A esta primera impresión de melancolía se añadía una segunda más particular y que no anotaría si no fuera tan fuerte: Johnson se vestía con una negligencia extraordinaria. Su peluca, gris por completo y arrugada enl o alto de su cabeza, jamás estaba empolvada, y el lazo que retenía la coleta estaba sucio; además, esa peluca era demasiado pequeña. Es sorprendente que no dañase la gravedad del rostro que coronaba, porque nada en el mundo es más ridículo que una cara grande bajo un tocado que no lo es lo bastante. Un viejo ropaje marrón, que con el tiempo tomaba los tonos del orín y se surcaba de arrugas, recorría un torso enorme y golpeaba las pantorrillas de Johnson con sus pliegues interminables. Y por último, medias de lana negra, que este escritor distraído jamás se le había ocurrido estirar, resbalaban completamente arrugadas por las piernas macizas.
Tal y como se le apareció a Boswell, resultaba sin duda monstruoso, pero cuando abrió la boca para charlar, Boswell no vio ya nada más. La palabra de Johnson obró sobre él como los gestos de un mago; cautivó en seguida a esta alma adoradora y servil que buscaba un altra en el que quemar su incienso.'Suite inglesa' de Julien Green (pp. 10-11)
(traducción: Jesús Aguirre)
martes, 22 de diciembre de 2009
Teaser Tuesday: 'Suite inglesa'
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