viernes, 26 de diciembre de 2008

Harold Pinter


Ayer se supo que Harold Pinter había muerto el día de Nochebuena. No podría decir que era de mis escritores favoritos, pero sí que había leído algo de él y me había gustado. Y sé que ya era mayor (78 años) y que ya hacía tiempo que estaba enfermo*, pero por un momento se me encogió el corazón, que se muera un escritor que has leído es como si muriera esa persona con la que un día te quedaste encerrada en un ascensor y, a pesar de que no os conocíais, os explicásteis cosas personales e íntimas y vistéis que teníais mucho en común, y aunque luego no os habéis vuelto a ver, cuando te enteras de que ha muerto no dejas de lamentarte por no haberlo conocido mejor.

A modo de (humilde) homenaje, copio una reseña que escribí en su día sobre una antología suya que leí este mismo año:

'Esencial' es un libro editado en catalán por Edicions 62 que cogí de la biblioteca y que contiene algunas de las obras de teatro más famosas de Harold Pinter. Mi único contacto previo con Pinter era a través de algunos de sus guiones (dicho sea de paso, su guión para 'El sirviente' de Joseph Losey es una obra maestra, como toda la película). Y su teatro me ha sorprendido porque puede llegar a ser muy pero que muy angustiante. Me recuerda un poco a Samuel Beckett, por los personajes de los que no sabemos nada y que se dedican a mantener diálogos de besugos. Pero también me recuerda a Lynch porque muestra la angustia que se esconde entre los repliegues de la vida diaria.

Pero en realidad no se parece a nada de lo que haya podido ver. Es altamente desconcertante. Sus obras son peces que se muerden la cola. Cuando terminan, no sabes qué pensar, no tienes ni idea de qué es lo que ha pasado allí. Y esto siempre es muy bueno. También se puede argumentar que hay cierta influencia de Chéjov, porque Chéjov fue el primero en combinar comedia y tragedia. Pero Pinter va mucho más allá y no estás nada segura de si estás delante de una farsa o delante de una tragedia con todas las de la ley. Probablemente las obras de Pinter sean las dos cosas a la vez. Y esto me encanta.

De las presentes en el libro, las obras que más me han gustado son 'The Room' y 'The Dumb Waiter'. Son obras oscuras, con muchas puertas cerradas. No sabemos qué hay detrás de éstas, y esto nos angustia. Son obras en las que los personajes están isolados en medio de un vacío formado por habitaciones que no conocen. No sabemos quién hay detrás. Y los personajes se dedican a pasar el tiempo hablando de nada. A veces parece que sólo son monigotes. O autómatas. Las escenas son aparentemente banales pero luego llega el desenlace que es sorprendente, pero cae el telón y realmente no sabemos nada de los personajes ni qué les ha pasado ni qué les pasará.

Luego está 'The Lover', que podría ser sólo una historia más de un matrimonio que se derrumba con cuernos por el medio, pero gracias a un recurso de lo más original se convierte en un juego de espejos, que habla de incomunicación e insatisfacción, y que nos acaba diciendo que la vida es una serie de rutinas banales y vacías que se van repitiendo eternamente. También me ha encantado, aunque no con igual intensidad.

En mi lista de preferencias, luego vendría 'A Kind of Alaska' sobre una adolescente que quedó en una especie de coma y que después de treinta años se despierta sólo para volver a quedar en coma al cabo de unos pocos minutos. Sobrecojedor. Y es un dramón al uso como sería la película 'Despertares' con Robert De Niro y Robin Williams, que tiene el mismo punto de partida, sino que la historia sirve sólo como excusa para hablar de memoria y consciencia, para reflexionar acerca de la frontera entre consciencia e inconsciencia, el mundo de los sueños y el mundo real.

Y finalmente ya quedarían las obras que si bien más o menos siguen lo que parece que són los patrones de la obra de Harold Pinter, no tienen la misma intensidad. Se trata de 'Family Voices', 'Victoria Station' y 'One For the Road'.

Sin embargo, se trata en conjunto de una lectura muy recomendable, por lo desconcertante que puede llegar a ser, por la complejidad que esconde bajo una capa de acciones banales y diálogos absurdos.


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*De hecho me enteré por mi madre que se había muerto. Ella lo vió en las noticias y me dijo: "Se ha muerto un escritor inglés que había ganado el Nobel" No se acordaba de cómo se llamaba, pero no me costó mucho adivinar que tenía que ser Harold Pinter. Lo confirmé consultando el teletexto. Sí, aún existe gente que consulta el teletexto (a veces incluso yo misma me sorprendo que al pulsar el botón del mando a distancia funciona; supongo que con la TDT todo se terminará y luego lo añoraré).

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