domingo, 20 de diciembre de 2009

'En Grand Central Station me senté y lloré' de Elizabeth Smart


Cuando empiezas a estudiar literatura en la universidad siempre hay un profe que te cuenta que las fronteras entre géneros literarios son muy difusas, que a veces no se puede distinguir tan claramente a qué género pertenece una obra. Luego también te encuentras otro profe (o puede que sea el mismo) que te cuenta que las mujeres tienen una forma de escribir diferente a la de los hombres. Y no te presentan ninguna prueba, pero tú eres joven e idealista y no te cuesta ningún esfuerzo hacer el acto de fe que representa asumir estas teorías como verdaderas. Y el tiempo pasa y lees más y te vuelves más cínica y te empiezas a preguntar si muchas de las cosas que te han contado y has creído no son en realidad una falacia (otra bonita palabra que también aprendiste en la universidad). Pero tampoco es que te importe mucho y sigues leyendo y por fin aprendes a leer de una forma nueva, a medio camino entre la lectura evasiva (que practicabas antes de la universidad) y la lectura tomando notas en vistas de escribir un tedioso trabajo (que practicabas en la universidad). Y sigues leyendo. Y un día encuentras un libro que te hace ver que lo que te contaron puede que no sea siempre cierto, pero a veces puede ser cierto.

'En Grand Central Station me senté y lloré' de Elizabeth Smart es un libro escrito en prosa poética y en un estilo delicado y sensual que ningún hombre podría imitar aunque lo intentara (un estilo que me recuerda terriblemente al de Jeanette Winterson, pero también un poco al de Janet Frame, o Jean Rhys, o A.S. Byatt). Elizabeth Smart es una escritora canadiense que se trasladó a Londres para estudiar música. Allí, un día, como por azar, entró en una librería y compró un libro de poesía de George Barker, y se enamoró no sólo de los poemas sino también del escritor. Pasó un tiempo, por fin lo conoció y, a pesar de que él ya estaba casado, empezaron una relación tempestuosa de la que nacieron cuatro hijos. La relación se terminó, pero ella no dejó de amarlo. 'En Grand Central Station' se basa en esta relación. Es una obra en la que los hechos externos nos son dados en cuentagotas. Más que narrar hechos, describe sentimientos, prescindiendo de prácticamente todo lo externo. Así la narradora describe por los estadios que pasa en su relación amorosa: esperanza, sentimiento de culpa, alegría, plenitud, duda, decepción, miedo, alejamiento, rabia, tristeza, vacío, etc.

Es una obra desgarradora, que te hace creer en que la literatura no tiene límites, ni la belleza, ni la vida, ni el amor. Es de una belleza abrumadora, que a algunos puede llegar a agotar y que a otros puede provocar incluso hilaridad. Es un libro totalmente desanclado de la época en el que fue escrito, sus influencias se remontan a la poesía medieval, con tópicos literarios que van desde el "yo soy la más grande amadora que jamás ha existido" hasta el "los que nos rodean son unos materialistas que no pueden entender el amor y tienen envidia de nosotros". Es una obra hiperbólica y excesiva, pero también sincera y valiente. Leerla es sentir que alguien te ha hecho el maravilloso y precioso regalo de compartir contigo una parte tan íntima que crees no merecer. Es intensa hasta el paroxismo. Pero lo que es su mayor virtud, el hecho de ser tan intensa, tan particular, tan personal, es también el único "pero" que puedo encontrar, porque es tan "tan" que una no deja de tener la sensación que se está perdiendo mucho. Pero es una auténtica joya, una joya frágil que todo lector tiene que manipular con cuidado, porque es una joya con ángulos afilados y una se puede fácilmente cortar con ella.

6 comentarios:

La prima de Audrey dijo...

espués de tureseña sé que la leeré. A mi me gusta mucho A. S Byatt pero no puedo decir lo mismo de la Witterson. Saludos

vegasplease dijo...

Lo primero que se me vino a la cabeza al leer tu reseña fue una carta de Raymond Chandler donde decía que las muejres escriben distinto a los hombres, que se les notaba. Y, en fin, la verdad es que no dejaba en muy buen lugar a las escritoras :/. Debería haber anotado la cita.
También me ha recordado un poco la trama a un cuento de Salinger, The inverted forest.

No conocía a esta escritora. Y la historia del libro es genial.

Núria dijo...

A La prima de Audrey

A mí me encantó Posesión de Byatt (es uno de mis libros favoritos) y también La pasión de Winterson, pero después no he podido leer más de ellas, tengo que volver a intentarlo.

Saludos

Núria dijo...

A aloneinkioto

Vaya este Raymond Chandler... Hombres...

Yo no digo que los hombres no puedan escribir historias preciosas y llenas de sensibilidad, pero es una sensibilidad diferente. En realidad no sabría describirla, pero creo que tiene algo que ver con que algunas mujeres escritoras escriben sobre la relación íntima que ellas mantienen con la naturaleza, todo lo que les rodea y especialmente su cuerpo.

The inverted forest no lo he leído. Es que de Salinger me falta leer todos los cuentos sueltos que dejó por ahí y que no están en ningún libro oficial. Tendré que ponerme a ello.

boro dijo...

Hola, Nuria. Me acabo de leer el libro y luego tu comentario y me parece muy acertado. Se trata de un libro que parecería exagerado si no fuera por esas metáforas tan poderosas. Y también saber que es una historia real le da verosimilitud.

Para mí imposible no mencionar a Virginia Woolf con quien comparte el lenguaje poético-delirante y a Katherine Mansfield, con cuyos Diarios, esa obra maestra absoluta, comparte este libro un sentido impúdico de la literatura.

Núria dijo...

Boro, sí, es un libro que se pasea al borde de esa fina línia que separa lo sublime de lo ridículo, pero nunca la cruza, nunca cae en el ridículo. Todo lo contrario. Es verdad que también recuerda a Virginia Woolf, pero si no la mencioné es porque, aunque lo he intentado, nunca he llegado a disfrutar del todo a Woolf. Sus obras no dejan de parecerme demasiado cerebrales, algo que ciertamente no me ha pasado con esta novela de Smart, que es toda pasión.