarla en palabras, pero este libro intenta esbozarla de una manera magnífica.

Probablemente, lo que más se ha dicho de ‘El tiempo es un canalla’ es que tiene un capítulo entero hecho en Powerpoint. Confieso que esto me daba algo de miedo: yo odio esa moda, que parece que no se va a terminar nunca, de hacer presentaciones en Powerpoint para cualquier chorrada. Egan lo utiliza en plan un poco paródico: sitúa el relato en un futuro en que el lenguaje se articula de forma diferente a la de ahora. Es curioso e incluso interesante. No me parece revolucionario porque no está pensado para tener continuidad, sino para ser una especie de broma inofensiva. Aún así, no me parece gratuito, porque, además de ser original formalmente, también nos cuenta la historia de unos personajes: una niña adolescente y su relación con su hermano pequeño levemente autista, y también la que tienen ellos dos con sus padres.

Creo que ya lo he dicho más de una vez, pero una de las cosas que me molesta más de la literatura contemporánea supuestamente innovadora es que se preocupa mucho por innovar formalmente, por ser original a toda costa, y se olvida de crear unos personajes que sean reales y que transmitan algo. Afortunadamente, Jennifer Egan no cae en esta trampa y puede ser original (hay, por ejemplo, un relato delirante sobre una relaciones públicas que tiene como trabajo lavar la imagen de un dictador genocida, todo muy pynchoniano), pero nunca se olvida de no quedarse sólo en la superficie. Su estilo es fresco, vivo y con mucho sentido del humor, pero también es melancólico, rico e inteligente. De verdad que es una maravilla. 


5 comentarios:

José Martínez Ros dijo...

Uy, pues si buscas por la red también hay muchas reseñas que lo ponen a caer de un burro... A mí también me ha parecido una maravilla, y aparte de la curiosidad del capítulo power point, me hizo mucha gracia el henryjamesco capítulo de Italia, el fosterwalliano de la entrevista y el hemingwayesco del safari... ¡Saludos!

Núria dijo...

José, ¿fuíste tú quien me lo recomendó, no? ¡Muchas gracias! Si no hubiera sido por ti no creo que me hubiera animado a leerlo. Y me hubiera perdido una auténtica maravilla.

Dios, no me había dado cuenta que el capítulo de la entrevista es totalmente fosterwalliano. Dios, no sé cómo me ha podido pasar por alto. ¡Qué vergüenza!

Y es verdad, el de Italia también es totalmente henryjamesco. El del safari no sabría decir si es hemingwayesco, porque he leído poco (prácticamente nada) de Hemingway. Algún día tendré que ponerme en ello.

¡Saludos!

José Martínez Ros dijo...

Pues si… lo he recomendado, voceado y reseñado todo lo que podido, porque realmente me gustó mucho. Sospecho que aparte de los homenajes a Henry James, Foster Wallace y Hemingway (creo que el subtexto de ese capítulo es un relato llamado La breve vida feliz de Francis Macomber bastante conocido y que es extremadamente machista y falocrático), debe haber otras referencias que mis conocimientos limitados de literatura anglosajona me impiden reconocer ;) Como dices, lo que más me gustó es su manera de combinar todo tipo de postmoderneces con la constucción -magnífica- de los personajes y con el hecho de que realmente nos cuento una historia -muy divertida y muy triste-, en lugar de limitarse a soltar una montón de referencias culturales. Por cierto, he leído por ahí que van a adaptar al cine la novela anterior, The keep, y supongo/espero que la traducirán por ello pronto, de lo que me alegro, porque tengo muchas ganas de comprobar si sus otros libros son tan buenos. ¡Saludos y buen verano!

Ramon dijo...

Lo leí hace unos meses. Subrayé algunos párrafos.Se leía bien...pero solo para pasar el rato.
El día 11 de agosto estuve viendo la portada románica de la abadía de Ripoll. Venía de hacer cinco mil kilómetros disfrutando el románico y algo de gótico francés y un poco del alemán. La feria medieval de Ripoll me pareció un poquito 'simulacro'.

Núria dijo...

Ramon, pues a mí el libro me encantó. No sé, cuestión de gustos.

¿Verdad que es bonito el monasterio de Ripoll? Ahora bien, reconozco que el mercado medieval es como un mini parque temático de cuarta regional, un pastiche para turistas poco exigentes.